Pedrosa, José Manuel. “Tradición medieval y tradición moderna en el romancero de Palencia”. Culturas Populares. Revista Electrónica 2 (mayo-agosto 2006).

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ISSN: 1886-5623

 

 

 

 

Tradición medieval y tradición moderna

en el romancero de Palencia[1]

 

José Manuel Pedrosa

Universidad de Alcalá

 

Resumen

Entre 1989 y 1996 realicé en pueblos de la provincia de Palencia diversas encuestas de romances que dieron resultados extraordinarios: La muerte del príncipe don Juan, La esposa de don García, La gentil porquera, Celinos y la adúltera, fueron algunos de los cinco o seis centenares de textos registrados. En este artículo se da cuenta de las encuestas y se editan algunos de sus mejores frutos.

Palabras clave: Palencia. Romancero. Trabajo de campo.

 

Abstract

Between 1989 and 1996, I made some ballad ("romancero") fieldwork in some little villages of the province of Palencia, with outstanding results. I recorded over 500 versions of ballads including titles as rare as The Death of Prince John, The Abduction of Don García's Bride, The Noblewoman as Swineherd, Celinos and the Adulteress, etc. This article informs about the field research and edits some of the best registered texts.

Key Words: Palencia. Ballad. Romancero. Field Word.

 

 

Aunque a muchos de ustedes no será necesario que se lo recuerde, me parece necesario comenzar esta exposición con la definición de lo que es un romance. Muy en síntesis, un romance es un poema narrativo, es decir, un poema que cuenta o explica una historia con un argumento complejo; su estructura métrica característica es la que se articula en versos octosílabos con rima regular en los versos pares –aunque los críticos escribimos convencionalmente los romances en versos dieciseisílabos con cesura–; y es poesía, además, que ha tenido una trasmisión fundamentalmente oral y una vida tradicional dinámica y variable, aunque haya existido también un importante romancero culto, imitador o inspirado en el tradicional, que nunca llegó a calar en la tradición oral ni a vivir en variantes tradicionales. De un género literario tan rico y variado como el romancístico se podrían decir, añadir y matizar muchas más cosas, pero ni es ésta la ocasión más adecuada para ello ni lo hace necesario la amplísima bibliografía que sobre él existe[2].

            Los orígenes del romancero han sido situados por la mayoría de los críticos en la Edad Media. Según la teoría llamada «tradicionalista», que parece que es la que ha ido imponiéndose más sólidamente entre la mayor parte de los estudiosos, una buena parte del romancero antiguo nació al degenerar, fragmentarse e irse olvidando los viejos cantares épicos que cantaban los juglares por las plazas y calles de la España medieval. Los episodios mejor conocidos, más brillantes, intensos o afortunados de los cantares épicos –que estaban compuestos en versos fundamentalmente octosílabos y con largas secuencias de rima regular, como el romancero– se salvarían del olvido, cobrarían vida autónoma, esencializarían su trama y seguirían siendo tenazmente cantados por el pueblo, ya como romances, durante siglos. Las últimas generaciones de críticos –al menos de los críticos «tradicionalistas»– han acumulado pruebas de la conexión genética entre el romancero folclórico moderno y la épica medieval no sólo española, sino incluso también francesa y germánica, lo que viene a refrendar los orígenes medievales del romancero, que habían sido negados por algunos críticos de la escuela rival, la «individualista», defensores básicamente de que es éste un género de carácter culto y escrito cuyos orígenes habría que buscar preferentemente en la producción de pliegos y romanceros impresos en el siglo XVI[3].

            Si me he detenido en estas referencias sobre la polémica de los orígenes, medievales o no, del romancero, y si hago hincapié en que yo soy de los críticos convencidos de que buena parte del género romancístico tiene, efectivamente, raíces que se hunden en la Edad Media, es porque la época en la que pretende profundizar este Curso es la medieval. Y porque el ámbito geográfico palentino, en el que también quiere centrarse este Curso, ha ofrecido y sigue ofreciendo una rica cosecha de romances folclóricos cuyo análisis puede servir para que apreciemos más claramente el nexo entre cultura medieval y cultura moderna que puede hacerse visible al trasluz de este género literario.

            Voy a presentarles una serie de romances y de canciones narrativas «pararomancísticas», hasta ahora inéditas, que yo mismo he recogido, en los años 1989 y 1996, de boca de personas ancianas en diversos pueblos de la provincia de Palencia. Pero antes voy a hacerles un breve resumen del estado de la cuestión, en cuanto a recoleccion y publicaciones se refiere, sobre el romancero palentino. No es la circunstancia de hallarme en Palencia lo que me impulsa a señalar a la tradición folclórica de esta provincia como una de las más ricas e interesantes de toda España, porque al mismo tiempo tengo que lamentar que su desconocimiento y desatención sean también de los más patentes e injustos. Del extraordinario patrimonio oral latente en esta tierra del corazón de Castilla se ha recogido muy poco, se ha estudiado muy poco y se ha dado a conocer sólo lo que podríamos considerar la pequeña punta de un enorme iceberg; y, sin embargo, esa escasa recolección es suficiente para que nos podamos hacer una idea de la calidad, riqueza y variedad que ha debido y aún debe atesorar la tradición palentina, y también para lamentar que nunca se haya hecho un trabajo sistemático de recuperación de las joyas orales de esta provincia.

            Sin pretender ser exhaustivo, señalaré que la primera serie notable de romances palentinos extraídos de la memoria oral fue, a comienzos de este siglo, la que incluyó Narciso Alonso Cortés dentro de sus Romances Populares de Castilla publicados en 1906. Señalaba el autor en su prólogo, con ánimo de desmentir el tópico arraigado en aquellos años de la inexistencia de canciones y romances en la austera Castilla, que «sólo en una pequeña parte de dos provincias castellanas –Burgos y Palencia– se han recogido los romances que componen este libro. No puede ofrecerse prueba más decisiva de que tal género de literatura popular es en esta comarca tan abundante, por lo menos, como en las restantes de la Península». Dentro de su colección figuraban joyas como una extensa y hermosísima versión del rarísimo romance de Virgilios, prácticamente extinguido en el resto de la Península. En 1920 publicaría el mismo Alonso Cortés otra colección, no tan nutrida, de «Romances tradicionales» castellanos que incluía también una  buena colección de textos palentinos[4]. A partir de la época en que Alonso Cortés encuestó en tierras palentinas, otros investigadores, entre ellos varios de la escuela pidaliana, también comenzaron a hacerlo. Los abundantes y riquísimos resultados de sus encuestas, que permanecen en su mayoría inéditos, se encuentran depositados en el Archivo Menéndez Pidal de Madrid, a la espera de una publicación que contribuya a hacer un poco más de justicia al soberbio romancero palentino. Como botón de muestra de la impresionante calidad de los romances palentinos custodiados en el Archivo Menéndez Pidal, baste citar otra rarísima versión de Virgilios recogida por Manuel Manrique de Lara en Baltanás en 1918[5]; el magnífico texto de La condesa traidora de Castilla recogido en Támara de Campos en 1918[6]; y la excepcional versión del romance de El sacrificio de Isaac recogida a una mujer de Herreruela en 1951[7]. En la posguerra, el reverendo Tomás Teresa León y los directores de banda Ricis y Moro recogieron pequeñas muestra de romances tradicionales palentinos[8]. Después, en 1977, los equipos del Seminario Menéndez Pidal realizaron una intensa encuesta por tierras del norte de España, cuyos resultados, publicados en 1982, incluían una magnífica muestra del romancero de Palencia, con títulos tan raros como Aliarda o La merienda del moro Zaide[9]. También en 1982 se publicó el Cancionero del norte de Palencia de Joaquín Díaz, que incluía otra abundante colección de temas romancísticos[10], muy ampliada en un segundo volumen de 1983, escrito en colaboración con Luis Díaz Viana[11]. En 1992 y 1995 yo mismo publiqué dos artículos con los resultados de mis encuestas en dos pueblos palentinos, Quintanadiez de la Vega y Frómista, que incluían varios romances[12]. También en 1995 publiqué la única versión palentina conocida hasta ahora del romancillo de El bonetero, que tuve la suerte de recoger de labios de una mujer de Vega de Doña Olimpia[13]. En la también muy reciente fecha de 1994, Carlos A. Porro Fernández ha publicado un artículo que, además de ofrecer un exhaustivo estado de la cuestión sobre la recolección y edición de romances en Palencia, con referencias bibliográficas adicionales a las que yo he mencionado, publica textos de gran rareza recogidos por él mismo a lo largo y ancho de la geografía palentina. Entre ellos, completísimas y excepcionales versiones de La merienda del moro Zaide, El nacimiento de Montesinos o La mujer del pastor[14]; finalmente, en 1996, Carlos A. Porro y José Mª Silva han editado una cinta de cassette con grabaciones documentales de Rebanal de las Llantas, que incluye una versión de Las tres comadres borrachas, romance muy raro por estas latitudes[15].

            En tanto llegue el día en que podamos ver publicadas las colecciones palentinas inéditas del Archivo Menéndez Pidal, de Carlos A. Porro, o de mis propios archivos, o la que me consta que han ido reuniendo otros investigadores como José Manuel Fraile Gil o Emilio Rey, es seguro que no podremos apreciar suficientemente la extraordinaria riqueza y calidad del romancero palentino. Y aún así, tendremos siempre que lamentar el desinterés por su recolección y estudio en los años en que todavía alentaba con alguna vitalidad este patrimonio, ya que no hay duda de que lo que puede recogerse hoy no es más que un eco precario de un repertorio que hace sólo unas décadas vivía con la lozanía que garantizaba el cumplimiento de una función social, de acompañamiento de trabajos, entretenimientos y veladas invernales, que resultaba indispensable para su conservación.

            A continuación, les presentaré una muestra representativa de la colección de romances y de canciones narrativas «pararomancísticas» que he podido recoger en Palencia. No es más que una muestra breve pero representativa de las aproximadamente 140 versiones romancísticas que entre los años 1989 y 1996 recogí de la tradición de varios pueblos palentinos (Aguilar de Campoo, Revilla de Pomar, Triollo, Foldada, Canduela, Brañosera, Barruelo de Santullán, Lores, Saldaña, Quintanadiez de la Vega, Villota del Duque, Vega de Doña Olimpia, Frómista, Abastas y Osorno). Algunos de los temas que les voy a presentar, como La esposa de don García o La caza de Celinos son de extrema rareza en toda la tradición hispánica y creo que no se habían documentado anteriormente en la tradición oral palentina. Otros títulos, como La muerte del príncipe don Juan, La hermana cautiva en metro hexasílabo, La Gallarda o El raptor pordiosero + La noble porquera los he seleccionado también por su extrema rareza dentro de la tradición hispánica ─aunque se habían documentado anteriormente en la tradición palentina─ y por la gran calidad de las versiones que alcancé a recoger de boca de los ancianos palentinos que se prestaron a cantarlas. Los demás romances y canciones narrativas han sido seleccionadas con el fin de ofrecer una muestra representativa de los diversos subgéneros y temáticas (clásica, novelesca, religiosa, pastoril, etc.) que se aglutinan en el complejo y variado campo del romancero.

            Comenzaremos por una completísima y hermosa versión de La hermana cautiva en metro hexasílabo que grabé el 6 de julio de 1989 a la señora Cesárea Ruiz en su casa de Foldada. De La hermana cautiva no se conocen versiones españolas antiguas, pero se sabe que deriva de un extenso poema épico, Kudrun, que aparece documentado en Austria en el siglo XIII, y que inspiró baladas que se extendieron por toda Europa, como la alemana de La bella Meererin, la suiza de Südeli, la escandinava de Svend y su hermana o la danesa de Isemar. En la epopeya austríaca de Kudrun, la princesa del mismo nombre era raptada por uno de sus pretendientes y obligada a servir de criada durante trece años. Cuando se encuentra lavando ropa en una playa, aparecen su antiguo amado Herwig y su hermano Ortwin, que la buscan. Aunque al principio no se reconocen, acaban deduciendo cada uno la identidad del otro, Kudrun abandona las ropas en el agua, se marcha con sus rescatadores y se reencuentra con su madre. Básicamente, la misma historia que se narra en el romance español, a pesar de que éste abrevia y esencializa buena parte de la trama épica germánica. El Ortwin del cantar austríaco ha sido sustituido en la balada española por un don Bueso que es uno de los nombres recurrentes del más viejo y arraigado romancero hispánico[16]. Aunque en la tradición hispánica existen dos ramas de este romance, una en versos hexasílabos y otra en versos octosílabos, he escogido una versión de la primera rama porque es, sin duda, la que presenta rasgos más arcaicos y más cerca se halla del tronco común germánico. He aquí la versión recogida en Foldada:

 

            Camina don Bueso   de mañana fría

            y a buscar mujer   que no la tenía;

            no la halló en ciudad,  ni tampoco en villa,

            que la halló lavando en una fuente fría:

5          –Quítate de ahí, mora,   hija de judía,

            beba mi caballo   en esta fuente fría.

            –Reviente el caballo   y el que en él venía,

            que yo no soy mora   ni hija de judía,

            que soy cristianita   bautizada en pila.

10        –Si eres cristianita,   yo te llevaré,

            pero si eres mora,   ahí te dejaré.

            Apeó el caballo,   montóse la niña,

            y andan siete leguas   y allá onde una oliva,

            y andan siete leguas   y allí habló la niña:

15        –Mi padre era el rey   que plantó esta oliva,

            mi madre la reina,   de seda vestía,

            mi hermano don Bueso   los toros corría,

            mi hermana mayor  bordaba y cosía,

            y yo, la más pequeña,   la seda torcía.

20        –Y al son de que me hablas,   eres hermana mía:

            ¡y abra puerta, madre,   puerta de alegría,

            por traerla la nuera,   la traigo a la hija!

            –Pues si traes la nuera   será bienvenida,

            pero si es la hija,   aún mejor recibida.

25        ¡Ésta no es mi hija,   que otro ser tenía!

            –Siete años, madre,   que pan no comía,

            nada más que berros   de una fuente fría.

            ¡Basquiña, basquiña,   basquiña la mía,

            que te dejé nueva   y te encuentro rompida!

 

            También en Foldada, a la señora Cesárea Ruiz y el día 6 de julio de 1989, recogí una completísima versión de otro romance de gran rareza en la tradición oral, el de La muerte del príncipe don Juan. Este romance describe novelescamente el episodio de la muerte de don Juan, el único hijo varón de los Reyes Católicos, que falleció casi adolescente, en Salamanca en octubre de 1497. Su muerte, que provocó un enorme duelo popular, fue atribuida por muchos al exceso de relaciones sexuales que mantenía con su esposa, doña Margarita de Austria, con la que se había casado sólo unos meses antes, y que, a pesar de lo que anuncia el romance, no quedó embarazada ni alumbró ningún hijo del príncipe don Juan. Hace muy pocos años se ha descubierto, en un manuscrito de fines del siglo XVI custodiado en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, una hermosa versión antigua de este romance[17], que ha refrendado las minuciosas páginas que a sus orígenes históricos y latencia oral multisecular dedicaron doña María Goyri[18] o Paul Bénichou[19]. Escuchemos cómo, casi quinientos años después de aquel suceso histórico, el pueblo español, y más concretamente el palentino, sigue lamentando la muerte del joven hijo de los Reyes Católicos:

 

            ¿Qué se cuenta por Asturias,   qué se cuenta por Granada,

            qué se cuenta por Asturias?   Que don Juan está en la cama.

            Siete médicos le asisten   de los mejores de España;

            unos le curan con vino   y otros le curan con agua,

5          y otros por no darle pena   que lo que tiene no es nada.

            Ya faltaba de venir   el director de la sala,

            y éste le ha tomado el pulso   y le ha dicho como se halla.

            ─Tres horas le quedan libres   de descanso en su casa,

            hora y media que disponga   de las cosas de su alma,

10        la otra hora y media que queda,   de la gente de su casa.

            Y estando en estas razones,   su esposa entraba en la sala:

            –¿Dónde has estao, esposa mía,   esposa mía del alma?

            –Rezando a Santo Domingo   que te saque de la cama.

            –Muy pronto me sacará,   el lunes por la mañana,

15        con los pies amarillentos   y la cara amoratada.

            Su esposa, de que lo oyó,   cayó al suelo desmayada,

            y viendo que no volvía,   ni con vino ni con agua,

            trataron de abrirla el vientre   y un lindo niño la sacan,

            que es más hermoso que el sol   y que es más lindo que el agua.

20        Y se le dan a su padre,   que la bendición lo echaba:

            –Si te crías pa este mundo,   serás primer rey de España,

            y si te crías para el otro,   en la gloria Dios te haga.

 

            El siguiente romance palentino que vamos a conocer, el de La esposa de don García, es otro de los más raros entre los documentados en la tradición hispánica, donde sólo se han recogido unas pocas versiones diseminadas por enclaves aislados del norte de la Península y algunas aún más raras versiones del Oriente sefardí. Se trata, además, de uno de los romances más enigmáticos que existen, ya que nunca se ha podido documentar ni identificar en relatos épicos o cronísticos medievales el episodio del rapto por los moros de la mujer de don García y su posterior búsqueda y rescate por el esforzado caballero. Pese a lo poco o nada que conocemos sobre sus antecedentes históricos y legendarios, no cabe duda de que este romance es uno de los más complejos y hermosos de los que se tiene constancia, uno de los que con más justicia merecen los admirativos epítetos de Samuel G. Armistead hacia el «carácter intuitivo del estilo [romancístico], su capacidad de decir o insinuar muchísimo con un mínimo de palabras [...] El carácter escueto, minimalista del estilo romancístico desmiente la complejidad de su organización poética. El romance parece sencillo pero no lo es»[20]. La versión que les ofrezco fue recogida por mí en Brañosera el día 11 de julio de 1989. La informante fue la señora Agripina Santiago, que tenía entonces 54 años:

 

            A cazar iba, a cazar,   el infante don García;

            los perros lleva cansados   de andar abajo y arriba.

            No ha encontrado qué cazar   cosa ni muerta ni viva,

            arrimóse a un duro tronco   y alta está la maravilla,

5          y en la ramita más alta   un pajarito decía:

            –Vete a casa, vete a casa,   el infante don García,

            que te la cautivan moros   a tu esposa doña Elvira.

            –Si me la cautivan moros,   cristiana la volvería.

            Fuese, fuese para casa,   la mala señal que vía;

10        fuese en casa de la madre   por ver lo que le decía:

            –Dígame usted, la mi madre,   dígame usted, madre mía,

            diga si ha visto pasar   a mi esposa doña Elvira.

            –Hijo, por aquí pasó   tres horas antes del día,

            daba voces como loca,   de estas palabras decía:

15        «¡Vivan, vivan, perros moros,   muera, muera don García,

            que si él estaría aquí   todo lo remediaría!»

            Fuese en casa la su suegra,  por ver lo que le decía:

            –Dígame usted la mi suegra,   dígame usted, suegra mía,

            diga si ha visto pasar   a mi esposa doña Elvira.

20        –Hijo, por aquí pasó   tres horas antes del día,

            daba voces como loca,   de estas palabras decía:

            «¡Mueran, mueran, perros moros,   viva, viva don García,

            que si él estaría aquí,   todo lo remediaría!»

            –¡Alto, alto, mi caballo,   alto, alto a hacer la guía!

25        Mucha cebada te he echado,   mucho más yo te echaría,

            si me llevas esta noche   donde está mi esposa Elvira.

            A la entradita del monte   tocó el conde la bocina;

            la dama como es descreta   y al punto la conocía.

            –Dejad de este pan y vino   pa el que camino venía.

30        –¿Es tu primo o es tu hermano,   o el infante don García?

            –No es mi primo ni es mi hermano   ni el infante don García,

            yo siempre he tenido duelo   del que camino venía.

            –¿P'adónde va el caballero? –P'a Turquía, p'a Turquía.

            –Si usted nos quiere llevar   a las ancas a esta niña,

35        que anoche se la robemos   al infante don García.

            –Adelante, perros moros,   adelante a hacer la guía,

            que el mi caballo es muy nuevo   y no sabe la seguida.

            A la pasada del puente   tiró la espada de arriba:

            Mago, mago[21], lleven, perros,   ¿dónde me hais traído la niña?

40        –Preñada la llevas, conde,   del hijo de una judía.

            –¡Ojalá vaya preñada,   ojalá venga vacía,

            que si lo fuese una hembra,   yo monja la metería,

            y si lo fuese un varón   sería el rey de las Castillas.

 

            El siguiente romance que vamos a conocer, el de Blancaflor y Filomena, nos servirá de ejemplo de los numerosos temas inspirados en la mitología clásica que también ha acogido el género romanceril. No se conocen versiones antiguas de este romance, que posiblemente sea también de origen medieval y que recoge una fábula mítico-folclórica que recrearon Apolodoro, Pausanias y Ovidio en sus Metamorfosis y que más tarde inspiraría a autores como Shakespeare, Milton, Keats, Wilde y Elliot. Un resumen concentrado de la leyenda mitológica nos presenta al rey tracio Tereo, que tras casarse con la princesa Progne (la Blancaflor del romance), se enamora y viola a su cuñada Filomena. Aunque corta la lengua y aprisiona a la desdichada joven, ésta teje un tapiz que describe su violación y se lo envía a su hermana. Cuando logran reunirse ambas mujeres, matan al hijo de Tereo y Progne y se lo sirven al padre de cena. Avisado éste, persigue a las dos hermanas, quienes se transforman en ruiseñor y golondrina, mientras él lo hace en halcón y queda condenado a perseguirlas por toda la eternidad. La versión de Blancaflor y Filomena que vamos a conocer a continuación fue recogida en Brañosera el día 11 de julio de 1989, a la señora Agripina Santiago, de 54 años:

 

            Pasearse la Reola   entre la paz y la guerra

            con sus hijas en la mano,   Blancaflor y Gildomera.

            Pasó por allí el rey moro   y se 'enamorado de ella,

            cásese con Blancaflor   no olvidando a Gildomera.

5          Fuese tiempo y vino tiempo   que la llevara a su tierra,

            fuese tiempo y vino tiempo,   volverá a ver a la suegra.

            –Buenos días, suegra mía. –Buenos les tenga Su Alteza.

            Ven con Dios, el hijo mío,   hijo mío, yerno seas.

            ¿Cómo quedó Blancaflor,   hija mía y mujer vuestra?

10        –Buena quedó Blancaflor,   que sus pies y manos besa;

            sólo la mandó decir   que la mande a Gildomera,

            que está en días de parir,   bien se arreglará con ella.

            –Eso no lo hago, mi yerno,   de buena gana lo hiciera,

            trata luego de casarse,   mal parece en tierra ajena.

15        –Yo la cuido, madre mía,   como hija y yerno sea.

            La ha agarrado por la mano   y a las ancas la pusiera;

            la dama se defendía   con las fuerzas que tuviera.

            La ha amarrado a un duro tronco   y hizo lo que quiso de ella,

            la ha amarrado a un duro tronco   y allí la sacó la lengua.

20        Vio venir un pastorcito   por los altos de la sierra,

            con la mano le ha llamado,   con la boca no pudiera.

            –¿Qué se la ofrece, señora,   qué se la ofrece, Su Alteza?

            –Si traéis tinta y papel,   que me escribieras dos letras.

            –Tinta no traigo, señora,   papel tampoco trajera,

25        que soy un pobre pastor   y siempre ando por las sierras.

            Con el pañuelo dorado   y la sangre de sus venas,

            con el pañuelo del cuello   tres cartas allí escribiera.

            Una para la su madre,   otra para la su suegra,

            otra para Blancaflor,   que aquello pasa con ella.

30        Blancaflor de que lo oyó,   luego al punto malpariera,

            y aquello que malparió   lo echara en una cazuela,

            para darle de cenar   al moro cuando viniera.

            –¿Qué carne es esto, mujer,   qué carne tan dulce es ésta?

            –Come, perro, come, moro,   que esto es de la tu leyera,

35        más dulces eran los besos   de mi hermana Gildomera.

            –¿Quién te lo ha dicho, mujer,   quién te lo ha dicho por nueva?

            –Papel blanco, papel blanco,   papel blanco y tinta negra.

 

            El siguiente romance que vamos a conocer es el de La serrana de la Vera, famosísimo eslabón del antiguo tópico de las serranas semisalvajes que con su aspecto terrible y su carácter desinhibido guiaban por la sierra, amedrentaban a veces, y otras veces excitaban los deseos, de los viajeros y de los poetas medievales y renacentistas. Existen datos indirectos y documentación fehaciente de que este romance fue uno de los más cantados en el siglo XVII, e incluso de que inspiró sendas obras dramáticas de Lope de Vega y de Vélez de Guevara. Una hermosa y muy completa versión del romance, muy parecida a las modernas, fue incluida por Gabriel Azedo de la Berrueza en una curiosa miscelánea de 1667 que lleva por título Amenidades, Florestas, y recreos de la provincia de la Vera, Alta, y Baxa, en la Estremadura. Y un estudio reciente de don Julio Caro Baroja[22] ha desvelado el sustrato mítico y leyendístico de esta enigmática y terrible protagonista de nuestro romancero. La versión que vamos a conocer fue recogida, nuevamente, en Brañosera el día 11 de julio de 1989. La informante fue la señora Agripina Santiago, de 54 años:

 

            Allí arriba en aquel alto   y en aquellas altas sierras

            se pasea una serrana,   una serranita fiera,

            matadora de los hombres,   ladrona de las haciendas;

            vio venir un caballero   por aquella sierra afuera,

5          le ha agarrado por la mano,   le lleva para la cueva;

            no le lleva por caminos   ni tampoco por veredas,

            le lleva por un sendero   lleno de cruces de piedra.

            Atrevióse y le pregunta   y a la serranita fiera:

            –¿De qué es tanta cruz   de cal y canto y arena?

10        –De cien hombres que he matado   sin que nadie lo supiera,

            como te mataré a ti   si la voluntad me llega.

            De gallinas y capones   ha arreglado rica cena,

            y después de haber cenado   le manda acostar con ella;

            tenía colchones de holanda   y seis sábanas de seda.

15        A eso de la medianoche,   la serrana se dormiera,

            se levantó el caballero   por aquellas sierras fuera,

            las bragas debajo el brazo,   los zapatos a chancletas.

            Se levantó la serrana,   por aquellas sierras fuera:

            –Vuelve, vuelve, serranito,   se te olvidó la montera.

20        –En casa tendrán mis padres   de qué hacerme otra más nueva,

            y si no lo hubiera en casa,   y allá lo hubiera en las tiendas.

            –Vuelve, vuelve, serranito,   no lo parles por tu tierra.

            –No lo parlo, no, señora,   hasta la ciudad primera.

            Cuatrocientos de a caballo,   ninguno pudo con ella,

25        y uno de un carabinazo,   l' ha cortado la cabeza.

 

            Un romance de argumento muy parecido al anterior, aunque aún más raro en la tradición oral y sin documentación antigua, es el de La Gallarda, que recogí a la señora Celestina, de Revilla de Pomar, que tenía 96 años cuando la entrevisté en 1996:

 

            Un hijo tenía un rey,   uno, que más no tenía;

            le convida una Gallarda   para merendar un día;

            .......................   sus hermanas le decían:

            –No vayas, galán, no vayas   ....................

5          que muchos de los buenos mozos   allá la vida perdían.

            Y su hermano las contesta:   ─Mi palabra he de cumplirla.

            Al subir de la escalera,   me arrepentí con la vida,

            al ver tanta cabeza   colgadas en esa viga.

            –¿De quién son esas cabezas   colgadas en esa viga?

10        –Son cabezas de lechón   que ha parido la montisa.

            Pase, pase, el caballero,   sube, suba a la cocina,

            que allá está mi criada   preparando la comida.

            Mientras el galán cenaba,   Gallarda la cama hacía,

            y entre colchón y colchón,   un puñal de oro metía.

15        Y a eso de la media noche,  Gallarda se revolvía.

            –¿Qué busca la mi Gallarda,   qué busca, por vida mía?

            –Busco mi rosario de oro,   que yo rezarle solía.

            L'ha dado tres puñaladas,   y de la menor moría.

            [Se conoce que la criada dijo:]

            –Bendito sea el caballero,   y la madre que le paría:

20        ¡cuánto de los buenos mozos   aquí la vida perdían!

 

            El siguiente romance que vamos a conocer, el de El rey y la Virgen romera, es de los más hermosos e ingenuos que pueden encontrarse en la tradición. Describe la aparición de la Virgen, como romera, a un rey que se enamora de ella. No se conocen testimonios antiguos de este romance, pese a que su estilo lo adscribe, con escaso margen de dudas, al romancero más venerable y tradicional. Sus preciosistas descripciones resultan afortunadísimas desde el punto de vista poético. La informante fue, una vez más, Agripina Santiago, de Brañosera:

 

            Por el monte de Trujillo   se pasea una romera,

            y el camino que llevaba   de rosas y de azucenas.

            Saliendo el rey de palacio   se encontró con la romera:

            –Buenos días, romerita,   tan sola por estas tierras.

5          –No vengo sola, buen rey,  que mi marido atrás queda,

            queda con una serrana   al tronco de aquella sierra.

            –Si quieres venir conmigo,   te llevaré en mi galesa.

            –Dios se la estime, el buen rey,   Dios le estime sus finezas,

            que la gloria de los santos   no se gana a conveniencia.

10        Se marchó el rey a palacio   triste y muy lleno de pena:

            –Triste [a]y de mí, me ha dejado,   de que he visto a una romera.

            ¡Andad, pajes y buscarla,   andad, pajes, y traerla!

            Y el pajercito Garruí,   el que más risueño era:

            –Díganos usté, el buen rey,   qué señas tié la romera.

15        –Lindos ojos, linda cara,   lindas pestañas y cejas,

            un bacú[23] lleva en sus manos,   más arriba una galesa,

            y una capa toledana   que gusto daba de verla.

            Ya han caminado los pajes   en busca de la romera,

            y allí la viene a encontrar,   al tronco de aquellas sierras:

20        –Buenos días, romerita.   ─Paje del rey, norabuena.

            –Y aquí te entrego esta carta,   que el mismo rey la escribiera.

            –Anda, y vete, dile al rey   que se sirva de la reina

            que si él es de sus vasallos,   yo soy de cielos y tierras,

            que tengo un hijo en Belén   que a todas las almas lleva.

25        –Quédese con Dios, señora,   la del rostro cristalino,

            écheme la bendición   para irme de camino.

            –La bendición de Dios Padre,   la bendición de Dios hijo,

            la del Espíritu y Santo,   por los siglos infinitos.

 

            Dentro del romancero hispánico existe un subgénero, que se ha dado en llamar «rústico» o «pastoril», y que cuenta entre sus más típicos ejemplos el de La loba parda. Nacido posiblemente en las comunidades pastoriles de Extremadura, donde está particularmente arraigado, durante mucho tiempo se ha considerado que este romance sólo había echado raíces en las áreas de Extremadura, La Mancha, Castilla y el norte de España adonde llegaban los pastores trashumantes extremeños en sus migraciones anuales. La recolección, en tiempos muy recientes, de versiones cantadas en comunidades marineras de Cádiz[24] ha contribuido a matizar este tópico, aunque no a desvincular completamente el canto de este romance del repertorio de los pastores trashumantes. La versión que vamos a escuchar fue recogida en Barruelo de Santullán el 12 de julio de 1989. El informante fue Melquíades Montiel Lombraña, nacido en 1911, quien me aseguró que aprendió este romance de un gitano y de un pastor de Brañosera:

 

            Estando yo en mi chozuca   pintando mía cayada,

            vi venir siete lobos   por unas hondas cañadas;

            venían echando a suertes   a ver a quién le tocaba,

            y tocó a una pobre loba,   coja, tuerta, endemoniada.

5          Siete vueltas dio a la red   y no pudo sacar nada,

            y entre las siete y las ocho   sacó una borrega blanca,

            hija de la oveja negra,   nieta de la encoronada.

            –¡Y ay, mis perros, los yerros,   cogerme la loba parda,

            que si me la cogéis   tendréis la cena doblada,

10        y si no me la cogéis,   la tendréis con la cayada!

            Siete leguas la corrieron   por los montes de Granada,

            y otras tantas la arrastraron   por unas vedas muy llanas.

            Al subir una cotorra   y al bajar un cotorrito,

            salió el pastor al encuentro   con un cuchillo a matarla.

15        –No me mates, pastorcillo,   no me mates, por tu alma,

            que te entrego tu borrega   sana y salva, conforme estaba.

            –Yo no quiero mi borrega,   la tienes embaboseada,

            que quiero tu pellejo   para hacer una zamarra,

            .....................   las orejas pa polainas,

20        y el culo para que chupen   las mozas por la mañana.

 

            En Palencia se han recogido auténticas joyas del romancero llamado «carolingio», es decir, del inspirado en temas, sucesos, y personajes de la épica, la leyenda, la baladística y la historia francesa medieval, que entraron en España fundamentalmente a través del Camino de Santiago y de los estrechos contactos e intercambios demográficos y culturales con el país vecino que tuvieron algunas cortes del norte de España durante toda la Edad Media. Como muestra representativa de este repertorio «carolingio», en vez de seleccionar los temas más conocidos ─Gerineldo, El conde Claros, La infantina─ que alguna vez se han podido recoger en tierras palentinas, he preferido presentarles unos versos que a pesar de su fragmentismo constituyen una de las más preciosas joyas del romancero de Palencia, y podría decirse que hasta del romancero hispánico en general. Durante varios días del mes de julio de 1989, una amabilísima anciana nacida en Revilla de Pomar en 1919, Felícitas Calderón, intentó recordar para mí un romance que alguna vez escuchó cantar, aprendió y luego olvidó en su pueblo natal, antes de trasladarse a Aguilar de Campoo, donde la entrevisté. De los escasos versos que alcanzó a recordar deduje que se trataba de una versión del rarísimo romance de La caza de Celinos, del que sólo se han recogido cuatro versiones burgalesas, cuatro cántabras, cuatro leonesas, tres zamoranas, una portuguesa y otra de Ibiza, así como algún testimonio más del Oriente sefardí. El romance de La caza de Celinos deriva del episodio incial de la canción de gesta francesa Beuve de Hantone, compuesta en el siglo XII, que fue tan popular en la Edad Media que conoció adaptaciones y versiones italiana, anglonormanda, holandesa, inglesa, irlandesa, galesa, escandinava, rusa, yídica y rumana. Su bárbaro argumento describe los amores de la esposa de un conde anciano con el joven Celinos. Para desembarazarse del viejo, la condesa y Celinos deciden tenderle una emboscada en el monte. Ella dice al conde que está embarazada y que se le ha antojado un ciervo ─o cerdo o puerco o carnero─ que él debe ir a cazar al monte. Durante la cacería, cae en la emboscada de Celinos, pero resulta que es el conde viejo quien mata a su rival, le corta la cabeza, se la presenta a la mujer, a la que decapita también, y entierra juntas las dos cabezas. Mi emoción ante aquella anciana de Revilla de Pomar que alguna vez había cantado y luego había olvidado tan extraordinario romance se vio acrecentada por el hecho de que entre los poquísimos versos que recordaba figurasen los dos siguientes:

 

                        se me ha antojado un pájaro   que está en el monte Olivar,

                        que le reluce la pluma   cual si fuera de cristal,

 

     La originalidad de estos versos añadía interés a su fragmentaria versión, porque en ninguno de los textos que se conocían de este romance la mujer protagonista tenía el antojo de un pájaro, sino de un ciervo, puerco, jabalí o carnero salvaje. Finalmente, resultó imposible que la anciana recordase más que lo que a continuación transcribo:

 

            Bueno, se trata de un matrimonio que ella se echó un amante. Y cuando vino a casa él un día la encontró llorando. Y la dijo que qué la pasaba. Y dijo que se la había antojado un pájaro que

 

                        que se me ha antojado un pájaro   que está en el monte Olivar,

                        que le reluce la pluma   cual si fuera de cristal.

 

            Y claro, ahí en eso ya... Sé yo que el marido marchó pero no sé lo que dijo. Al monte, a buscar al amante. Sí, a buscar el pájaro... El marido ya sabía que iba a por él, a por el amante, no a por el pájaro. Y se fue, y buscó al amante y le mató. Y luego después vino a casa, mató a la mujer y les metió a los dos en un hoyal la cabeza y les dijo:

 

                        –Ahí quereros y abrazaros   hasta que no queráis más[25].

 

            El romance que vamos a escuchar ahora es una composición de temática religiosa representativa de dos de los fenómenos más característicos de la poética del romancero tradicional: el de la «contaminación» o ensamblaje y fusión de unos romances con otros; y el de la «contrahechura» o transformación poética de un romance en otro de argumento diferente, aunque dotado de la formulística del original. Me fue cantado, el 21 de julio de 1990, por dos mujeres de Villota del Duque. Una se llamaba Micaela Herrero y tenía 65 años, y de la otra no registré el nombre. El romance, que se cantaba coralmente, por las calles del pueblo, durante la Semana Santa, consta de tres secciones: una introducción desde el verso 1 hasta el 6; entre los versos 7 y 20 encontramos una versión del romance de El discípulo amado, que es una contrahechura «a lo divino» del viejo romance fronterizo de La muerte de don Alonso de Aguilar; y entre los versos 21 y 25 está el tema de Las tres Marías, que muchas veces vive de manera autónoma en la tradición. Helo aquí:

 

            Jueves Santo, Jueves Santo,   para mí santo sería,

            lo que os encargo, hermanos,   no trabajéis este día,

            sino gemir y llorar,   y llorar en Pasión mía;

            ya está el madero cortado,   ¡mi Dios, quién lo llevaría!

5          Está verde y es pesado, ¡mi Dios, quién lo llevaría!

            Lo lleva mi buen Jesús   aunque no lo merecía.

            Jueves Santo, Jueves Santo,   tres días antes de Pascua,

            cuando el redentor del mundo   a sus discípulos llama.

            Los llama de uno en uno,   de dos en dos les llamaba,

10        les llama de tres en tres,   de cuatro en cuatro les llama.

            Después que les juntó a todos,   su rica cena les daba,

            de comer su cuerpo santo,   de beber su sangre sacra.

            En el medio de la cena    estas palabras hablaba:

            –¿Quién sería el redentor   que por mí muera mañana?

15        Si no es Juan Evangelista,   que predicó en la montaña:

            –Yo morir por ti, gran Dios,   yo morir por ti mañana.

            –Calla, Juan Evangelista,   Juan Evangelista, calla,

            que tu muerte por la mía   no debe ser perdonada.

            Caminaba el redentor   otro día de mañana

20        descalcito por la nieve,   gotas de sangre derrama.

            En el medio del camino   encontró tres ciudadanas:

            la una era Magdalena,   las otras Marta y su hermana.

            La una le limpia los ojos,  la otra le limpia la cara,

            la otra le limpia la sangre   que el dulce Jesús derrama.

 

            Como ilustración de los potentes mecanismos recreadores de la tradición romancística, puede ser interesante comparar el romance de El discípulo amado inserto entre los versos 7 al 20 de la composición anterior, con el viejo romance fronterizo de la Muerte de don Alonso de Aguilar al que «contrahizo» o calcó:

 

            Estando el rey don Fernando   en conquista de Granada,

            donde están duques y condes   y otros señores de salva,

            con valientes capitanes   de la nobleza de España,

            desque la hubo ganado,  a sus capitanes llama.

5          Cuando los tuviera juntos,   de esta manera les habla:

            –¿Cuál de vosotros, amigos,   irá a la sierra mañana

            a poner el mi pendón   encima del Alpujarra?

            Mirábanse unos a otros,   y ninguno el sí le daba,

            que la ida es peligrosa   y dudosa la tornada,

10        y con el temor que tienen   a todos tiembla la barba,

            si no fuera a don Alonso   que de Aguilar se llamaba.

            Levantóse en pie ante el rey   desta manera le habla:

            –Aquesta empresa, señor,   para mí estaba guardada...[26]

 

            Si una característica define y distingue de manera esencial el romancero tradicional es utilizando la terminología pidaliana la de su «vida en variantes». Cada romance recogido de la tradición oral es una sintética combinación de memoria y de innovación, una versión derivada de un prototipo anterior, pero también un documento único, original y distinto de cualquier otra variante del mismo romance que se pueda recoger de otros informantes, lugares y épocas. Cada trasmisor del romancero es al mismo tiempo un memorizador de temas anteriores, un recreador y un productor de versiones únicas y personales. Tal dinamismo ha llevado a que a veces un romance evolucione intensamente y a que la tradición nos lo muestre bajo formas y con apariencias muy distintas. Un caso paradigmático de ello es el del romance de La gentil dama y el rústico pastor, el primer romance del que se tiene constancia escrita, pues fue anotado por el estudiante mallorquín Jaume d'Olesa, en 1422, en su cuaderno de estudios. Lo que en la tradición mallorquina de 1422 era un romance típico en versos octosílabos que describía los intentos de seducción de una dama frente a un insensible villano, y que comenzaba

 

            –Gentil dona, gentil dona,   dona de bell parasser,

            los pes tingo en la verdura   esperando este plaser...[27]

 

ha pervivido en la tradición oral moderna bajo la forma de canción, derivada de los villancicos que en el siglo XVI glosaron el viejo romance cuya forma original hoy ya sólo sobrevive entre los sefardíes de Oriente. La versión de la canción de La gentil dama y el rústico pastor que a continuación vamos a escuchar me fue cantada por Tomasa González Arenas, nacida en 1909, y entrevistada en Brañosera el 12 de julio de 1989:

 

                                    Y estaba un pastor un día

                                    de amores muy descuidado,

                                    y le dice una zagala –pastor–:

                                    –Tú has de dar de mi cuidado

            5                                              y adios–.

 

                                    Respondió el rústico vil:

                                    –Yo con usted nunca he hablado,

                                    tengo el ganado en la sierra –sí, sí–,

                                    y tengo que irme a guardarlo

            10                                            y adios–.

 

                                    –Pastor, que estás enseñado

                                    y a dormir entre retamas,

                                    si te casaras conmigo –pastor–,

                                    dormirías en buena cama,

            15                                            y adios–.

 

                                    Respondió el rústico vil:

                                    –Yo tu cama no la quiero,

                                    tengo el ganado en la sierra –sí, sí–,

                                    y tengo que irme con ello

            20                                            y adios–.

 

                                    –Qué puñado de cabellos,

                                    qué pulidita cintura,

                                    si te casaras conmigo –pastor–,

                                    gozaras de mi hermosura

            25                                            y adios–.

 

                                    Responde el rústico vil:

                                    –Tu hermosura no la quiero,

                                    tengo el ganado en la sierra –sí, sí–,

                                    y tengo que irme con ello

            30                                            y adios–.

 

            El último poema que va a ocupar nuestra atención es una extensísima y hermosa versión, recogida también en Brañosera, de la canción «pararomancística» compuesta por contaminación y fusión de dos motivos en su origen independientes, los de El raptor pordiosero y La noble porquera. Ambos son seguramente de gran antigüedad y amplio arraigo en todo Occidente, como prueba el hecho de que El raptor pordiosero tenga correspondencias en la tradición portuguesa y catalana, en la francesa (La brune et el brigand), la anglosajona (The Jolly Beggar) y la italiana (La bella Leandra), y que La gentil porquera las tenga también en la tradición catalana, en la francesa (La porcheronne), alemana (Die misshandelte Schwiegertochter) e italiana (La sposa porcaia). Ambos títulos son, en cualquier caso, muy raros en la tradición oral en castellano, y constituyen un inmejorable broche de oro para el ramillete de romances palentinos que les he presentado. La versión que vamos a escuchar fue cantada en Brañosera el 11 de julio de 1989 por Agripina Santiago, que tenía entonces 54 años:

                                    A la puerta de Aires

                                    limosna pedían,

                                    pártelo la madre,

                                    bajarlo la hija.

 

            5                      –Yo no he visto, madre,

                                    romero más falso,

                                    le doy la limosna,

                                    y me coge las manos.

 

                                    –Yo no lo soy, niña,

            10                    el falso romero,

                                    que soy un pobre ciego

                                    que nada veo;

                                    ahora, por la de Dios,

                                    enséñame el sendero.

 

            15                    –Métete tú, niña,

                                    debajo mi capa,

                                    dejaremos que pase

                                    esa gente tanta.

 

                                    Métete tú, niña,

            20                    debajo mi capote,

                                    dejaremos que pase

                                    esa gente noble.

 

                                    Apenas se ha sentado

                                    don Güeso a la mesa,

            25                    cuando le vienen cartas

                                    que vaya a la guerra.

 

                                    –Anda tú, don Güeso,

                                    anda tú a la guerra,

                                    que la tu esposita

            30                    con las tus hermanitas

                                    a bordar la seda.

 

                                    –Váyanse, señores,

                                    por esos atajos,

                                    voy a ver quién canta

            35                    allá arriba en los altos.

 

                                    –Váyanse, señores,

                                    por esos senderos,

                                    voy a ver quién canta

                                    allá arriba en los cerros.

 

            40                    Apenas ha llegado

                                    don Güeso a la guerra

                                    cuando Marianita

                                    cantaba en la sierra.

 

                                    Apenas ha llegado

            45                    don Güeso a la guerra

                                    cuando Marianita

                                    cantaba en la sierra.

 

                                    Caballeros vienen,

                                    caballeros van,

            50                    si será don Güeso

                                    que en la guerra está.

 

                                    Caballeros vienen,

                                    caballeros van,

                                    si será don Güeso

            55                    que en la guerra está.

 

                                    –Zagalilla hermosa

                                    de lindo mirar,

                                    ¿sabes quién me dará posada

                                    en este lugar?

 

            60                    –En mi suegra

                                    se la podrán dar,

                                    que es una casa muy grande

                                    y en medio del lugar.

 

                                    –Zagalilla hermosa,

            65                    de lindo mirar,

                                    y un carnerillo de esto

                                    bien me podías dar.

 

                                    –Un carnerillo de éstos

                                    no le podré a usté dar,

            70                    que la suegra es mala

                                    y me arreñirá.

 

                                    –Zagalilla hermosa

                                    de lindo mirar,

                                    de la tu merienda

            75                    bien me podías dar.

 

                                    –De la mi merienda

                                    no le podré a usté dar,

                                    que la suegra es mala

                                    y no me dio de almorzar.

 

            80                    Dice el caballero

                                    que se quiere acostar

                                    y la zagalilla

                                    que le vaya a alumbrar.

 

                                    –Primero me arrojara

            85                    por el ventanal

                                    que mujer de don Güeso

                                    con otro acostar.

 

                                    –Zagalilla hermosa

                                    de lindo mirar,

            90                    el carnero resmala

                                    que quiere ganar.

 

                                    –Si el carnero resmala

                                    que quiere ganar

                                    la su hija regalada

            95                    que le vaya a echar,

                                    que ha venido don Güeso

                                    y yo quiero descansar.

 

                                    –Zagalilla hermosa

                                    de lindo mirar,

            100                  el carnero resmala

                                    que quiere rendir.

 

                                    –Si el carnero resmala

                                    que quiere rendir,

                                    la su hija regalada

            105                  que le vaya a abrir,

                                    que ha venido don Güeso

                                    y yo quiero dormir.

 

     De la variedad, riqueza, esplendorosa calidad poética y enorme interés literario y folclórico de los textos romancísticos y de las canciones narrativas palentinas que les he presentado pueden quedar tan pocas dudas que acaso parezca contradictorio y paradójico el comentario final que va a cerrar este trabajo: la breve selección que hasta aquí hemos conocido, y todo lo que hasta hoy se ha recogido y publicado del romancero palentino, no deja de ser un reflejo imperfecto y parcial de un patrimonio tradicional que hoy está, por desgracia, a punto de extinguirse sin que las Instituciones competentes ni los investigadores nos hayamos esforzado lo suficiente en preservarlo y sin que hayamos hecho la justicia debida a su inapreciable valor artístico y cultural. En cualquier caso, lo poco y bueno salvado del olvido podrá ser, de aquí en adelante, fuente de goce estético y de reflexiones literarias y antropológicas suficientes para servir de digno consuelo a quienes pudimos asomarnos a aquel mundo y a aquella cultura en inminente trance de desaparición, y a quienes, por venir detrás de nosotros, tengan que conformarse con imaginárselos.



    [1] Este trabajo reproduce fielmente una conferencia que di en Palencia, en la Universidad de Verano Casado del Alisal, el 9 de julio de 1996, dentro de un curso acerca de Las leyendas medievales y la Edad Media palentina. Las Actas que estaba previsto publicar nunca vieron la luz, y, pese a que han transcurrido diez años desde que puse por escrito este trabajo  –y cabría, por tanto, haber admitido alguna bibliografía más actualizada en las notas–, he preferido publicar el texto tal cual lo redacté entonces. La única referencia mayor que creo indispensable añadir ahora es la tesis doctoral del musicólogo Emilio Rey acerca del romancero de Palencia, que será leída dentro de pocos meses, en este mismo año de 2006 –ojalá pueda ser pronto publicada–, y que recuperará los textos y las músicas de varios centenares de romances recogidos en tierras de Palencia.

    [2] El estudio más importante sigue siendo el monumental Romancero hispánico (Hispano-portugués, americano y sefardí), 2 vols. (Madrid: Espasa-Calpe, 1953) de Ramón Menéndez Pidal. Sobre las relaciones entre el romancero medieval y el moderno son fundamentales los libros de Diego Catalán Siete siglos de romancero (Madrid: Gredos, 1969) y Por campos del romancero (Madrid: Gredos, 1970). Actualmente, entre las empresas críticas de mayor envergadura de las centradas en este género hay que mencionar la que llevan a cabo los profesores Samuel G. Armistead y Joseph H. Silverman, en la serie de volúmenes Folk Literature of the Sephardic Jews publicada por la University of California, de la que ya han aparecido tres volúmenes de los veinte proyectados: el I dedicado a The Judeo-Spanish Ballad Chapbooks of Yacob Abraham Yoná (1971); el II de Epic Ballads (1986); y el III de Carolingian Ballads I Roncesvalles (1993). Son igualmente fundamentales para el conocimiento científico del género los volúmenes de Actas de los cuatro Coloquios Internacionales sobre el Romancero organizados por la Cátedra-Seminario Menéndez Pidal de Madrid: El romancero en la tradición oral moderna: 1er Coloquio Internacional, eds. D. Catalán, S. G. Armistead y A. Sánchez Romeralo (Madrid: Cátedra-Seminario Menéndez Pidal, 1973); El romancero hoy: 2º Coloquio Internacional, 3 vols., eds. S.G. Armistead, A. Sánchez Romeralo y D. Catalán (Madrid: Cátedra Seminario Menéndez Pidal-Gredos, 1979); El romancero: tradición y pervivencia a fines del siglo XX: 4º Coloquio Internacional, eds. P. M. Piñero, V. Atero, E. J. Rodríguez Baltanás y Mª J. Ruiz (Cádiz: Fundación Machado-Universidad de Cádiz, 1989); y De balada y lírica: 3er Coloquio Internacional del Romancero, 2 vols., eds. D. Catalán, J. A. Cid, B. Mariscal, F. Salazar y A. Valenciano (Madrid: Fundación Menéndez Pidal-Universidad Complutense, 1994). Las últimas y más actualizadas entre las abundantes antologías del romancero publicadas son las de Paloma Díaz-Mas, Romancero (Madrid: Crítica, 1994), Giuseppe Di Stefano, Romancero (Madrid: Taurus, 1994) y  Pedro M. Piñero, Romancero (Madrid: Biblioteca Nueva, 1999.

    [3] En los trabajos de Menéndez Pidal, Samuel G. Armistead, Joseph H. Silverman y Diego Catalán citados en la nota anterior se podrán encontrar muchas de estas pruebas e indicios de conexión genética entre el romancero medieval y el moderno. Datos adicionales y argumentos polémicos contra los críticos individualistas se encontrarán en los articulos de Samuel G. Armistead, «Neo-Individualism and the Romancero», Romance Philology XXXIII (1979-1980) pp. 172-181; «Current Trends in Romancero Research», La Corónica XII (1983-1984) pp. 23-36; «Encore les cantilènes!: Prof. Roger Wright's proto-romances», La Corónica XV (1986-1987) pp. 52-66; «Trabajos actuales sobre el Romancero», La Corónica XV (1986-1987) pp. 240-246; «Los orígenes épicos del Romancero en una perspectiva multicultural», Estudios de Folklore y Literatura dedicados a Mercedes Díaz Roig, eds. [y comps. ]B. Garza Cuarón, [A. González, ]Y. Jiménez de Báez [y B. Mariscal ](México, El Colegio de México: 1992) pp. 3-16; y «Épica y Romancero ante la crítica individualista», De balada y lírica pp. 487-504.

    [4] Los Romances populares de Castilla fueron publicados en Valladolid, en el Establecimiento Tipográfico de Eduardo Sáenz, en 1906. Los «Romances tradicionales» se editaron en la Revue Hispanique L (1920) pp. 198-268. Ambas colecciones se reeditaron, conjuntamente y en facsímil, en un volumen de Romances de Castilla publicado por la Diputación Provincial de Valladolid en 1982. El romance de Virgilios se halla en la p. 141 de la reedición moderna.

    [5] Fue publicada en Maximiano Trapero, El romance de Virgilios en la tradición canaria e hispánica (La Laguna: El Museo Canario, 1992) p. 104.

    [6] Fue publicado en el volumen de Romanceros de los condes de Castilla y de los infantes de Lara, ed. Diego Catalán y otros (Madrid: Gredos, 1963) p. 280.

    [7] Véase Diego Catalán, «El sacrificio de Isaac: ejemplo de recreación colectiva», Por campos del romancero pp. 56-75, p. 56.

    [8] Fueron publicados en Rvdo. Tomás Teresa León, «Historia de Paredes de Nava», Revista de la Institución Tello Téllez de Meneses 27 (1968) pp. 163-168 (previamente lo habían sido en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares II, 1946, pp. 489-492); Andrés Moro Gallego, «Música popular saldañesa», Revista de la Institución Tello Téllez de Meneses IX (1953) pp. 217-362; y en Obra musical palentina del Maestro Guzmán Ricis (Palencia: Caja de Ahorros, 1981).

    [9] Véase el volumen Voces nuevas del romancero castellano-leonés, 2 vols., ed. S. H. Petersen (Madrid: Gredos-Cátedra Seminario Menéndez Pidal, 1982).

    [10] Díaz, Cancionero del norte de Palencia I (Palencia: Diputación Provincial, 1982).

    [11] Díaz y Díaz Viana, Cancionero de Palencia II (Palencia: Diputación Provincial, 1983).

    [12] Véanse mis trabajos «Quintanadiez de la Vega: la tradición folklórica en extinción de un pueblo palentino», Revista de Folklore 144 (1992) pp. 183-195; y «Literatura oral en el Camino de Santiago: Frómista (Palencia)», Revista de Folklore 175 (1995) pp. 26-30.

    [13] Véase mi libro Las dos sirenas y otros estudios de literatura tradicional (De la Edad Media al Siglo XX) (Madrid: Siglo XXI, 1995) p. 14.

    [14] Carlos A. Porro Fernández, «Nuevas aportaciones al romancero de tradición oral en la provincia de Palencia», Revista de Folklore 162 (1994) pp. 189-200.

    [15] J. M. Silva y C. A. Porro, Tradición oral en Rebanal de las Llantas (Palencia) (Madrid: Tecnosaga, 1996) A/8.

    [16] Sobre el don Bueso hispánico, personaje recurrente también en romances como La muerte ocultada, La mala suegra, La jactancia del conde Vélez, o el sefardí Rey envidioso de su sobrino, etc., puede verse de Ramón Menéndez Pidal, «Los romances de don Bueso», De primitiva lírica española y antigua épica (3ª ed., Madrid: Espasa-Calpe, 1977) pp. 97-106.

    [17] Puede verse en las Poesías del Maestro León y de Fr. Melchor de la Serna y otros (s. XVI): Códice núm. 961 de la Biblioteca Real de Madrid, ed. C. Á. Zorita, R. A. DiFranco y J. J. Labrador Herráiz (Cleveland: Universidad, 1991) nº 59.

    [18] Goyri, «Romance de La muerte del príncipe don Juan, 1497», Bulletin Hispanique VI (1904) pp. 29-37.

    [19] Bénichou, Creación poética en el romancero tradicional (Madrid: Gredos, 1968) pp. 95-104.

    [20] Samuel G. Armistead, «Estudio preliminar» al Romancero, ed. P. Díaz-Mas, pp. IX-XXI, pp. XVIII-XIX.

    [21] Posible corrupción de «*Mahoma os lleve, perros...»

    [22] Caro Baroja, «La serrana de la Vera, o un pueblo analizado en conceptos y símbolos inactuales», Ritos y mitos equívocos (Madrid: Istmo, 1989) pp. 259-338.

    [23] Báculo.

    [24] Carmen García Surrallés, «Un romance de pastores en tierras marineras», El romancero: tradición y pervivencia a fines del siglo XX pp. 501-507.

    [25] Sobre el romance de Celinos, véase Samuel G. Armistead, «The Ballad of Celinos at Uña de Quintana (In the Footsteps of Américo Castro)», Essays on Hispanic Literature in Honor of Edmund L. King, eds. S. Molloy y L. Fernández Cifuentes (Londres: Tamesis, 1983) pp. 13-21, y la bibliografía a la que remite.

    [26] Fernando J. Wolf y Conrado Hofmann, Primavera y Flor de Romances, 2 vols. (Berlín: A. Asher y Comp., 1856) nº 95a.

    [27] Sobre este romance, véase fundamentalmente La dama y el pastor. Romance, villancico, glosas, en Romancero tradicional de las lenguas hispánicas (español-catalán-portugués-sefardí) vols. X-XI, eds. R. Menéndez Pidal, D. Catalán y otros (Madrid: Gredos, 1977-1978).