Vega Rodr’guez, Pilar. ÒArt’culos de etnograf’a y costumbres en la prensa leonesa: canciones y cantares (1922-1928)Ó. Culturas Populares. Revista Electr—nica 2 (mayo-agosto 2006).

http://www.culturaspopulares.org/textos2/articulos/vega.htm

ISSN: 1886-5623

 

 

 

 

Art’culos de etnograf’a y costumbres en la prensa leonesa:

canciones y cantares (1922-1928)

 

Pilar Vega Rodr’guez

Universidad Complutense (Madrid)

 

 

Resumen

En este art’culo se analizan otros factores, adem‡s de la moda popularista que ti–e de un matiz especial la vanguardia poŽtica del 27 y del influjo de los estudios de Ram—n MenŽndez Pidal, para el auge de las recopilaciones de canciones tradicionales y la moda de la armonizaci—n culta de canciones fokl—ricas. Concretamente, el peligro del centralismo impuesto por el rŽgimen del general Primo de Rivera en su propuesta de demarcaci—n territorial influye en la reacci—n de la prensa pol’tica y cultural leonesa haciendo proliferar la publicaci—n de canciones populares.

Palabras clave

Canci—n popular. Cancioneros. Regionalismo. Mariano Dom’nguez Berrueta. Le—n.

 

Abstract 

This paper studies the publication of popular songs in LeonÕs press between 1922 and 1928, as well as the motifs that enhanced this particular trend. It also includes the studied songs at the end of the article.

Key Words

Popular songs. Cancioneros. Regionalism. Mariano Dom’nguez Berrueta. Le—n.

 

 

 

La hora regionalista en la prensa leonesa. Canciones y cantares (1922-1928)

 

ÒEl campo se est‡ quedando sin cancionesÓ se lamentaba Publio Su‡rez Uriarte en un art’culo publicado en Vida Leonesa en 1924. Se est‡ quedando sin canciones como se queda sin ‡rboles y sin p‡jaros.[1] Pero desterrar de la propia cultura la mœsica tradicional es algo tan grave como asaltar el campo con las nuevas construcciones urbanas hasta no dejar en Žl resquicio de lo natural. ÒSegœn canta un pueblo as’ es su esp’rituÓ, aseguraba el escritor, Òporque la musa es hija leg’tima de su vida, de sus costumbres...  en una palabra de su modo de serÓ[2] , o dicho de otro modo, el pueblo que abandona el canto comœn muestra que ha dejado de vivir en acuerdo o en desavenencia, en resumidas cuentas, deja de formar pueblo.

En las palabras de este periodista leonŽs hay el mismo anhelo de ruralismo que con tanto ardor defendieron a comienzos del siglo XX los utopistas ingleses del guild socialism. La industrializaci—n creciente agiganta las ciudades y vac’a los campos haciendo perder las diferencias que daban su identidad al pa’s natal. La cultura urbana es homogeneizadora por no decir uniformadora, a-hist—rica, y altamente inestable. El ciudadano desea regresar al campo donde era m‡s consciente de su individualidad y de la permanencia de los valores que hoy borra y camufla la sociedad urbana. Por esto, en el impuso a la recuperaci—n folkl—rica subyace tambiŽn el ansia de contener la sociedad tecnol—gica en unos l’mites razonables para que no acabe destruyendo toda marca de humanidad.

Las canciones tradicionales son el œltimo baluarte de una cultura que vincul— las experiencias vitales de la comunidad social. De ah’ el lamento que Su‡rez y otros escritores leoneses entonan ante el poco cuidado con que estaban trat‡ndose expresiones culturales que dif’cilmente hubieran podido representar un riesgo para el desarrollo urbano. Otro periodista leonŽs,  Jacinto Rojo, se quejaba de lo escasamente que sus paisanos valoraban el patrimonio folkl—rico apoy‡ndose en el testimonio de un escritor amigo:

   

 muy recientemente se lamentaba un compa–ero con un estimado colega del poco cuidado y de la escasa afici—n que los leoneses mostramos en recoger y propagar tanto aqu’ como fuera las sentidas canciones populares leonesas, que donde quiera que son o’das, segœn aconteci— en un reciente festival aristocr‡tico madrile–o, cautivan a las gentes por su dulzura, su sentimiento, la pureza de su ritmo ingenuo y aldeano, trasunto de aquella vida patriarcal y buena de los antepasados que giraba. en torno de la virtud y el trabajo sin buscar otros horizontes.[3]

 

En el terreno de la creaci—n musical, el regionalismo se plasm— en la proliferaci—n de cancioneros populares -armonizados desde un prisma culto-  especialmente, en torno a los a–os 1922 y 1928, por las razones que podremos aducir.[4]  Con anterioridad, a esta fecha hab’an publicado armonizaciones de canciones populares Rufino G. Nuevo y Miranda  (Capricho pot-pourristico, 1885 y Todo por Asturias, 1887),  Victor S‡enz Canel (3 pot-pourris) JosŽ  Hurtado (100 cantos populares asturianos) y Anselmo Gonz‡lez del Valle, (Veinte melod’as asturianas para piano, 1910). El  çlbum Alma Asturiana de Diego Maya y Francisco R. Lavandera con 90 canciones populares asturianas, de 1911, fue continuado por una recopilaci—n de 30 cantos m‡s por  Lavandera. En forma de lied Nemesio Ota–o public— en 1918  las Canciones monta–esas: melod’as populares recogidas y comentadas en forma de  lied por la  Uni—n Musical Espa–ola. El 13 y 14 de junio de 1922 Falla y Lorca organizaron un festival de Cante Jondo, con el prop—sito de revitalizar y recuperar el primitivo cante andaluz, el  17 de septiembre de ese mismo a–o Eduardo Mart’nez Torner y Baldomero Fern‡ndez Casielles convocaban en  Oviedo un  Festival del Folklore Asturiano y en el nœm. 6 de la revista leonesa Renacimiento (1922)se hac’a eco a la convocatoria de la Secci—n de Aproximaci—n Musical Hispanoamericana del Liceo de AmŽrica de un concurso para armonizar en estilo culto una canci—n popular de cualquiera de las regiones  espa–ola o hispano-portuguesa y americana. En el jurado de este premio figuraban Turina, Mauricio L—pez Roberts, Emilio Serrano, el maestro Luna y el maestro Conrado del Campo. TambiŽn en 1922 Jesœs Ar‡mbarri public— las Ocho Canciones populares vascas para soprano. Joseph Barber‡ armonizaba en 1928 para canto y piano las  Seis canciones populares burgalesas (1928-1929). çngel Mart’n Pompey hizo lo mismo con aires castellanos en 1928 (Mart’n Pompey, çngel,  Schola cantorum: poes’as populares, Cuadernos 1-IV)  Jesœs Guridi y Rafael Benedito  publicaron en 1928 el cuaderno de canciones titulado Pueblo: canciones populares (Bilbao, la Uni—n Musical Espa–ola). Y entre otros de los muchos autores que  practican la armonizaci—n de la canci—n culta vale la pena citar a Manuel del Fresno y  R. PŽrez del Villar (Colecci—n de cantos asturianos armonizados para canto y piano, 1935).

Por fin, en 1931 Lorca grabar’a con la Argentinita las Canciones populares antiguas, varios temas populares que Žl mismo ha recogido y armonizado (a excepci—n de la titulada Sones de Asturias) Son: ÔZorongo gitanoÕ; ÔAnda jaleoÕ; ÔSevillanas del siglo XVIIIÕ; ÔLos cuatro mulerosÕ; ÔNana de SevillaÕ; ÔRomance pascual de los pelegrinitosÕ; ÔEn el CafŽ de ChinitasÕ; ÔLas morillas de JaŽnÕ; ÔRomance de los mozos de Monle—nÕ; ÔLas tres hojasÕ; ÔSones de AsturiasÕ; ÔAires de CastillaÕ.  Pero hay que decir que casi desde 1916 en cada una de las veladas l’ricas a las que asiste interpreta su particular versi—n de canciones populares.

El regionalismo, sin embargo, y como previno  Adolfo Salazar en su libro La Mœsica Contempor‡nea en Espa–a, (Madrid: La Nave, 1930) no siempre obr—  como est’mulo positivo en la creaci—n art’stica. En ocasiones, por un malentendido patriotismo, esta tendencia contribuy— m‡s bien  a apartar a los artistas espa–oles de la urgente y necesaria vocaci—n europea que hubiera dado otras dimensiones y profundidad a la mœsica espa–ola. En cualquier caso, es cierto que el regionalismo fue pieza insustituible para la perfilar una  m‡s exacta definici—n de las  peculiaridades de cada provincia espa–ola.

Coinciden las fechas de estos ejemplos de armonizaci—n  sustancialmente con los a–os en que se desarrollaron los hitos principales del gobierno de Miguel Primo de Rivera. Es curioso notar que, ya el 7 de julio de 1923, Miguel Pe–aflor en el Diario de Le—n, en un art’culo titulado ÒLa dictadura y el dictadorÓ se dec’a algo  como lo siguiente, ÒEs evidente (É) que a una parte considerable y bien calificada, la mayor y mejor calificada de Espa–a, siente pœblica o secretamente simpat’a por la dictaduraÓ (p.1). Pe–aflor justificaba tal aprensi—n alegando que la sociedad estaba harta del caciquismo, de que el parlamentarismo hubiese servido tan solo a la defensa de los  intereses particulares. Ante esta situaci—n, la figura de un l’der sin ambiciones personales, libre de ataduras partidistas como parec’a ser el general Francisco Aguilera se dibujaba como una opci—n posible. Francisco Aguilera, (Alia Miranda: 2004) Aguilera mantuvo despuŽs un autŽntico duelo de sables con el general Primo de Rivera en el curso de la dictadura. Pero lo cierto es que el art’culo de Pe–aflor ten’a que ver con el incidente ocurrido en las Cortes el 3 de julio, la famosa bofetada que JosŽ S‡nchez Guerra le propin— a Aguilera y que ech— por tierra su prestigio como l’der.

Unas semanas despuŽs, el 13 de septiembre, ten’a lugar el pronunciamiento de Miguel Primo de Rivera, y poco despuŽs de su llegada al poder se abord— nuevamente el espinoso asunto de la divisi—n territorial con el objeto de situar las Cajas del Fondo Nacional de Previsi—n. Para ello se dise–— un proyecto de reorganizaci—n del territorio nacional en 49 provincias con 12 o 14 regiones, definidas en funci—n de par‡metros de importancia hist—rica, econ—mica, administrativa o de servicios[5]. Este pron—stico llen— de inquietud y enorme preocupaci—n a las poblaciones m‡s peque–as o a aquellas otras que entendieron el regionalismo como el primer paso hacia el separatismo y la disgregaci—n de la patria. Cinco a–os antes, 1918, y ante el ascenso del federalismo, las Bases de Segovia (convocadas por las diputaciones castellanas) hab’an acordado combatir el separatismo disfrazado de Catalu–a y negarse a la prioridad o superior autonom’a de cualquier regi—n si ello repercut’a en la unidad del pa’s. Al mismo tiempo solicitaban la descentralizaci—n econ—mica y administrativa y un margen m‡s flexible de desarrollo a los municipios y provincias.  El texto del  ÒMensaje de  CastillaÓ era elocuente: ÒViene Castilla, desde hace muchos a–os, sufriendo en silencio toda suerte de vej‡menes, ultrajes y menosprecios de elementos importantes de Catalu–a, donde pol’ticos sectarios, literatos, colectividades y peri—dicos que representan a aquellos, parecen haberse conjurado para hacer odioso el nombre castellano, comprendiendo en este calificativo todo lo que es espa–olÓ.[6]

El asunto de la demarcaci—n territorial espa–ola hab’a sido desde antiguo un proyecto frustrado una vez y otra y fuente de tremendos conflictos entre comunidades. En 1849, y a propuesta de Bravo Murillo, se fund— en Madrid la Comisi—n encargada de formar el mapa geol—gico provincial de Madrid y del Reino. S—lo un a–o m‡s tarde dicha comisi—n  era transformada en el proyecto m‡s general del  dise–o del Mapa geol—gico de Espa–a que fue  encomendado al Inspector General de Minas D. Joaqu’n Ezquerra Bayo. El que ser’a uno de los m‡s famosos regeneracionistas, Lucas Mallada, fue destinado en 1870 a este servicio que por entonces dirig’a  C. Fern‡ndez de Castro y se aplic— a los trabajos de elaboraci—n del Mapa geol—gico tomando como primer referente la provincia de Huesca, de la que Žl era oriundo. Mallada no lleg— a sobrepasar los l’mites de esta provincia pero su estudio le  convirti— en uno de los m‡s prestigiosos ge—grafos del pa’s. En 1881 present— ante la Sociedad Geogr‡fica Nacional una propuesta de divisi—n territorial de Espa–a, en la cual ped’a que se tuviesen en cuenta, a la hora de la distribuci—n administrativa de las provincias espa–olas, principalmente las variables de la superficie y poblaci—n y no tanto las nociones hist—ricas, que s’ hab’a respetado la divisi—n provincial de Javier de Burgos en 1833[7]. Tras la ley de Javier de Burgos, el primer proyecto de divisi—n territorial  hab’a sido  el de Patricio de la Escosura -de 28 de IX de 1847- el cual  propuso una configuraci—n nacional en  once gobiernos generales, proyecto que apenas s’ tuvo existencia unas semanas y al que sigui— el Proyecto de Ley provincial, presentado a las Cortes en enero de 1884 por Segismundo Moret[8]. La ley Moret, que tampoco lleg— a ponerse en marcha,  ordenaba en quince regiones el territorio espa–ol, y fue reemplaza por la m‡s descentralizadora iniciativa del ministerio Romero-Robledo, en  diciembre de 1884, nuevamente mero desideratum. La divisi—n de Silvela y S‡nchez de Toca,  de 1891, inspirada en la de Moret, distribu’a el territorio en trece demarcaciones regionales, entendiŽndose la regi—n como un elemento clave para delimitar diferencias entre comunidades, puesto que, en la opini—n de S‡nchez de Toca (1891) y como repetir’a en su libro de 1907 Regionalismo, Municipalismo y Centralizaci—n,  la regi—n aœn conservaba Òpatentes realidades hist—ricas y naturalesÓ. TambiŽn en 1907 el gobierno de Maura  previ— la organizaci—n del territorio en estas mismas trece regiones.  Apoy‡ndose en los estudios previos de los ge—grafos Macpherson, Ballesteros y Huguet del Villar, Juan Dant’n Cereceda, en los art’culos publicados enÓEl SolÓ durante los a–os 1918 y 1919, dio a luz la propuesta de divisi—n territorial que tres a–os m‡s tarde, 1922, ser’a  editada en forma de libro con el t’tulo  Ensayo acerca de las regiones naturales de Espa–a  [9]. La obra de Dant’n pretend’a constituirse en el contrapunto de Mallada pero aœn sustentaba los mismos criterios de divisi—n territorial.  Por lo que  se refiere al tema que aqu’ nos ocupa el problema de la divisi—n de Dant’n es que continuaba adscribiendo a la regi—n castellana (regi—n ‡rida espa–ola) comarcas de la Ribera, P‡ramo, tierra de Campos, vegas de los r’os îrbigo, Luna y Esla y Toral, vinculadas a la provincia de Le—n,  as’ como otras zonas que  hab’an pertenecido hist—ricamente a su reino. Lo mismo ocurr’a con su memoria al describir la regi—n astur-leonesa, en su mayor parte leonesa: Babia, Gord—n, Maragater’a, Luna, Bierzo, Oma–as, Alto Cares, La Ceana, Las Cabreras, etc.

Cuando las previsiones del gobierno del General Primo de Rivera comenzaron a tener en cuenta un nuevo proyecto de demarcaci—n territorial varios de los eruditos e intelectuales locales de Le—n dieron inicio en la prensa a una campa–a de sensibilizaci—n de los ciudadanos ante el riesgo que corr’a la provincia vistas las posibilidades de la divisi—n territorial espa–ola que se barajaban en el momento.  Por un lado la formaci—n de  una Regi—n Noroeste, que comprendiese Galicia, Asturias y Reino de Le—n,  con capitalidad en Le—n.  Otra posible distribuci—n geopol’tica era el reconocimiento de una regi—n adscrita al antiguo Reino de Le—n integrada por cinco provincias, pero gobernada desde Valladolid. Otro de los proyectos  atend’a a la posible adscripci—n de Le—n a Asturias o a Palencia y, finalmente,  se  planteaba incluso la autodeterminaci—n de Le—n como regi—n independiente. La prensa de aquellas fechas sol’a detenerse a resumir y analizar las propuestas territoriales promovidas en el pasado, proyectos que, como se ha dicho, no hab’an llegado a aplicarse por falta de viabilidad pero que ahora se ve’an  incluso m‡s adecuados a los concebidos por el gobierno presente,  porque en aquellas remodelaciones, de una manera u otra, se hab’a respetado la personalidad de Le—n Òcuando menos uniŽndose con quien siempre estuvo unido, con las ciudades que formaban su antiguo ReinoÓ (Diario de Le—n, 10-11-23, p.1).  En cambio, el peligro era ahora  la asimilaci—n err—nea  de la tierra leonesa a otras comarcas vecinas. Ante esta perspectiva  varios de los intelectuales y pol’ticos de la ciudad de Le—n reaccionaron activamente, primero en la prensa, consignando su preocupaci—n en diversos sueltos, llamando a la ciudadan’a a la movilizaci—n y pidiendo a los pol’ticos que olvidasen sus diferencias ante un problema mayor como era la posible adscripci—n err—nea de la provincia a otra regi—n.  Pero lo peor de todo era la pasividad y la indiferencia con que los leoneses contemplaban toda la actividad pol’tica, alertaba el periodista Fabio Ci—n en el art’culo titulado ÒDe la capitalidad LeonesaÓ publicado en el Diario de Le—n el 13-12-1923:

 

Nos absorben, nos anulan, por deshacer al tirar de nosotros en dos direcciones opuestas, Asturias y Castilla, si aqu’ no surge un potente defensa, instinto de conservaci—n, incluso de enŽrgica protesta contra todo lo que puede empeque–ecer, retrasar, eclipsar la floreciente prosperidad de esta capital y de esta regi—n leonesa [10].

 

Los leoneses no acababan de hacerse conscientes del peligro que les acechaba. En una conferencia pronunciada en el Casino de Le—n, (27-6-1923) Domingo Rex censuraba a la ciudad por su aton’a espiritual, su escasa   cultura patri—tica, la profunda indiferencia con que acog’a cualquier manifestaci—n de cultura. Le—n, dec’a el orador, Òno existe como pueblo m‡s que en el mapaÓ. Le—n es un pueblo que duerme y que por su pereza se corrompe.  Un pueblo que se siente ufano de poder decir que su ciudad es la œnica de Espa–a donde no hay plaza de toros, como si eso quisiera decir que hay, en cambio,  juegos florales o exposiciones art’sticas. Es una ciudad suicida, apostrofa incluso Roa de la Vega en la revista Vida Leonesa. Ante una transformaci—n tan radical como hab’a sido  el golpe de estado -se escandalizaba el cronista del Diario de Le—n (DL) Lamparilla (Carmelo Hern‡ndez)-   el pueblo leonŽs sigui—  Òsu camino como si nada hubiese pasadoÓ. No pudo o’rse en la ciudad, Òni un viva, ni un grito, ni un aplauso, ni nada turb— la calma de la proclamaci—n de la ley marcial. (DL, 4-10-1923)  Le—n no reaccionaba mientras Asturias consegu’a alegar en las alturas la agregaci—n administrativa de Le—n y Valladolid iba convirtiŽndose  en gu’a y norte del movimiento regionalista castellano  ÒÀNo ser‡ hora de que el pueblo, los hombres de buena voluntad que haya se lancen a constituir una agrupaci—n c’vica leonesa, (...) (DL 5-12-1923) se preguntaba Lamparilla. Parece que todos los entusiasmos regionales de que hacen gala tantos, poco pueden impulsar a la defensa porque no son m‡s que eso, entusiasmo sin compromiso.

 

Y no vale decir como  dice el semanario La Cr—nica de Le—n que est‡n probados los entusiasmos por la regi—n, que se tiene esp’ritu leonŽs, si despuŽs, a vuelta de hoja, aparece la cuquer’a perenganista, el quedarse entre dos aguas, el particularismo, la poltroner’a de no molestarse o en sacrificar por el bien comœn un peque–o ‡tomo de amor propio, una minœscula incomodidadÓ (DL, 23-10- 1923).

 

A lo largo de tres o cuatro meses despuŽs del  pronunciamiento militar Lamparilla hizo cuanto estuvo en su mano para promover desde el Diario de Le—n una campa–a de sensibilizaci—n. Logr— agregar en el mismo proyecto a las autoridades y los hombres de prestigio de la ciudad, entre ellos, el director del Instituto, Mariano Dom’nguez Berrueta. Se trataba de defender una divisi—n inspirada en la geograf’a y en la historia, lo œnico que verdaderamente pod’a beneficiar a la provincia y  rescatar el  sentido originario del tŽrmino regi—n[11].   A Mariano Dom’nguez Berrueta le fue encargada por la Diputaci—n Provincial de Le—n [12] una memoria resumen de la situaci—n de la provincia Òdesde punto de vista cultural, pol’tico, socialÓ la cual fue publicada por el Diario de Le—n el 5 de noviembre de 1923.  Pocos d’as despuŽs era contestaba por  Carmelo Hern‡ndez se–alando varias imprecisiones, entre otras, la de emplear la gu’a tur’stica presentada a un concurso del ayuntamiento por Raimundo Fern‡ndez a lo cual sali— al paso el concejal del Ayuntamiento, Arturo Fraile, asegurando que la de Fern‡ndez[13] hab’a sido la œnica que concurs— a la redacci—n de una gu’a tur’stica para  la ciudad. Quiz‡ la redacci—n de esta memoria fue confiada a  Mariano Dom’nguez Berrueta por su profundo conocimiento de la provincia y posiblemente de este documento se tom— lo esencial para la Memoria que finalmente se envi— al Directorio, con mucho retraso respecto de otras regiones,  sobre la situaci—n cultural, econ—mica, industrial de la provincia. En ella se trataba de hacer ver que Le—n era una provincia de primer orden  que no pod’a ser agregada a ninguna otra.

En suma, uno de los principales logros de los escritores leoneses en la prensa fue el de conducir una reflexi—n m‡s profunda acerca del concepto de regi—n y consecuentemente del regionalismo, como nuevo modo de sentir la patria. El leonesismo es Òes algo espiritual- dec’a Diario de Le—n, es una idea, no una n—mina, es querer sentir, amar lo que se ama, siente y quiere ese conjunto de cosas que llamamos Le—nÓ (DL, 7-3-1924). Por eso es necesario alimentar esa pasi—n buscando Ò las ra’ces del leonesismo en los estratos de la historia, en las capas hondas tomadas por la tradici—n, lengua, costumbres, arte, y en los veneros ricos de que corren olvidados, pero limpios, en los romances, cantos populares, en arqueolog’a, en liturgia, que todo es fuente y cantera para tallar y bru–ir los bloques del Leonesismo Ò (ibid)  La moda podr‡ llamarlo regionalismo pero lo que en verdad quiere decir esta palabra es amor a la tierra, que Òno se engendra por las cualidades de la tierra, sino porque es su tierra, su pa’s, su puebloÓ, un amor que llega hasta Òel sacrificioÓ (DL, 7-3-1924). Esta es la raz—n por la que  los intelectuales pusieron en marcha una serie de iniciativas para la recuperaci—n y reevaluaci—n del patrimonio art’stico y popular de la provincia.  Entre ellas vale la pena nombrar la formaci—n de  una  Comisi—n de Monumentos (DL, 27-10-23) para promover la restauraci—n y protecci—n de los edificios emblem‡ticos de la ciudad[14]. TambiŽn se fund—, en enero de 1924, a imitaci—n de lo que se hab’a hecho en otras provincias, la Uni—n Patri—tica Leonesa, sociedad c’vico regionalista a la que se hab’a se–alado el objetivo de mantener la personalidad hist—rica, geogr‡fica, tŽcnica  pol’tica, el afianzamiento y defensa de los valores e intereses regionales  de Le—n, Òen todos sus aspectosÓ, desde Òla restauraci—n de nuestras gloriosas tradiciones, la conservaci—n de nuestra instituciones, el acrecentamiento y progreso de la riqueza comercial, industrial, agr’cola, pecuaria y forestal, la difusi—n de la cultura, y creaci—n de centros docentes en los m‡s apartados lugares, la sindicaci—n agraria  obrera, la apertura  de nuevas v’as de comunicaci—n y, en suma, cuanto tienda a hacer pr—spera y grande nuestra querida regi—nÓ (DL, 15-1-1924). Esta sociedad se vio completada con la fundaci—n de otra Uni—n Patri—tica en  Astorga el 27-10-1924.  Expresado lo mismo en lenguaje m‡s claro y menos capcioso, el partido œnico del General Primo de Rivera se ocup— de absorber para la intenci—n centralista los brotes regionalistas, integrando en el patriotismo nacional la irritada sensibilidad de los que defend’an las singularidades de la cultura natal.

En marzo de 1925,  La Cr—nica de Le—n  (LC, 21-3-1925) daba noticia del  nacimiento de  la Sociedad de Estudios Leoneses cuyo prop—sito hab’a de ser la divulgaci—n de las obras de autores leoneses (que habr‡n de formar Biblioteca de Estudios Leoneses) y de toda informaci—n vinculada con hallazgos o actividades en el marco de las tradiciones leonesas de la pudiese hacerse eco la  prensa, local, nacional y extranjera.  Dos meses despuŽs de su fundaci—n, el 16 de mayo, su director, Juli‡n Sanz Mart’nez  ped’a en un manifiesto la adhesi—n de las principales personalidades de la ciudad[15] y publicaba el borrador de sus estatutos (LC, 23 de mayo de 1925) Entre las obligaciones de la Sociedad se contaba la organizaci—n de conferencias, exposiciones y excursiones dirigidas al fomento del estudio de temas leoneses, la formaci—n de un archivo fotogr‡fico de todas estas actividades, y la confecci—n de un ’ndice bibliogr‡fico de todo lo publicado referente a la regi—n, cuya œltima finalidad ser’a la formaci—n de un  museo etnogr‡fico. Un mes m‡s tarde, el 20 de junio de 1925, LC daba la noticia de la constituci—n de un Centro Regional de Le—n en Madrid. La Sociedad de Estudios Leoneses comenz— sus actividades con la convocatoria de un concurso para artistas de la regi—n (que no tuvo gran Žxito puesto que hubo de ampliar su plazo para recibir m‡s obras, LC, 10-12-1925), promovi— adem‡s la convocatoria de un concurso de recopilaci—n  de canciones populares, una  exposici—n de trajes regionales, y  la instituci—n del ÒD’a regional de Le—nÓ, etc.[16] De todas forma no debi—  ser muy operativa. S—lo un a–o despuŽs, en un art’culo de La Cr—nica (16 de octubre de 1926) que comentaba el estudio le’do en 1919 por Miguel Bravo en el C’rculo Mercantil Astorgano, Daniel Reyero apoyaba la propuesta del erudito de promover un cuestionario para implicar a los maestros y p‡rrocos en la recopilaci—n folkl—rica de materiales [17] y aseguraba que para esta tarea no hac’a falta ir a llamar a las puertas de la Academia de la Historia. La provincia contaba con estudiosos como –y Reyero hac’a la n—mina de eruditos locales- Miguel Bravo, Julio Gonz‡lez, JosŽ Mar’a Luengo, R. Rodr’guez, Antol’n GutiŽrrez Cu–ado (alcalde de Le—n), T. Gala, JosŽ Mar’a Vicente, Mariano Dom’nguez Berrueta,, F. del R’o, Medina Bravo, y Publio Su‡rez. Pero la conclusi—n era mordaz, Òy alguno m‡s; pero no muchos, no sea que ocurra igual que con la Sociedad de las Naciones, digo con la Sociedad de Estudios Leoneses, que al parecer, no da se–ales de vidaÓ.

Como se ha dicho, en estas iniciativas no hab’a ningœn prop—sito separatista. Al contrario. Como se advierte en la obra literaria de afamados escritores del regionalismo, singularmente Pereda, no parec’a verse contradicci—n alguna entre la exaltaci—n de la patria chica y la consolidaci—n del pa’s, pues como argumenta un an—nimo corresponsal del DL:

 

Las regiones lo son por eso, por su naturaleza especial, por su historia, sus dialectos, sus costumbres, sus usos, derecho consuetudinario, trajes, ajuares de casa, aperos de trabajo, folklore, etc. No suelen coincidir los l’mites de las regiones hist—ricas y geogr‡ficas o naturales. Todo lo que Žstas tienen de permanentes e inalterables como hechas por la naturaleza lo tienen de artificiales y transitorias las divisiones hechas por los hombres[18].

 

 

Y porque, como explicar‡ un folklorista un poco posterior, Manuel Fern‡ndez Nœ–ez (Folklore leonŽs, 1931) hacer regi—n es formar patria. El cultivo de las tradiciones populares  har‡ patente de por s’ las divergencias entre regiones y, consecuentemente, la necesidad de utilizar un criterio hist—rico en el problema de las demarcaciones territoriales.

 

(... )las canciones populares, las leyendas, la tradici—n, la mœsica, el traje, las modalidades peculiares, el dialecto, cuanto tiende a expresar manifestaciones propias, espont‡neas, de la regi—n, sin mixtificaciones sospechosas, har‡n historia, y como elemento inexcusable la historia ha de unirse. Hacer regi—n, es formar patria. Al fin de toda esa multiplicidad de factores, brota un comœn anhelo, una afinidad, un sentimiento inconfundible, una analog’a y una comunidad de aspiraciones que tiene su œltima manifestaci—n en la patria.  (Folklore, pr—logo).

 

Sin embargo, opinaba el periodista Jacinto Rojo, pese a que no pueden resultar incompatibles patria y regi—n,  s’ se observa en la  provincia leonesa una apat’a, un conformismo, hasta un desdŽn -no menos da–ino por su relativa inconsciencia-  que no puede traer sino consecuencias nocivas para la regi—n y para el conjunto del pa’s, precisamente en un momento en Òque el esp’ritu de las regiones va cobrando br’os portentosos –vŽase quŽ hacen los vascos, los salmantinos, los valencianos, los gallegos-Ò. Esta actitud  se revelar‡ perjudicial porque no ya la mœsica leonesa sino tambiŽn Òsu literatura, su arte, su industria Ò es desconocida fuera de la regi—n Òapenas cruzamos los l’mites de la provincia, barrera artificial con la que jam‡s pudimos estar conformesÓ[19]. Lo mismo reitera el DL [20]cuando tacha a la regi—n de ÒindiferenteÓ  porque ha consentido que se lleguen a adjudicar los valores netamente leoneses, Òa ciertas provincias castellanasÓ y porque intencionadamente deja dormir en el olvido Òacontecimientos en los que Le—n lleva la primac’aÓ. M‡s en concreto y refiriŽndose a la mœsica tradicional se lamentaba Jacinto Rojo en LC de que el  desdŽn por lo t’pico y lo viejo, y el ansia de renovaci—n estuviese forzando la sustituci—n de todo lo que hab’a caracterizado al pueblo por otras manifestaciones sin calidad suficiente para perdurar, ni autŽnticamente representativas.[21]

En verdad, el interŽs de los peri—dicos leoneses por el estudio de tradiciones y motivos t’picos  de la cultura popular fue obvio tal como se desprende de  las numerosas entradas al tema.

 

De larga fecha son protestas nuestras tambiŽn en la prensa para que por todos los medios tratemos de conservar el folklore regional y la mœsica genuinamente de la tierra ya premiando a los pocos compositores que como Villar, Blanco, etc. han mostrado interŽs decidido en recoger y coleccionar lo que han hallado de este orden, ya estimulando m‡s esta afici—n, como asimismo dando a conocer en sus audiciones cultas y populares lo que aœn resta, que no es poco, de aquel hermoso caudal de armon’as (Su‡rez Uriarte: 1924)

 

Los personajes a los que alude Publio Su‡rez son Venancio Blanco, que en 1909 inici— la publicaci—n de Las mil y una canciones populares de la regi—n leonesas[22]  y Rogelio Villar con su obra  ÒCanciones leonesasÓ  rese–ada en abril de 1905 en El Mensajero de Le—n,  donde un an—nimo autor, posiblemente su director M. Bravo Medina, dec’a:

 

Las canciones leonesas son verdaderos poemitas musicales, en el estilo de Grieg y de los compositores de la moderna escuela rusa que con sus hermosas obras van conquistando la admiraci—n del mundo. El tema de estas composiciones aparece siempre en su integridad; tal como le canta el pueblo leonŽs, pero el maestro, como si quisiera analizarlo y exponerlo en varios matices, lo desarrolla y parafrasea en medida tan justa y original, que produce singular encanto al realzar su propia inimitable belleza. Para conseguirlo emplea varios giros r’tmicos y muy discretos comentarios arm—nicos y contrapunt’sticos, relacionados con el car‡cter de la pieza, y aœn con lo que pudiera llamarse sus condiciones Žtnicas, pues el Sr. Villar, como leonŽs, conoce a maravilla, los antecedentes hist—ricos y literarios de estas manifestaciones  del arte popular de su tierra.  El Mensajero de Le—n, (18 de abril de 1905)

 

Inclu’a la colecci—n de Villar las siguientes canciones

 

-       Berceuse. ÒNo me mires que me matas / con esos tus ojos tristesÓ

-       Danza monta–esa.  ÒOrilla, orilla, / que esta noche no duerme, sola la ni–aÓ

-       Endecha.Ó La vi llorando y dije / Àpor quiŽn suspiras?Ó

-       Danza ribere–a. ÒSoy del hoyÓ

-       Ijujœ

-       Ronda. ÒLev‡ntate morenita / lev‡ntate resaladaÓ

-       Tonada. ÒCampo verde, campo verde / el campo y sus olivaresÓ

-       Campesina. ÒÀC—mo quieres que vaya / de noche a verte?Ó

-       Remembranzas. ÒCalle arriba, calle abajo /anda un gavil‡n heridoÓ

-       Scherzo. ÒTres hijuelos hab’a el reyÓ

-       Danza Leonesa, Ó El d’a que tu naciste / nacieron todas las floresÓ

-       Meditaci—n. ÒCuando vayas a la fuente / no vuelvas anochecido, resaladaÓ

-       Scherzo. ÒSi de Le—n me ausento / lloro de penaÓ

-       Ecos. ÒTengo para quererte / prudencia y modoÓ

-       Berciana. ÒArriba el lim—n, abajo la olivaÓ

-       Lamento. ÒAunque mi madre no quiera / contigo me he de casarÓ

-       Danza leonesa. ÒAy, ay, ay, ay, como retumba el pandero / Ay, ay, ay, ay, como le tocarŽ yoÓ.

-       Nocturno: ÒMe dijiste que era fea / y al espejo me mirŽÓ

-       Alborada. ÒQu’tate de esa esquina / majo que llueveÓ

-       Melancol’a. ÒPor el puente de Bembibre/ pasaba un arrieroÓ

-       Danza maragata. ÒSal a bailar buena moza / sal a bailar maragataÓ

-       Ocaso. ÒEres como el ave fŽnix / que cuando muere renaceÓ

-       Nostalgia. ÒPor aquellos campos verdes / bajaba un labradorÓ

-       Eleg’a. ÒSœbete a la torre y mira / mira si viene el que esperoÓ

-       Danza monta–esa. ÒElla se est‡ divirtiendo / con rosas de otro rosalÓ.

 

 

A continuaci—n, el an—nimo cr’tico de El Mensajero leonŽs animaba a Villar a llevar lo que ahora compon’a en piano hacia la forma del lied,  el cuarteto o la suite de orquesta, e incluso el gŽnero teatral para que el  trabajo del maestro Villar –bajo la perspectiva de un nuevo enfoque de lo popular- cristalizase en todo su Òalcance art’sticoÓ.

 

En esta labor de recuperaci—n del patrimonio folcl—rico  el DL no brind— ep’grafes de periodicidad regular  (P‡ginas leonesasÓ, ÒRevista agr’colaÓ, ÒAsuntos leonesesÓ) sino que comœnmente utiliz— secciones de este tono para cubrir huecos de la maqueta, en Žpocas de menos densidad informativa[23], pero, de vez en cuando, sus p‡ginas insertaron poemas, canciones y coplas invocando el argumento ret—rico de que constitu’an verdades generalmente aceptadas. Por ejemplo, al hablar de la festividad de la Virgen del Pilar, advocaci—n t’pica espa–ola, Lamparilla a–ad’a el  Òcantar popularÓ:

 

Hay en el mundo una Espa–a

y en Espa–a un Arag—n

y en Arag—n una Virgen

Reina del pueblo espa–ol (DL, 12-10, 1921)[24]

 

 

Pero, indudablemente, el plato fuerte de la recuperaci—n regionalista en la prensa fue obra de La Cr—nica  de Le—n. Este peri—dico contribuy— a la recuperaci—n popular con varias secciones espec’ficas en las que se comentaron tradiciones. Eran aquŽllas: Asuntos leoneses, Al vuelo, Por los pueblos, Monumentos leoneses, Lugares, Notas para la historia de Le—n y su provincia, Valores regionales, Costumbres monta–esas, Mirando al pasado, Folklore, Supervivencias prehist—ricas, Rincones leoneses, Andanzas por las tierras de Le—n, Acerca del origen de....De la monta–a leonesa: descripci—n de...  Origen de supersticiones, etc.). En estas secciones se ofrec’a la trascripci—n de  cantares, se describ’an monumentos y se propon’an medidas para su restauraci—n y conservaci—n, se hac’a la rese–a de las obras  hist—ricas o de investigaci—n folkl—rica que se ocupaban de  la provincia de Le—n[25], o se aconsejaba sobre rutas pintorescas, etc.   Principalmente Jacinto Rojo y Daniel Reyero instaron a reunir fuerzas para abordar la tarea de la recopilaci—n. Ahora o nunca, era el lema de  Reyero. Era perentorio recoger copiar, y publicar todo lo que el pueblo sab’a acerca de la medicina, higiene, bot‡nica, pol’tica, moral y agricultura, y copiar los proverbios, cantares, adivinanzas, f‡bulas, cuentos, leyendas, y tradiciones.  Asimismo se hac’a  necesario transcribir usos y costumbres, ceremonias, espect‡culos, fiestas familiares y regionales; codificar los ritos, creencias, supersticiones, mitos y juegos infantiles que recuerdan vestigios de civilizaciones pasadas y hacer el repertorio de las locuciones, giros, trabalenguas, voces infantiles, modismos, provincialismos, top—nimos, etc.

Otra de las revistas que en menor medida se ocup— de temas locales fue Renacimiento. En un art’culo titulado, ÒLas canciones leonesasÓ[26] (procedente del libro Paisajes hombres y costumbres de la provincia de Le—n,  de 1922) Le—n Mart’n Granizo resum’a algunos de los t—picos m‡s repetidos en la prensa acerca del cancionero leonŽs. La canci—n, aseguraba Mart’n Granizo, ha acompa–ado casi todos aquellos actos de la vida social del pa’s, mostr‡ndose Òunas veces t’mida y l‡nguida como en los cantares de amor, y otras bronca y acerada como en los restos de los rudos cantos de guerra, de los que aun quedan reminiscenciasÓ (Ib’d.). Pero siempre, insist’a el autor, afirmando la relaci—n con la naturaleza, pues los accidentes y elementos de Žsta son los que pueden encontrarse en aquella. As’ pues, puede decirse que la canci—n  popular es un producto geogr‡fico que aœn pervive en la provincia de Le—n Òsosteniendo y alimentando con su ritmo el esp’ritu de sus hombres y hasta de sus cosasÓ.  Esa misteriosa simbiosis entre sus estrofas y sus paisajes es una evidencia que nadie puede negar cuando escucha alguna de esas  viejas canciones Òdicha en su hora y en su lugarÓ. Principalmente la canci—n es ritmo y fuerza arm—nica, pero de esta energ’a es de donde toman fuerza las palabras y las formas mŽtricas hasta conseguir que traduzca la emoci—n del esp’ritu. La canci—n es Òun completo organismo vivo que crece, se ensancha, se reproduce y muereÓ. Unas veces se manifiesta emigrante y ambuladora, y otras se agarra al terru–o Òadormilada en sus rinconesÓ para salir œnicamente en d’as de fiesta.

Mart’n Granizo diferenciaba en su art’culo dos tipos de canciones, las de la monta–a y las canciones del llano, divisi—n que coincid’a con la establecida por Rogelio Villar en su repertorio. A esta clasificaci—n superpon’a la que distingu’a  entre  canciones adaptadas a las diversas circunstancias de la vida comœn y aquellas otras espec’ficas de  las  diversas Žpocas y estaciones del a–o. Ambos tipos pod’an ser resumidos en la  enumeraci—n de Òcanciones picarescas, humor’sticas, sat’ricas, epital‡micasÓ. Ya fuesen de un tipo o de otro todas ellas ven’an acompa–adas  por la  pandereta y la zanfo–a en el norte y el tambor y la flauta en el sur. Como anotaba tambiŽn Rogelio del Villar todas ellas databan de una antigŸedad, remot’sima, pues el pueblo leonŽs Òcanta aœn como cantaba en el siglo XIVÓ. Y a t’tulo de ejemplo citaba Mart’n Granizo la  estrofa de una canci—n del llano Òcon su monoton’a peculiar, con su sobriedad,  con su grave sentimiento del amorÓ:

 

Desde la mi ventana

le veo arando

con el buey Golondrino

y el Avellano.

Arre, buey; tente, vaca;

cela, Romero,.

Esta es la tonadilla de mi vaquero. (p.74)

 

A la que pod’a contraponerse la dulzura ingenua de una canci—n de monta–a:

 

                          Ya se van los pastores a Extremadura,

ya se queda la sierra triste y escura.

Para Extremadura se van marchando,

y las pobres zagalas quedan llorando  (p.74)

 

Los cantares de boda que en el sur, cerca de Valencia de Don Juan se llaman, ÒPajarcicosÓ,  constan de una parte variable y otra fija. La que var’a es la siguiente:

 

Cantaban los pajarcicos

a la sombra de un espino,

y en su lengua nos dec’an;

ÁQue viva el se–or padrino!

A la gala, gala, de la rosa bella;

a la gala, gala, del gal‡n que la lleva;

a la gala, gala, de la bella rosa;

a la gala, gala, del gal‡n que la goza.

 

TambiŽn de los alrededores de Valencia de Don Juan pod’a anotarse esta canci—n:

 

Yo le quiero labrador,

que coja las mulas

y se vaya a arar,

y a la media noche

me venga a rondar.

Labrador, labrador, ha de ser...

quien de mi ventana se lleve la miel.

 

All‡ arriba en aquella monta–a

hab’a una ca–a

y en ella una flor....

ÁLabrador, labrador es mi amor!

 

No le quiero molinero,

que le llaman maquilero,

yo le quiero labrador,

que coja las mulas y se vaya a arar...

y a la media noche me venga a rondar.

 

Pero cerca de La Magdalena,  a orillas del r’o Luna,  aclara Mart’n Granizo, la canci—n de amor tomaba otro sesgo.

 

Aunque soy monta–esina,

vizca’no no le quiero

ÁArriba monta–esina salada!

Arriba y no te caigas n«el agua!

 

Quien tiene pena se muere,

quien no las tiene tambiŽn;

yo quiero vivir alegre;

ma–ana me morirŽ.

Que viva mi amante,

que viva mi amor;

que viva mi amante,

que cogi— la flor. (pp.74-75)

 

En su art’culo ÒMœsica leonesaÓ Jacinto Rojo hab’a reiterado la misma impresi—n (LC, 12-5-23). La canci—n nunca podr‡ ser  superada o sustituida  porque adem‡s de expresar a la  comunidad es casi obra espont‡nea de la naturaleza.  La canci—n popular es  humana pero su humanidad est‡ absorbida y transformada por la misma naturaleza. Su origen proviene de las remotas Žpocas en que  el esfuerzo del hombre era mucho menor, cuando parec’a que todo lo pon’a la naturaleza, ÒPor eso nos parece hoy algo as’ como una flor o un fruto nacidos espont‡neamente del seno de la madre tierraÓ[27]. En la visi—n  de Su‡rez Uriarte,  era posible ver en la canci—n una creaci—n autŽntica en cuanto en ella se trasluc’a  la perfecta fusi—n de poes’a y mœsica.

 

Es, pues, la canci—n popular l’rica, y en especial, su elemento musical, suz—n, la que entona, como uno de los elementos concurrentes de que habla Taine, en el gran cuadro viviente e insuperable de la naturaleza. Es en la plasticidad del paisaje la maga que nos inicia en lo que pudiŽramos llamar la cuarta dimensi—n del arte. (...)

 

Aparte de este sentido musical de la canci—n, cuando la consideramos en sus concreciones poŽticas encontramos en ella otros mŽritos y otros importantes valores. Su pensamiento recorre toda la gama de alturas, desde los m‡s elevados o los m‡s profundos hasta los m‡s sencillos y triviales que se deslizan a ras de tierra. Parece que siempre procurando imitar a la naturaleza, escribe la balada con inspiraciones encontradas en la cumbre inaccesible; en el misterio del bosque, o en el secreto del lago; ya en el madrigal compuesto con los aromas de florecillas silvestres, ya el agudo epigrama que hiere como la espina de la zarzarrosa; ora la anacre—ntica que con el manso rumor del arroyo canta los placeres f‡ciles de la vida, o la eleg’a que llora con rugir de oleaje las fieras mordeduras del dolor o el epitalamio que celebra la sublime c—pula con el incienso de toda la flora primavera.

 

ÁY quŽ riqueza de adornos en la franca sencillez de su estilo! Toda la rica pedrer’a de met‡foras, im‡genes y s’mbolos campea en la canci—n popular. Tan espont‡neas y propias le son como a la tierra es dar floresÓ (Publio Su‡rez Uriarte, ÒLa canci—n popularÓ, Vida Leonesa 1 de junio de 1924, n.5)

 

A modo de ejemplo citaba los versos siguientes

 

ÀPara quŽ subes tan alto

paloma, si vas herida?

ÁCu‡nto m‡s arriba subas,

mayor ser‡ la ca’da!

Cuando vayas a la fuente

no vuelvas anochecido

que es maliciosa la gente

Valle arriba, valle abajo

anda un gavil‡n herido

ÁNunca has de poder pagarme

lo mucho que te he querido!

 

De todas formas, no todos los eruditos leoneses compartieron la misma fe incondicional en la materia folkl—rica. Rogelio Villar opinaba, por ejemplo, que lo popular de por s’ no pod’a constituirla  obra art’stica[28].

 

Nosotros hemos tenido, se ha dicho muchas veces, un gran mœsico: el pueblo, que, como el artista, tiene tambiŽn su personalidad, su manera y hasta su estilo. En Žl est‡ vinculada nuestra verdadera y casi œnica tradici—n musical. El canto popular vibra en el campo en toda su ingenuidad, en toda su primitivez; siendo un hecho real las nacionalidades musicales desde el punto de vista general del arte, pero Žste no adquiere todo su desarrollo y su valor hasta el momento en que el artista le estiliza, le refina; cuando le transforma de arte natural, llamŽmosle as’, en arte erudito; de mœsica natural en mœsica art’stica [29].

 

Es decir, en  el terreno de la mœsica no vale lo que se aplica en la poes’a acerca del arte ingenuo.  La belleza natural propiamente dicha no existe en la mœsica. Si la canci—n se compone de sonidos regulares y medidos, de enorme sencillez, no deja por eso de ser producto de la inteligencia, por eso nunca un elemento tomado del mero sentimiento o de la belleza natural es otra cosa que el primer grado de un arte sencillo. Y esto teniendo en cuenta que no ha  de entenderse por mœsica popular la mœsica populachera y plebeya de las  ciudades. El arte popular es un arte elemental, aun muy pobre en sus realizaciones tŽcnicas. Por eso cuando se defiende un arte popular, impregnado del esp’ritu colectivo,  es en el sentido de tomar del esp’ritu popular la inspiraci—n para desarrollarla en formas art’sticas y elevadas. Lo cual nada tiene que ver con la obra de los coleccionadores de cantos populares, cuyo mŽrito es obvio. Se trata de no conformarse con formas medianas, el pot-pourri, la fantas’a o rapsodia, etc. Se trata de no dejarse confinar en el localismo cuando el arte por esencia aspira a lo universal. As’ se entiende que el lied sea el gŽnero hacia el que apunta la cr’tica de Villar.  El lied, como explica Gabriel Mart’nez[30] es el œltimo paso de elevaci—n del material popular, la perfecta simbiosis entre mœsica y poema donde el piano deja de ser mero acompa–amiento y participa con la caracterizaci—n en el argumento poŽtico. El origen de la canci—n popular es siempre an—nimo, independientemente de la armonizaci—n que se le otorgue. La canci—n culta, en cambio, aunque inspire su melod’a en el folklore de una determinada regi—n procede de un autor reconocido. En este sentido se pide al lied que alcance la simbiosis perfecta entre canci—n folkl—rica y canci—n culta, algo as’ como lo que consigue Lorca en sus poemas.

 

Bibliograf’a

Al’a Miranda, Francisco, Duelo de sables. El general Aguilera, de ministro, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004.

 

Cancionero castellano Enrique de Mesa; con un ensayo de Ram—n PŽrez de Ayala.  Madrid : Renacimiento , 1917.

 

Cancionero de la guerra civil espa–ola selecci—n y pr—logo de Ildefonso Pereda ValdŽs . - Montevideo : ComitŽ Pro-Defensa de la Repœblica Espa–ola : Claudio Garc’a , 1937.

 

Cancionero de Madrid MCMXXVII Compilado por Pilar Diez Carbonell,  Madrid: [s.n.] , 1926 (Tipografia Artistica).

 

Cancionero popular y tradicional de la provincia de Le—n. (T.1)  (1988), ed. S‡nchez Manzano, Instituto LeonŽs de Cultura.

 

Canciones populares del Reino de Le—n  (1982),  Barja Iglesias, Angel.  Alpuerto, S.A.

 

D’az Gonz‡lez, Joaqu’n, ÒRecopilaciones de folklore musical en Castilla y Le—n (1862-1939)Ó,  Revista de Folklore, 1991, t 11b ,  nœmero: 128, pp.: 68-72.

 

Dom’nguez Berrueta, Mariano,  Del Cancionero leonŽs,  [S.l. : s.n., 1941 (Le—n : Imp. "Proa").

 

Fern‡ndez Nœ–ez, Manuel, Folk-lore leonŽs : (canciones, romances y leyendas de la provincia de Le—n, e  indicaciones hist—ricas sobre la vida jur’dica y social en la Edad media)  Madrid : [s.n.], 1931 (Madrid : Imp. del Asilo de HuŽrfanos del S.C. de Jesœs).

 

Folh-Lore Ž Cancionero Salmantino por D‡maso Ledesma presbitero. [Preambulo de T. Bret—n] . - Madrid : [s.n.] , 1907 (Imp. Alemana).

 

Folk-Lore de Castilla — Cancionero popular de Burgos por D. Federico Olmeda. – Sevilla, Lib. Edit. de Maria Auxiliadora , 1903.

 

Mart’n-Granizo, Le—n, La provincia de Le—n : Paisajes, hombres, costumbres y canciones, Madrid : [Torrent], 1929.

 

Mart’nez Garc’a, ed. Selecci—n y comentarios,  50 a–os de cancioneros asturianos armonizados (1885-1935); pr—logo por J. E. Casariego  Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, 1989.

 

Mor‡n Bard—n, Alrededores de Salamanca,  Salamanca : Calatrava , 1923.

 

Torner, Eduardo, Cancionero Musical de la L’rica popular asturiana, Tip. Nieto y compa–’a, Madrid, 1920.


 

Anexo.

 

Para concluir, copiaremos algunos de los materiales folkl—ricos incluidos en la prensa leonesa por estas fechas. En esta ocasi—n, algunos cantares que muestran el interŽs regionalista de que venimos hablando.

 

1. ÒCantares populares de la fiesta del CarmenÓ, Diario de Le—n 16 de julio de 1924

 

Toma este Escapulario

ponlo en tu pecho

y a las balas de plomo

no tengas miedo.

 

Si una corona pusiera

por encima de tu pelo

parecer’as la imagen

de la Virgen del Carmelo.

 

El santo Escapulario

que me diste al marchar

Del pecho que te adora

nunca se apartar‡.

 

Yo me asomo a la ventana

y a voces clamo a mi madre

si mi madre no responde

escucho a la Virgen del Carmen.

 

A la Virgen del Carmen

quiero y adoro

porque saca las almas

del purgatorio.

 

Atada a la cadena

de tu Rosario

Baja hasta el Purgatorio

Tu Escapulario.

 

y cuando llega

salen de all’ a montones

las almas buenas

 

Estas palabras reproducen literalmente lo que segœn la tradici—n popular la Virgen dijo a S. Sim—n Stock, general de la orden de los Carmelitas, cuando se le apareci— el 16 de julio de 1252, prometiŽndole que quien llevase aquel s’mbolo de su propio manto, y por tanto, de la voluntad de ponerse bajo su amparo, no sufrir’a la muerte eterna del infierno. M‡s aœn, que en el s‡bado siguiente a la muerte la Virgen en persona lo sacar’a del purgatorio.

 

 

 

2. ÒCantares en la fiesta de la Pur’simaÓ, Felisa Villa,  ÒDescripci—n y situaci—n de Castro VegaÓ en la secci—n Manos Blancas, en La Cr—nica,  13 de mayo de 1922 que continœa como ÒFiestas y c‡nticos popularesÓ el 20 de mayo de 1922.

 

La primera, va por Dios;

la segunda, por Mar’a

la tercera, porque vayan

tus palabras con las m’as.

 

Los labradores

por la ma–ana

cogen la reja,

van a la fragua,

ramo de flores

por la ma–ana

los labradores[31].

 

Tiene ojos de que s’

carita de no negarlo

y amiga de socorrer

al pobre necesitado.

 

Los labradores, etc.

 

Todos los ojitos negros

les van a aprender ma–ana,

y tœ que negros los tienes

Žchate un velo en la cara.[32].

 

Los labradores, etc.

 

En Valverde sale el sol,

en Matallana la luna

en Castrovega del alma

la rueda de la fortuna.

 

Los labradores, etc.

 

Para queso Villal—n;

para jardines Valencia

para tocar y bailar

las mozas de Castrovega[33].

 

Las fuentes han sido el cura, el maestro y cincuenta vecinos. Fue un trabajo premiado por el Ayuntamiento en el Certamen literario de la Asociaci—n cat—lica de normalistas.


 

 

 

 

 

 

3. Cantares de Siega , ÒPor los pueblosÓ,  La Cr—nica de Le—n, n.436, p. 4, 2 de agosto de 1930. Firmado J.G.

 

  Ò Hay que ver a nuestros segadores de Bierzo bajo, atareados en las faenas de la siega, y expuestos a los ardores del sol, que para aliviar estos trabajos tan ‡speros emplean una serie de cantares, con los cuales se les olvida el cansancio y les origina m‡s vigor y fuerza en el fatigable trabajo, como es el segar el pan con la hoz. A los cantares les dan un tono trŽmulo y pausado, cuyos cantares son los siguientes.

 

No es fantas’a

el cantar de ma–ana;

no es fantas’a.

No es fantas’a,

que se acaba la gracia

para todo el d’a.

 

Canto sin ella

porque no tengo gracia;

canto sin ella.

Canto sin ella,

yo quisiera comprarla,

no hay quien la venda.

 

Para cuando llega la que lleva la comida, empiezan el cantar siguiente:

 

Vienes airosa

cuando vienes al campo;

vienes airosa,

vienes coloradita

como una rosa[34].

 

Y siguen los cantares siguientes:

 


No viene el m’o,

viene tu carretero;

no viene el m’o.

No viene el m’o,

a la sombra del carro

queda dormido.

 

La que es doncella

en el cantar se conoce;

la que es doncella.

la que es doncella

tiene la voz delgada,

alta y serena.

 

Porque no tengo

dices que no me quieres;

porque no tengo.

Porque no tengo

la nariz afilada

y el pelo negro[35].

 

Has de quererla,

dices que no la quieres;

has de quererla.

Has de quererla,

has de probar el agua,

has de beberla.

 

Retumba el agua

por debajo del puente;

retumba el agua.

Retumba el agua,

es la mi morena

que el pa–o lava[36].

 

Canta un canario

en tu garganta, ni–a;

canta un canario.

Canta un canario

dale ca–a dulce

que cante claro[37].

 

Tiene peligro

la mujer junto al hombre;

tiene peligro.

Tiene peligro,

como los garbanzales

junto al camino.

 

Cantando dice

la perdiz en el nido;

cantando dice.

Cantando dice

la que tiene marido,

de quŽ se aflige.

 

Muera la otra,

viva mi cuadrilla;

muera la otra.

Muera la otra,

que parece madeja

de seda floja.

 

M‡s me valiera

cuando te d’ la mano;

m‡s me valiera.

M‡s me valiera

Hacer la sepultura

y echarme en ella.

 

Ven tœ si quieres

a los madriles voy;

ven tœ si quieres.

Ven tœ si quieres

a cumplir la palabra

dada la tienes.

 

Traigo que darte,

de los madriles vengo;

traigo que darte

Traigo que darte,

una peina y un peine,

para peinarte.

 

Con cinco mulas,

arrierito nuevo;

con cinco mulas.

Con cinco mulas,

tres y dos son del amo,

las otras tuyas.[38]

 

Sale del alma

el amor que tengo;

sale del alma.

Sale del alma,

si del alma no sale,

no vale nada.

 

Madre, c—rteme

por cortar ca–a dulce;

madre, c—rteme.

Madre, c—rteme,

ca–a dulce del alma

Ác—mo me duele!

 

De Villalibre

la sobrina del cura;

de Villalibre.

De Villalibre,

dicen que es tan bonita

que Dios nos libre.

 

Van dos con dengue

por la calle abajo,

van dos con dengue.

Van dos con dengue,

una pica el cigarro,

otra lo enciende.

 

Son dos contrarias

las dos que andan en el baile;

son dos contrarias,

una baila de risa,

otra de rabias.

 

Majo, a las mulas,

cuando vas a dar agua;

majo a las mulas.

Majo, a las mulas,

desde mi cama siento

las herraduras[39].

 

ÁQue no cantemos,

de Madrid ha venido;

que no cantemos!

ÁQue no cantemos,

que se ha muerto la Reina,

que la recemos!

 

Ni–a de Orense

quŽ quieres que te traiga;

ni–a, de Orense.

Ni–a, de Orense,

un pa–uelo de seda

que dure siempre.

 

De La Rioja

quŽ quieres que traiga;

de la Rioja,

un libro de cantares,

hoja por hoja.

 

Ni–a, de Lugo

quŽ quieres que te traiga;

ni–a de Lugo.

Ni–a de Lugo,

un pa–uelo de seda

que cueste un duro.

 

Con la verbena

para quŽ me comparas;

con la verbena.

Con la verbena,

si la verbena es blanca,

yo soy morena.

 

Tiene tres torres,

la Virgen del Rosario;

tiene tres torres,

dime, blanca paloma,

en cu‡l te pones[40].

 

Que te empapelen

va diciendo tu madre;

que te empapelen.

Que te empapelen,

las desempapeladas

nadie las quiere.

 

Este es el propio ritmo y metro con que los cantan, ahora , que su verdadera simetr’a es la siguiente:

 

Va diciendo tu madre

que te empapelen,

las desempapeladas

nadie las quiere.

 

5. ÒDe RondaÓ, Por los pueblos, La Cr—nica de Le—n, n.323, p. 3, 2 de junio de 1928. Restituto Mart’nez. (Hace cincuenta a–os. Pueblo, Cerezales de Rueda – o del Condado, como al lector le plazca)[41]

 

ÒLas noches de los miŽrcoles y de los s‡bados eran las preferidas para rondar. Algunas veces al oscurecer, y casi siempre despuŽs de cenar, grupos de mozos recorr’an las calles del pueblo entonando canciones propias del caso. He aqu’ algunos cantares:

 

Por esta calle me voy,

por la otra doy la vuelta,

la dama que tenga amores

que deje la puerta abierta[42].

 

Por tu calle voy entrando,

resalada, prenda m’a;

por tu calle voy entrando,

despierta si est‡s dormida.

 

Despierta si est‡s dormida,

que dormida no estar‡s,

porque los enamorados

duermen un sue–o y no m‡s[43].

 

Esta noche la ronda

yo me la llevo,

si hay algœn atrevido

que salga luego.

 

Considero que estar‡s

en la cama y no durmiendo,

estar‡s considerando

en el amor que te tengo.[44]

 

A tu puerta estuve anoche,

tres veces toquŽ al candado.

Ni–a, pa tener amores

tienes el sue–o pesado.

 

A tu puerta estamos cuatro,

todos cuatro te queremos;

salga la ni–a a escoger,

los dem‡s nos marcharemos.[45]

 

Tienes un hoyo en tu barba,

y me tienes en Žl;

yo a ti te tengo en el alma;

dime cu‡l es m‡s querer.

 

Eres rubia como el sol

Cuando del Oriente sale

y blanca como la nieve

antes de pisarla nadie[46].


Tus amores y los m’os

no se tienen que olvidar;

han nacido al mismo tiempo

para morir a la par.

 

C‡sate, ni–a temprano;

no hagas tœ lo que la rosa

que al andar de mano en mano

se marchita y se deshoja.


C‡sate, ni–a, a gusto,

no andes penando,

que el disgusto de un padre

no dura un a–o.

 

Con la trenza de tu pelo

tengo de hacer un cord—n

para col‡rmelo al cuello,

y ponŽrselo al reloj[47].

 

Cuando venga de la guerra,

ni–a, ya estar‡s casada,

pero si te acordar‡s

de los ratos que te amaba.

 

En tu puerta tropecŽ

y a tu ventana ca’,

de tu reja me agarrŽ,

dispensa si te ofend’

 

Tienes una cinturita

que parece contrabando[48];

yo como contrabandista

por ella vengo penando

 

Por una perla brillante

paseo la calle angosta

y ahora me dicen sus padres

que la quieren meter monja[49]

 

Dicen que no nos queremos

porque no nos ven hablar,

al tœ coraz—n y al m’o

se lo pueden preguntar.[50]

 

Algœn d’a fue tu calle

carretera para m’,

y ahora se me hace una cuesta

que no la puedo subir[51]

 

Ma–ana por la ma–ana

te levantas la primera,

que la sortija de plata

a la ventana te queda

(....)

 

ÒHan pasado cincuenta a–os. Hoy no se ronda; hoy se va a ÒcortejarÓ y suele hacerse en los mismos d’as. El mozo llama a la puerta antes que la moza se acueste. Salga quienquiera a contestar, si el mozo gusta se presenta inmediatamente la moza y le invitan a pasar y a sentarse. Para esto, naturalmente, influye la confianza en el mozo, el aprecio en que se le tenga y la calidad del mismo. Al principiante, de calidad no manifiesta y que sea al mismo tiempo poco o nada conocido, se le suele tener a pie firme junto a la misma puertaÓ


 

 

 

 

6. Baile de la Pandereta (recogido en Vegas del Condado, hace cincuenta a–os) ÒPor los pueblosÓ, La Cr—nica de Le—n, 21 de julio de 1928, n.330. Restituto Martinez, p.2

 

 

ÒÉÉlos j—venes de entonces apenas conoc’an la dulzaina. La ve’an en ciertas solemnidades. Acaso una o dos veces al a–o y nada m‡s. Por eso no se daban mal rato. Ten’an la pandereta comprada por S. pedro en Le—n o en Bo–ar. ÁY hab’a que ver una pandereta en manos  e la t’a Andrea! ÀAquello era hacerla hablar! Y ese repiqueteo y esos cantares que brotan de los labios del mismo pueblo, siempre oportunos, siempre variados, con su mœsica airosa, con su lenguaje sencillo y su sabor aldeano eran el encanto de aquellas gentes a quienes si los a–os han hecho olvidar en parte las viejas costumbres no por eso aceptan de buen grado esas coplas de ciego de mœsica menos popular que ramplona que tanto abundan hoy en los pueblosÓ.

 

El tambor lo tocaba casi siempre un hombre. La pandereta era tocada indistintamente por un hombre o por una mujer, aunque m‡s veces era la mujer quien tocaba. Ya lleg— el domingo. Salir del rosario y presentarse en la pradera todo es uno. por la t’a Andrea no queda nunca ÀQuŽ mucho una tarde para una mujer sola? ÀPues ah’ est‡n Elo’na y Melania que son m‡s j—venes. Solo con esas tres hab’a para una tarde de junio y ni se cansar’an ellas de cantar ni el pœblico de bailar. Recuerdo algunos de sus cantares.

 

Para empezar a cantar

No pido licencia a nadie

Que le tengo yo de m’o

Pues tengo el amor del alcalde

 

Este pandero que toco

Tiene en el medio una rosa

Con un letrero que dice:

Vivan quien baila y lo toca[52]

 

Aunque estoy aqu’ bien sŽ

ojos que me est‡n mirando

Quien pudiera comprender

Las faltas que me est‡n dando

 

Ya te he dicho due–o m’o

Que no me seas cobarde,

Que teniendo la ocasi—n

La primera es la que vale.

 

Compa–era, a ti y a m’,

Todas nos tienen envidia

Porque nos rondan dos mozos

Y ninguno es de la villa.

 

En la sala del amor

Los s‡bados hay audiencia;

ten cuidado no te coja

La rigurosa sentencia.

 

Antes de salir los mozos a bailar y como tardaren algœn tiempo sol’an escuchar.

 

QuŽ hacen ah’ esos mocitos

Que no salen a bailar

Si lo hacen porque yo toco

Ahora lo voy a  dejar.

 

Salir, mozos a bailar

No lo tomŽis a bajeza,

Que aunque la que toca es chica

La que baila es de presencia.

 

ÀPor quŽ vienen al baile

Los Baberones?

No bailan las mujeres

Por falta de hombres.

 

Da la vuelta bailador

Aunque rompas una pierna,

Que lo merece la ni–a

Que tiene cuerpo de reina.[53]

 

Vale m‡s tu bizarr’a

Cuando sales a bailar

Que toda la Andaluc’a,

Arag—n y Portugal.

 

Se–or bailador que baila

con esa perla brillante

H‡gale ustŽ esta pregunta:

ÀEs casada o tiene amante?

 

Da la vuelta bailador

Que tœ bien la sabes dar,

Que por alta que la des

Al cielo no has de llegar.

 

ÒAparte de estos cantares de los que hac’an uso en los momentos oportunos, ten’an las cantadoras un repertorio tan abundante y variado que pocas veces terminaba la mœsica por falta de letra. Copiaremos algunos:

 

Desde aqu’ te estoy mirando

Cara a cara, frente a frente,

y no te puedo decir

Lo que mi coraz—n siente.[54]

 

Tengo de ir a Madrid

S—lo por ver a la reina

Que est‡ vestida de verde

como el campo est‡ de hierba.

 

El gal‡n que est‡ bailando

Con la dama de su gusto

Aunque le toquen dos horas

No se le har‡ el tiempo mucho.


Tienes un hoyo en la barba

Y a mi me tienes en Žl;

yo a ti te tengo en el alma.

Dime cu‡l es m‡s querer[55].


 

 

 

6. Baile de  Pandereta.  ÒPor los pueblosÓ. La Cr—nica de Le—n, n. 331, 28 de julio de 1928, p.4

 


Con el sombrero a lo tuno

Me pareces un ladr—n,

No digo de los caminos,

Pero de mi coraz—n.

 

Dicen que tus manos pican,

Para m’ son amorosas:

TambiŽn pican los rosales

Y de ellos salen las rosas[56].

 

Amor m’o  y due–o de otra

Yo soy de las olvidadas.

Ahora ya estar‡n contentas

Las que estaban enojadas.

 

Algœn d’a ignoraba

Lo que ahora veo:

ÁLas vueltas que da el mundo!

ÁV‡lgame el cielo!

 

Si tœ quieres que te quiera[57]

Has de enladrillar el Soto

Y despuŽs de enladrillado

SerŽ tuya o serŽ de otro.

 

Tienes el pelo rizoso,

No te cabe en el sombrero,

PŽinalo m‡s a menudo

Ser‡s mozo macareno.

 

Con el coraz—n da–ado

Te pones hablar conmigo.

Y yo con mi sencillez

Lo que me pasa te digo.

 

La luna est‡ entre nublados;

Ella se descubrir‡

Aunque tengas amor firme

No le digas la verdad.

 

Piedrecilla de tu calle,

Serrana, quisiera ser

Para que tœ me pisaras

Y yo besara tus pies.

 

Por hondo que sea un pozo

Una larga soga alcanza:

De las cosas imposibles

No pierdas las esperanzas[58].

 


No era raro o’r este cantar cuando un mozo bailaba con una moza que ten’a novio:

 

Se–or bailador que baila,

Haga una raya en el medio

No se arrime ustŽ a la dama

Que tiene celos su due–o.

 

TambiŽn sol’a o’rse este otro:

 

Coraz—n apasionado,

Mira lo que le sucede:

Que tienes el amor puesto

En una que no te quiere.

 

Tampoco faltaban aquellos cantares mezcla de iron’a y despecho:

 


Un mozo le dice a otro

Que de su gusto no hay nada:

Todas son pobres y feas

La suya vendr‡ embarcada *

 

Pon el zapato a lo llano

El domingo como el lunes;

No es tanto lo que tœ vales

Como lo que lo presumes.

 

Mira c—mo corre el agua

Por encima de la arena

Gal‡n, si tœ no me quieres

Otro majito me espera.

 

Como la siempreviva

Soy para amarte

Siempre que tœ te muestres

Firme y constante.

 

Morenina soilo soilo;

Morenita soy bastante;

M‡s quiero ser morenita

Que no mujer de un tunante.

 

Dices que no me quieres;

DŽjalo y anda,

Que si tœ no me quieres

Otro me aguarda.

 

De quŽ te sirve tener

El pu–al entre la faja,

Si no tienes coraz—n

Para tirar la navaja.[59]

 

Algœn d’a por verte

Dinero diera,

Y ahora por no verle

Lo recibiera.

 

Me llamaste pobre y fea;

Calla tœ, cabeza de aire;

ÀCu‡ntas rejas de oro tiene

El palacio de tu padre?

 

De casarme contigo

Tengo intentado

Cuando la Noche Buena

Caiga en Verano.

 

Te anduviste alabando

Que te daba a escoger

Las cazuelas en la plaza;

ÁLas que no pueden vender!

 

Tienes un par de bueyes

y un carro herrado;

Eres un lindo mozo

Y no te has casado.

 

Los ojos de aquel gal‡n

Santa Luc’a los guarde,

Que si no son para m’,

Vengan cuervos y los saquen.

 

Porque te quiero, te amo

Y te doy cari–o,

Crees tœ que con todos

Hago lo mismo.

 

Tienes mucha fantas’a

Y en la cabeza mucho aire

Y en los cuernos de la luna

Tienen la hacienda tus padres.

 

Algœn d’a fui tuya

Y ahora soy de otro,

Por tu mala cabeza,

Que eres un loco.

 

Anda vete con aquella

La que tœ siempre has querido,

Que yo me lavo las manos

Con el agua del olvido.

 

Eres gal‡n que a todas

Las apeteces,

ConsuŽlate con una,

Que no son nueces.

 

 

* de otras tierras.

 


 

 

 

 

El lector puede suponer que despuŽs de una estrofa o dos segu’a siempre un estribillo que sol’a ser para muchas el mismo. Uno de los  que m‡s se cantaban era el siguiente:

 

Gasta la molinera lindos vestidos

Y el pobre molinero muerto de fr’o;

Gasta la molinera lindos zapatos

Y el pobre molinero anda descalzo.

 

Con el aire que lleva la boticaria,

el molino de viento muele que rabia.

 Muele que rabia, ni–a, muele que rabia.

Con en el aire que lleva la boticaria ...

 

O tambiŽn este otro:

 

Con el aire que lleva

La molinera,

Con el aire que lleva

Muele la piedra.

 

Con el aire que lleva

En su vestido,

Con el aire que lleva

Muele el molino.

 

Por œltimo, no faltaban nunca las despedidas:

 

All‡ va la despedida;

No vos la quisiera dar.

Como sois amigos m’os.

No vos quisiera olvidar.

 

All‡ va la despedida

Para los que est‡n bailando,

Y la que sepa tocar

Que se vaya preparando.

 

La despedida canto

Porque no digan

Que los dejo bailando

Sin despedida.

 

Yo tambiŽn me despido hasta el pr—ximo art’culo. En Žl haremos cantar solamente a los hombres. Y es seguro que os han de gustar.

 

7. Baile de la Pandereta,  , ÒPor los pueblosÓ, La Cr—nica de Le—n, 21 de julio de 1928, n.330. Restituto Martinez.

 

 

ÒHab’amos quedado en hacer cantar tambiŽn a los hombres. M muchos, no. Pocos y buenos. Con el t’o Alejandro y Marcelo tenemos para una larga sesi—n. Estos son de los que no hacen falta darles cuerda. Cantan ellos solos. ÀQuŽ se les acaba el repertorio? ÁSi no supieran inventar! ÁY quŽ cantares! Hay para todos y ... todas. Y luego ese meneo, ese aire, esa acci—n, esa seriedad y esa risa tan a tiempo; todo, todo es en el t’o Alejandro y Marcelo juventud de antes y de ahora. Que nadie se acerque al baile teniendo por quŽ estar triste, que se alegra de momento. Se alegra con esos cantares tan oportunos como joviales, con esos estribillos que m‡s de una vez han hecho a los perezosos, a los tranquilos confundirse entre las nubes de polvo que levantaban los que todav’a no saben si les interesa saber lo que es un vals. Ya est‡n cantando. Escuchadles:

 

Este pandero que toco,

En el medio tiene un ramo,

Con un letrero que dice:

ÁVivan los que est‡n bailando![60]

 

No sŽ c—mo no florece

La escalera de tu casa,

SubiŽndola quien la sube,

Baj‡ndola quien la baja.

 

Eres como la nieve

Que cae a copos.

Y por eso te quieren

tanto mis ojos.

 

Los ojos de una morena

Tienen el mirar ingrato.

Miran m‡s en un hora

Que los de una blanca en cuatro.

 

Ojos negros y grandes

En una moza,

No hay vara de justicia

M‡s rigurosa.

 

QuŽ contentita estar‡

Tu madre, casta doncella,

Que estando el cielo tan alto

Tiene en su casa una estrella.

 

M‡s quisiera mi ni–a

So–ar contigo,

Que tener la panera

Llena de trigo.

 

DespuŽs de haber so–ado

M‡s quisiera tener

La panera de trigo

Y a ti por mujer.

 

Se–or Alcalde mayor

No prenda ustŽ a los ladrones

Que tiene usted una hija

Que roba los corazones.

 

Cuando estoy en el baile

No sŽ cantares,

Cuando estoy en la iglesia

Vienen a pares.

 

Ojos negros, cara blanca

Tiene aquella labradora;

A mi con ellos me mata,

Y a todo el mundo enamora.

 

No quiero, no quiero

Que al molino vayas,

porque el molinero

Te rompe la saya[61]

 

Te rompe la saya

Te rompe el vestido

No quiero que vayas

De noche al molino.

 

Tu ojos, blanca paloma

Tienen pleito con el sol

Porque el sol es un solo

Tus ojos dos soles son.

 

Eres hija de viuda,

Eres honesta

No merecen tus ojos

mala respuesta.

 

Aunque me pongan al pecho

Ca–ones del veinticuatro

Y tu padre el artillero

De tu querer no me aparto.

 

Eres como la nieve,

Del puerto, ni–a.

Yo no digo de blanca,

Sino de fr’a.[62]

 

No faltaban los que hac’an poner coloradilla alguna moza. VŽase uno de muestra.

 

Echaste la cinta al dengue

Para ver si te casabas;

Has de romper esa y otra.

Y has de quedar como estabas.

 

La dama que no tiene

Quien la corteje,

Siempre tiene una cara

Como un hereje.

 

Por œltimo, nunca faltaban las despedidas, que sol’an ser muy variadas. VŽase una:

 

All‡ va la despedida,

Y ahora el remato y concluyo,

M‡ncame lo que tu quieras.

Que mi coraz—n es tuyo.

 

Que el pr—ximo domingo,

Cuando yo cante,

Os tenga aqu’ bailando

Todos delante.

 


 

 

8. ÒCantares patri—ticosÓ, (N.D’az de Escovar,  Diario de Le—n,  18-9-1924, p.1)

 

 

Un coraz—n no es bastante

que diez o doce quisiera,

para darlos por mi Patria

defendiendo mi bandera.

 

Va muy deprisa mi barco

y aun me parece que tarde

pues me esperan mis hermanos

para defender la Patria.

 

Con su escapulario al cuello

y el recuerdo de mi madre,

vengan moros, vengan balas

que yo no le temo a nadie.

 

No llores, hermana m’a

que si yo fuera cobarde

todos, y tœ la primera

llegaran a despreciarme.

 

No he de cejar en la lucha,

pues el coraz—n me dice

que hay muchas madres que rezan

muchos labios que bendicen.

 

Para que luchen los moros

tienen que hacer guerra santa

ÁAl espa–ol es bastante

el grito de Viva Espa–a.

 

9. ÒCoplicas baturrasÓ (Francisco Iglesias L—pez, DL, 22-9-1924)

 

Siempre he sido soldau;

cabo no hi podido ser

y ahora que me casado

ya hi llegau a coronel.

 

Ante un espejo un baturro

se vio y exclam— con ira;

ÁRidiez! que cara de burro

tiene ese hombre que mira!

 

Llevas un mo–o de a libra

y risos de a cuarter—n

y tienes cuerpo d«enguila

y un carantes como el sol

 

Un estudiante tunante

se puso a pintar un pino,

y del hambre que ten’a

pint— un pernil de tocino.

 

En el hospital de Caspe

hay un rat—n con viruelas

y en la cabecera un gato

puniŽndole sanguijuelas.

 

La boca me gŸele a rrancho

el pescuezo a cornet—n

las espaldas a muchadas

y las manos a fusil

 

La mujer qu «enterraron

el otro dia

si no se hubiera muerto

aun vivir’a

 

10. Otras coplicas  (Francisco Iglesias L—pez,  DL, 23-9-1924)

 

El cencerro de la vaca

de tu madre, que estŽ en gloira

lo llevo colagu al cuello

pa tenete en la memoria

 

A nadie le improta nada

que yo le peque a mi burra

porque yo le doy el pienso

y le pago la herradura...

 

El borrico se m«ha muerto

la miŽs se m«ha pereau

la suegra se me cas—...

ÁGŸen a–ico hemos echau....!

 

He de mandar que m«intierren

sentado, cuando me muera,

para que puedas decir,

se mui—, pero me espera.

 

11. Coplicas Baturras (Francisco Iglesias L—pez, DL, 29-9-1924)

 

Tienes la cara de vaca

y la nariz de ternera;

si en algo ti ofendido

perdona patas de yegua.

 

El gŸen Santo Domingo

de la Calzada

dio vida a una gallina

dimpuŽs de asada.

 

La mujer del Arcalde

que hay en Berdejo

pesa catorce arrobas

sin el pellejo

 



1.ÒParece que una mano destructora, armada de invisible guada–a, va segando sin cesar   toda la  fronda en que ten’an sus nidos las aves y tambiŽn el misterio, ese p‡jaro invisible que vive entre las sombras y el silencio, pero cuyo vuelo sentimos a veces en el alma, que se estremece al vago rozar de sus alas inmaterialesÓ, Publio Su‡rez Uriarte,  ÒLa canci—n popularÓ, Vida Leonesa 1 de junio de 1924, n.5, p.2.

 

      [2] Ibid.

 

[3] No he podido localizar la referencia a esa exhibici—n. El art’culo de Jacinto Rojo con t’tulo de ÒMœsica leonesaÓ en La Cr—nica, 12-5-23)

 

[4] Pueden consultarse estas versiones en  50 a–os de cancioneros asturianos armonizados (1885-1935) selecci—n y comentarios por Gabriel  Mart’nez Garc’a; pr—logo por J. E. Casariego  Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, 1989 El interŽs de Falla por los temas populares era bien conocido como lo prueban las Siete Canciones Populares Espa–olas[4]  (estrenadas en el homenaje que Manuel Aza–a organiz— en el Ateneo, el 7 de enero de 1915 para Manuel de Falla y Turina).

 

 

[5] Joan C. Ullman, ÒRevolution from Above: The Primo de Rivera Dictatorship in Spain, 1923-1930 by James H. RialÓ, Journal of Modern History, Vol. 62, No. 3 (Sep., 1990) , pp. 644-646

 

[6] Pablo  MŽndez,  Burgos siglo XX: cien a–os de luces y sombras. Librer’a Berceo,1998. P‡g. 20.

[7] Anales del Reinado de D» Isabel II / Javier de Burgos   Madrid : [s.n.], 1850-1851 (Establecimiento tipogr‡fico de Mellado)  6 v. ;  Eduardo Roca, Las ideas de administraci—n de Javier de Burgos Alcal‡, Madrid : Instituto Nacional de Administraci—n Pœblica, D.L. 1987

 

[8]  Juan Antonio Lacomba, ÒRegionalismo, regeneracionismo y organizaci—n territorial del estado. Los planteamientos de J. S‡nchez de TocaÓ, Revista de estudios regionales, 31 (1998), pp. 229-254. En este art’culo se comentan todos los proyectos de divisi—n territorial desde 1847.

[9] Ballester, Rafael. Geograf’a de Espa–a. Gerona: Imprenta y Librer’a de Viuda e Hijo de JosŽ Franquet, 1916;  Huguet del Villar, Emilio,  Archivo Geogr‡fico de la Pen’nsula IbŽrica. Barcelona: Tipograf’a La AcadŽmica, 1916 y Macpherson, JosŽ, "Breve noticia acerca de la especial estructura de la Pen’nsula IbŽrica". Anales de la Sociedad Espa–ola de Historia Natural, VIII, 1879, pp. 5-26.  J. Dant’n Cereceda, Ensayo acerca de las regiones naturales de Espa–a. Madrid: Museo Pedag—gico Nacional, 1922. Como anota en el pr—logo de esta obra el autor: ÒLa presente divisi—n provincial, de menguado artificio sufre en Espa–a, honda crisis. Son sus causas m‡s inmediatas el desarrollo de los medios de comunicaci—n – aun cuando el fen—meno parezca parad—jico- en cuanto a su influjo en sus œltimas y distantes consecuencias, que ha borrado l’mites convencionales, acrecido la poblaci—n, transformado hondamente sus relaciones, desenvuelto los recursos naturales, exaltado la conciencia de la personalidad regionalÓ. En la obra de Leonardo Mart’n Echeverr’a, Nuestra Patria, editada por la Subsecretar’a de Propaganda el mapa de los dialectos leoneses abarca casi hasta Badajoz. (Barcelona, Labor, 1938, 72)

 

 

[10] Nuevos art’culos sobre la capitalidad, ÒLa capitalidad leonesaÓ, Diario de Le—n 10-12-1923; ÒLa hora regionalistaÓ, Diario de Le—n, 11-12.1923. En cuanto a la capitalidad las posibilidades barajadas para convertirse en el centro rector de la regi—n eran las ciudades de Valladolid, Burgos, Santiago de Compostela.

 

[11] Aunque no todos estaban de acuerdo es preferir un criterio cultural. Un an—nimo colaborador del Diario de Le—n, en octubre de 1923, se apoya en la personalidad  geogr‡fica, o lo que es lo mismo, en el concepto de regi—n natural para solicitar la misma independencia: ÒSi se quiere quitar una cosa arbitraria  artificial, como la actual divisi—n de provincias, no debe para ellos de acudirse a otro sistema arbitrario, sino tenerse en cuenta, la naturaleza, a la geograf’a, lo que no es invenci—n de los gobiernosÓ (DL, 31-10-1923).

[12]  En 1934 se ocup— de dirigir el comitŽ organizador del Centenario del Paso Honroso y de las fiestas conmemorativas del XIII Centenario de la muerte de S. Isidoro. Fue el presidente del Grupo de Tradiciones Leonesas, y recibi— el primer premio en los juegos florales de Salamanca de 1901 por Alma Charra, y el Ama.

[13] DL, 16-11-1923.

 

[14] De la formaron parte entre otros, Miguel Casta–o (alcalde) y Fern‡ndez Llamazares (abad de la Colegiata de S. Isidoro)  Fortunato Vargas y Zamora, Juan C. Torbado,  Publio Su‡rez, FŽlix ArgŸello y Vigil (presidente de la Diputaci—n provincial en 1929) Manuel Fern‡ndez (de la banda de Mœsica Municipal fue el autor del Himno de la Fiesta del çrbol, Diario de Le—n 3-11-23) y JosŽ Pinto Maestro (abogado y concejal del ayuntamiento en mayo de 1928).

[15] Sus miembros: Mercedes Monrroy (directora de la escuela Normal) Agust’n Alfageme, Mariano AndrŽs, JosŽ Arag—n Escacena (concejal), FŽlix ArgŸello (presidente de la diputaci—n Provincial que convoca una reuni—n de la uni—n patri—tica el 11-9-1925 y presidente de la comisi—n de Monumentos, acadŽmico correspondiente de Bellas Artes), Miguel Bravo (Delegado Regio de bellas Artes), Miguel D’ez Canseco (Presidente de la sociedad Cultural y Deportiva leonesa, miembro de la Diputaci—n) Miguel Casta–o (alcalde de Le—n), Luis Conejo, Mariano D. Berrueta (Director del Instituto General y TŽcnico de Le—n), M‡ximo Eguiagaray, Miguel Escudero, Ricardo Espinosa, Ricardo Fanjul (periodista), Antol’n Garc’a Cu–ado, (que ser‡ brevemente el alcalde de Le—n) Eustasio Garc’a Herrera, Honorato Garc’a Luengo, CŽsar G—mez Barthe, Jesœs L—pez, los eruditos locales JosŽ Mar’a Luengo, Modesto Medina Bravo los escritores çngel Nieto, Alfredo Nistal (vocal de la Asociaci—n de la Prensa)  çlvaro Panero,  Julio PŽrez Llamazares (abad de la colegiata de S. Isidoro), Francisco del R’o Alonso (maestro, abogado, doctor y periodista, director del Diario de Le—n) Raimundo Rodr’guez, M‡ximo Sanz (dibujante de Vida Leonesa) Vicente Serrano, Publio Su‡rez Uriarte (De la comisi—n de Monumentos y acadŽmico correspondiente, secretario del Ayuntamiento, dict— lecciones de literatura universal en los cursos de extensi—n cultural de la escuela Normal de Maestros) Francisco Ju‡rez, Juan C. Torbado y JosŽ Mar’a Vicente (secretario del Junta provincial de protecci—n de la infancia y represi—n de la mendicidad). Nuevas adhesiones se publican  en el n. 175, 1 agosto de 1925, entre ellos, Mar’a S‡nchez Mi–ambres (concejala en 1927), Rogelio H. del Villar (el famoso mœsico), Germ‡n Gull—n Nœ–ez (presidente de la Diputaci—n Provincial) Demetrio Monteser’n (escultor) Daniel Reyero, (periodista) etc.

 

[16] Mariano Dom’nguez Berrueta, Del Cancionero leonŽs, 1941, 48.

[17] Lo mismo hab’a defendido  Publio Su‡rez Uriarte,  en su art’culo ÒLa Canci—n popularÓ (Vida Leonesa 1 de junio de 1924, n.5)  instando a que se distribuyese a los  curas y maestros de provincia un cuestionario que pudiese recoger este material de los distintos pueblos. Un segundo paso ser’a la formaci—n en Le—n  de una comisi—n de folklore que se ocupase de la sistematizar de los datos y  la confecci—n de una  enciclopedia comœn.

Á[18]  DL, 19-11- 1923. La prensa  detalla las actuaciones de las ligas leonesistas en cada localidad – de las cuales existen corresponsales para el Diario de Le—n al menos en Benavides, Valde—n, Cistierna, Ponferrada, etc.

 

[19] Jacinto  Rojo, La Cr—nica, 12-5-1922, portada.

[20]  Diario de Le—n, 18-5-1925, p. 1.

[21] ÒApenas s’ muy de tarde en tarde podemos saborear alguno de los aires populares leoneses aqu’ y con poca mayor frecuencia en las apartadas aldeas de monta–a o de la ribera, donde todav’a el funesto ÒorganilloÓ, no ha entrado llevando la canci—n en boga, achulada y picarescaÓ;  La Cr—nica, 12-5-1922. Ese desdŽn continœa pocos a–os despuŽs, y el desprecio de Òlo viejo y lo t’pico y el ansia de modernidad y renovaci—n puede originar en ocasiones verdaderos des—rdenes art’sticosÓ, asegura Jacinto Rojo en ÒRespeto a lo t’picoÓ, ibid. 16 de agosto de 1930.

 

[22] Lleg— a componer otros dos cuadernos m‡s, uno publicado en 1911 (que gan— el premio del Ateneo LeonŽs) y otro de 1934 que sali— p—stumo. Su objetivo fue recopilar el mayor nœmero de canciones t’picas transcribiendo con fidelidad sus melod’as y ritmos y armoniz‡ndolas en muchos casos. Algunas de las canciones: Maragata: Castillo de los Polvazares, El coxu di riguellu: danza maragata ;  A la jerigonza : danza maragata. En 1909 publica tambiŽn Manuel Fern‡ndez Nœ–ez (como documenta Joaqu’n D’az: 1991) Cantos populares leoneses (1909) y Canciones ba–ezanas, Folklore ba–ezano (1914).

[23] Como la descripci—n de los hechos de la guerra, el avance del batall—n de Burgos, diversas iniciativas patri—ticas, escenas y cr—nicas, dibujos, la aventura de un soldado leonŽs, las figuras del d’a en el frente de batalla, carta de un quinto, carta de un soldado, ecos de la campa–as, como se ve en Cuento de la campa–a de Juan Miguel, DL,  22-10-1921.

24 Marcelino D’az de Otazu cita un romance morisco para demostrar la antigŸedad del deporte h’pico, La Cr—nica, 6-5-1922. Miguel D’ez Canseco, presidente de la Sociedad Cultural y Deportiva Leonesa,  rememora en un art’culo, ÒMiesÓ, publicado en Diario de Le—n, 10-2-1928 algunos versos del cancionero medieval ÒBuscando mis amores /  sal’ por esos montes y riberasÓ y a–ade nost‡lgico al hacer la pintura del oto–o en las tierras natales,  Òahora conozco la verdad con que nuestro pueblo cantaÓ: ÒSi de Le—n me ausento; / muero de pena / que no hay tierra en el mundo / como mi tierraÓ.

 

[26] Renacimiento, n.7, 27 de agosto de 1922, p.1

[27]Que siguen a la letra casi lo anunciado por Falla: ÒHay que tomar la inspiraci—n directamente del pueblo, y quien no lo entienda as’ solo conseguir‡ hacer  de su obra un remedo m‡s o menos ingenioso  de lo que se proponga realizar.Ó Segœn cita Arias Sol’s de Falla, http://www.elcatalejo.com/g_a/fas/voz19.htm

[28] Rogelio Villar, El sentimiento nacional en la mœsica espa–ola,  Madrid : [s.n., s.a.] (Artes Gr‡ficas "Mateu")

[29] Ibid. p. 30.

[30] Gabriel Mart’nez (1989:13).

 

[31] Canci—n que se documenta en Piornal, en la Tesis Doctoral de "El folklore de Piornal: estudio anal’tico musical y planteamiento did‡ctico" presentada en C‡ceres, el 29-5-2000,  Victor  A. D’az Calle,  http://www.piornal.net/musica/tesis/tesisrecambioamorios.htm, 1997-2002.

 

Los labradores, por la ma–ana,

el primer surco es por su dama.

Los labradores, al medio d’a,

cortan la rosa de Alejandr’a.

Los labradores, ya por la tarde,

dicen la yunta, suelta que es tarde.

Suelta que es tarde, moreno m’o,

tœ a comer paja yo a beber vino.

 

 

[32] Aparece en fuentes andaluzas como una buler’a

[33] Versi—n similar en la jota de Bald—var: Para jardines Valencia; / Y para vino, el Villar; / Y para mozos rumbosos, / Los mozos de Baldovar. / Para cantar un navarro; Para bailar, un francŽs; / Para tocar la guitarra, / Un mocito baldovŽs / Tan grande c—mo el Cabezo. / Tan alto como el Castillo; / Tan sordo como un cerrojo, / ÁquŽ buen mozo para el trillo! : http://groups.msn.com/campodearriba/baldovar.msnw

 

[34] En la jota de Los Villares (Jaen) http://serrano.iespana.es/jota.htm :

Cuando vienes del campo / vienes airosa, / vienes coloradita / como una rosa, / como una rosa, ni–a, / como una rosa, / cuando vienes del campo / vienes airosa.

[35] Nariz afilada y pelo negro, dos de las siete cosas, que como afirma el Arcipreste de Hita, hacen la belleza femenina.

[36]  Debajito del puente / retumba el agua: / eran las lavandera, las panaera, / como lavaban En canci—n juvenil de Alc—zar, Soria, http://www.alcozar.net/etnografia/cancijuve1.htm y copla flamenca: http://foroagua.pangea.org/fa-flam.html

 

Debajo del puente  / retumba el agua  / es una lavandera / que pa–os lava (Aliste,  Zamora, http://www.aliste.info/pueblos.asp).

 

[37] Canci—n de cuna : (É) En tu puerta, Teresa, canta un canario,/  Žchale ca–amones que cante claro. (É) Joaqu’n Rodrigo, Canciones espa–olas, 1951 (www.recmusic.org).

[38] Arriero es mi amante con cinco mulas, (Bis) / tres y dos son del amo, las dem‡s suyas,

las dem‡s suyas ni–a, las dem‡s suyas http://agrupacionculturalagla.iespana.es/letras.htm.- Cancionero popular de Extremadura, Bonifacio Gil Garc’a, 1931: Eres arrierito / de cinco mulas / tres y dos son del amo / las otras tuyas.

[39]  Canci—n tradicional leonesa, interpretada por el grupo musical  La Bra–a:  D—nde vas a dar agua, /

mozo de mulas, / que desde mi cama siento / las herraduras? /  Si sientes las herraduras / de las mis mulas,

lev‡ntate, morenita / y ponte a la luna.

 

Cuando vas a la arada, mozo de mulas,  / desde mi cama siento las herraduras. / Cuando vas a la arada, mozo de bueyes, / En Soria (Alc—zar) (loc.cit.).

Donde vas a dar agua/ mozo de bueyes, /que desde mi cama siento / los cascabeles / Donde vas dar agua / mozo de mulas, / que desde mi cama siento / las herraduras. http://orbita.starmedia.com/alcozar-imagenes/jromero01.htm www.dipsanet.es/usr/calzadadevaldunciel/ etnologia/cronicas/canciones/4.pdf –

[40] Cancionero berciano, A. DiŽguez Ayerbe i Fern‡ndez Lua–a, 1977, n. 73.: Tiene tres torres./

La virgen de la Encina /  tiene tres torres,/ dime blanca paloma, / dime blanca paloma, / en la cual te pones.

 

[41] Vegas del Condado. Le—n, Historia Leyenda y Folklore,  por Restituto Mart’nez Rodr’guez: A MODO DE PROLOGO: ÒCuando all‡ por los a–os 20 llevŽ a dos semanarios leoneses algunos trabajos, producto de mis observaciones en el medio rural, lo hice con el fin de que fuesen m‡s conocidas las costumbres de un pueblo medio, escondido en una peque–a zona de la monta–a berciana donde yo ejerc’ el cargo de maestro durante m‡s de cinco a–os.

A m‡s de medio siglo de distancia, algunos amigos que fueron disc’pulos m’os por aquellas fechas y que sab’an de mis aficiones me rogaron que escribiera un libro sobre lo que yo hab’a podido observar para que en el futuro el pueblo pudiera conocer algo de su historia. http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm  Es interesante comprobar que el mismo octogenario que publica la breve historia de Vegas del Condado es el recopilador de las canciones que reproducimos, sesenta a–os despuŽs, y cuando Žl mismo hab’a recogido cantos de cincuenta a–os antes.

Esta noche la ronda / yo me la llevo, / si hay algœn atrevido/ que salga luego. Restituto Mart’nez Rodr’guez, http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm

[42] Por esta calle me voy, /  por la otra doy la vuelta; /  la que quiera ser mi novia, /   que deje la puerta abierta. http://www.augustobriga.net/memoria/rondas.htm

 

[43] Bien se que est‡s en la cama, / bien sŽ que dormida no, / bien sŽ que estar‡s diciendo: / Žse que canta es mi amor http://www.geomundos.com/sociedad/almorzadero/coplas-especializadas_doc_1638.html

[44] En Vegas del Condado (Le—n):

 Considero que estar‡s / en la cama y no durmiendo;/  estar‡s considerando, / en el amor que te tengo. / Despierta si est‡s dormida, / que dormida no estar‡s,/ porque los enamorados / duermen un sue–o no m‡s.  Restituto Mart’nez Rodr’guez, http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm

[45]A tu puerta estamos cuatro, /  todos cuatro te queremos, / salga la ni–a a escoger; / los dem‡s nos marcharemos.

 A tu puerta estuve anoche,/ tres veces toquŽ al candado; / ni–a, pa tener amores / tienes el sue–o pesado. Restituto Mart’nez Rodr’guez, http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm

[46] Tus amores y los m’os / no se tienen que olvidar, / han nacido al mismo tiempo / para morir a la par. Restituto Mart’nez Rodr’guez, http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm.

Eres rubia como el sol / cuando del oriente sale, / y blanca como la nieve / antes de pisarla nadie. (ibid.)

 

[47] C‡sate, ni–a, temprano  / no hagas tœ lo que la rosa / que al andar de mano en mano / se marchita y se deshoja.

C‡sate, ni–a, a gusto, / no estŽs penando / que el disgusto de un padre / no dura un a–o.

Cuando venga de la guerra, / ni–a, ya te habr‡s casado, / pero s’ te acordar‡s / de los ratos que te he amado (ibid.).

[48] Tienes una cinturita / que parece contrabando, / yo como contrabandista / por ella vengo penando.

[49] Por una perla brillante / paseo la calle angosta / y ahora me dicen tus padres / que te quieren meter monja.(ibid)

[50] Dicen que no nos queremos, / porque no nos ven hablar, / a tu coraz—n y al mio / se lo pueden preguntar  Las canciones del pueblo espa–ol. Juan de Aguila (Uni—n musical espa–ola) - Pˆg. 47.

Jota de Arag—n armonizada por Falla:  Dicen que no nos queremos / porque no nos ven hablar / a tu coraz—n y al m’o / se lo pueden preguntar.

[51] Algœn d’a era tu calle / carretera para m’, / ahora se me ha hecho cuesta / que no la puedo subir Chittaga (Santander)  http://www.geomundos.com/sociedad.- Algœn d’a fue tu calle / carretera para m’; / ahora se me hace una cuesta / que no la puedo subir. Rosario Guerra Iglesias. 1997-2002.http://www.piornal.net/musica/tesis/tesisrecambioamorios.htm

 

 

[52] Este pandero que toco / en medio tiene una o / con un letrero que dice / viva quien toca y yo.  Piedad  Gallardo Gutiez, Ò Canciones recogidas en Tremaya (Palencia)Ó; Revista de Folklore, 1991, tomo 11b, nœm. 129

[53] Manuel Prada (de unos 70 a–os)(gaitero de la localidad), su mujer Joaquina Sampedro de unos 55 y su hijo Severiano. . Recopilador:  Joaqu’n D’az, FŽlix PŽrez y J.A. Ortega.    Lugar, fecha:  Santiago de la Requejada (ZAMORA), l981. Fonoteca de la Fundaci—n Joaqu’n D’az. 17. "Baila bien bailador aunque rompas una pierna" (Jota).

[54] Desde aqu’ te estoy mirando / Cara a cara, frente a frente / Pero no eres pa' decirme / Chiquitito vente, vente. (Cantos Para Todos.- Volume Xb, Anillo de Compromiso, Music CD or Cassette Tape with Teacher Resource Book ISBN 0-9768650-5-X).

[55] Tienes un hoyo en la barba / que te sirve de mes—n, / a todos les das posada / menos a mi coraz—n.  Restituto Mart’nez Rodr’guez, http://www.vegasdelcondado.com/restituto.htm.

En el hoyo de tu barba  / ha nacido un arbolito  / de naranjas y limones / mira si estar‡ bonito . Rosario Guerra Iglesias. 1997-2002. http://www.piornal.net/musica/tesis/tesisrecambioamorios.htm.

[56] Dicen que tus manos pican, / para m’ son amapolas; / tambiŽn pican los rosales /y de ellos salen las rosas. Chitag‡ (Santander) coplas especializadas, http://www.geomundos.com

[57] Si querŽs que yo te quiera   /  has de enladrillar el mar,   /  y despuŽs de enladrillarlo   / puedes venirme a buscar.   Cancionero popular rioplatense. N.293.- ttp://www.cervantesvirtual.

[58] Utilizada como canci—n popular en los materiales did‡cticos publicados por JosŽ Luis Garc’a Pe–a, Religi—n. Vivir y actuar desde la esperanza y en un nuevo milenio. 1999, significativamente en la editorial leonesa Everest.Ó Cuanto m‡s hondo est‡ el pozoÓ, Carmona, A., Cancionero del Reino de Le—n, recopilado por Juan Hidalgo Montoya (Palencia, 1978), incluye dentro del Reino de Le—n a Palencia y Valladolid.

  De que te sirve llevar el pu–al entre la faja, si te has dejado quitar de la mano la navaja (Chitag‡, Santander) www.geomundos.com/sociedad/almorzadero/ coplas-

[60] Este pandero que toco, en el medio tiene un ramo, con un letrero que dice: ÁVivan los que estan bailando! (Eduardo Mart’nez Torner, n.135, 1920)

[61] No quiere mi madre / que vaya al molino / porque el molinero / me rompe el vestido / Te rompe el vestido / te rompe la saya / no quiere tu madre / que al molino vayas (Calzada de Vandunciel, http://www.dipsanet.es/usr/) No quiere mi padre / que vaya al molino (Costumbres y canciones del P‡ramo leonŽs (1997) Diputaci—n Provincial. Grupo Folkl—rico de la Virgen de la Gu’a)

[62]  Eres como la nieve

del puerto ni–a

no te digo de blanca

sino de fr’a.

 

Estribillo

 

Sœbela majo sœbela

sœbela sœbela

la perita del ‡rbol

ya est‡ madura.

Subir s’ subirŽ

pero no bajarŽ

la perita del ‡rbol.

Morena resalada

coge otro garbo.

 

Parentesco con la canci—n 195, ÒSube la pera al ‡rbolÓ, del Cancionero de Zamora (10). Miguel Manzano,  Cancionero del folklore zamorano, Editorial Alpuente. Madrid, 1982. 635 p‡ginas C‡ndido Santiago, ÒLa ronda en el p‡ramo leonŽsÓ Revista de Folklore, 1993,  Tomo: 13b , Revista nœmero: 151,  25-28