G—mez Garrido, Luis Miguel. ÒUna versi—n del romance de Delgadina tradicional en la Vega de Santa Mar’a (çvila)Ó. Culturas Populares. Revista Electr—nica 4 (enero-junio 2007).

http://www.culturaspopulares.org/textos4/articulos/gomezgarrido.htm

 

ISSN: 1886-5623

 

 

 

Una versi—n del romance de Delgadina
tradicional en la Vega de Santa Mar’a (çvila)

 

Luis Miguel G—mez Garrido

 

Resumen

Estudio de una versi—n del romance de Delgadina obtenida de la tradici—n de la Vega de Santa Mar’a (çvila), poniŽndola en relaci—n con otras versiones peninsulares y de la tradici—n judeo-sefard’, y con alguna otra tradici—n fuera del ‡mbito hisp‡nico, a travŽs del mŽtodo comparativo.

Palabras clave: romance. Delgadina, Vega de Santa Mar’a, çvila, motivo, variaci—n, tradici—n sefard’, versi—n, f—rmula, incesto.

 

Abstract

This paper presents a comparative study of the most significant variations in a version of the ballad of Delgadina registered in Vega de Santa Mar’a (çvila). The study compares it with other Iberian versions and with the Sephardic JewsÕ tradition, as well as with some other non-Hispanic traditions.

Keywords: Ballad, Delgadina, Vega de Santa Mar’a, çvila, Motif, Sephardic Tradition, Variant, Formula, Incest.

 

 

 

E

l romance de Delgadina es uno de los m‡s difundidos dentro de la tradici—n oral moderna del mundo hisp‡nico[1]. Denom’nanse romances de tradici—n oral moderna aquŽllos que han sido documentados o registrados a partir de fuentes primordialmente orales a partir del siglo XIX, cuando, a partir de la Žpoca rom‡ntica, de los nuevos costumbrismos que con Žl o tras Žl vieron la luz (EstŽbanez Calder—n, Fern‡n Caballero, etc.), y de la incipiente etnograf’a cient’fica (Antonio Machado y çlvarez, Milˆ i Fontanals, etc.) que tambiŽn en ese siglo comenz— a desarrollarse, va poniŽndose en marcha una lenta reivindicaci—n y recuperaci—n del patrimonio literario tradicional. Desde entonces, y durante el siglo XX sobre todo, bajo el impuso decisivo de Ram—n MenŽndez Pidal y de su escuela, cientos de tipos y decenas de miles de versiones de romances han sido obtenidos de la memoria colectiva del pueblo, que los ha cantado en todo el territorio de lengua espa–ola y portuguesa de la pen’nsula IbŽrica, de HispanoamŽrica y de la di‡spora judeo-sefard’.

       La versi—n que he recogido del romance de Delgadina me la ha recitado mi abuela Pilar Tejeda Mart’n. Segœn me informa ella, lo escuch— ella por primera vez en la Vega de Santa Mar’a (çvila), de labios de uno de aquellos ciegos ambulantes, casi mendicantes, que, en su andadura por la comarca  de La Mora–a (çvila), los cantaban ÒcoplasÓ por las plazas de sus pueblos, y vend’an las versiones impresas en pliegos o folletos.

         La versi—n del romance, tal como me ha sido transmitido, tiene una extensi—n de setenta y cuatro versos, con rima asonante en ‡-a. La irregularidad mŽtrica de los œltimos versos debe achacarse a la propia naturaleza de la transmisi—n oral, que permite al recitador hacer interpolaciones en los pasajes peor recordados. La versi—n recogida por m’ es la siguiente:

 

Un padre ten’a tres hijas

m‡s hermosas que la playa,

y la m‡s chiquirritita

Delgadina se llamaba.

Un d’a, estando en el campo,

su padre la remiraba:

ÀPor quŽ me remiras, padre,

y tan atento en la cara?

Te remiro, Delgadina,

porque has de ser mi enamorada.

No lo querr‡ Dios del cielo,

ni la Virgen Soberana.

–ÁAndad, todos mis criados,

a Delgadina a encerrarla,

en un cuarto muy oscuro

que no tenga ni ventanas!

Y no dadla de comer

m‡s que sardinas saladas,

y no dadla de beber

m‡s que zumo de retama.

A eso de los ocho d’as,

Dios la abre una ventana;

desde all’ ve a su madre,

que est‡ barriendo la casa:

ÁPor Dios, madrecita m’a!,

ÁPor Dios, un vaso de agua!,

Que el coraz—n me lo pide,

y la vida se me acaba.

Te lo dar’a, Delgadina,

pero de muy buena gana;

pero si padre se entera,

la cabeza nos cortara:

a ti, porque lo beb’as,

y a m’, porque te lo daba.

Ya se mete Delgadina,

tan triste y desconsolada.

A eso de los quince d’as,

Dios la abre otra ventana.

Desde all’ ve a su hermana,

que est‡ fregando la casa:

ÁPor Dios, hermanita m’a!,

ÁPor Dios, dame un vaso de agua!,

que el coraz—n me lo pide,

y la vida se me acaba.

Te lo dar’a, Delgadina,

pero de muy buena gana;

pero si padre se entera,

la cabeza nos cortara:

a ti, porque lo beb’as,

y a m’, porque te lo daba.

Ya se mete Delgadina,

muy triste y desconsolada.

A eso de un mes,

Dios la abre otra ventana;

desde all’ ve a su padre,

paseando por la playa:

ÁPor Dios, padrecito m’o!,

ÁPor Dios, un vaso de agua!,

Que el coraz—n me lo pide,

y la vida se me acaba.

Te lo darŽ, Delgadina,

si eres mi enamorada.

Ya se mete Delgadina,

muy triste y desconsolada.

Y a eso de un mes y medio,

ya doblaban las campanas.

Se preguntaba la gente:

ÀPor quiŽn doblan las campanas?

Doblan por Delgadina,

que ha muerto desconsolada.

Y debajo de Delgadina

hay una fuente que mana;

y la Virgen la est‡ guardando

con su manto de plata.


 

El tema central que vertebra el romance de Delgadina es el incesto, tratado desde una perspectiva tr‡gica; o m‡s bien la pretensi—n incestuosa por parte del padre, porque la protagonista no accede en ningœn momento a las pretensiones de su padre, lo que la consagra como Òm‡rtir cristianaÓ, en palabras de Librowicz[2]. Este detalle no carece de importancia, ya que, en otras versiones del romance, el final acaba con la muerte de la muchacha, aunque tambiŽn con un motivo que condiciona sem‡nticamente la interpretaci—n del romance: Delgadina s’ que accede a las pretensiones de su padre con el fin de salvar su vida, aunque el rescate llegue luego demasiado tarde, cuando ella ya est‡ muerta:

 

Padre, por ser mi padre,

por Dios, una jarra de agua,

que el alma tengo en un hilo

y el coraz—n se me arranca,

y de aqu’ en adelante

he de hacer lo que usted manda.

Alto, alto, los mis pajes,

a Delgadina a dar agua.

Unos por las escaleras

y otros por las ventanas,

unos con jarras de oro

y otros con jarras de plata[3].

 

      Al tema universal del incesto se le suma, dentro del repertorio de recursos tradicionales movilizados en este romance, el motivo de las tres hijas, caracter’stico de la narrativa tradicional, aunque en el romance de Delgadina cumpla una funci—n diferente de la habitual, puesto que la hija peque–a, en lugar de ser la elegida para encaminar la acci—n hacia un final feliz, es la v’ctima desdichada de los deseos incestuosos de su padre y de la enorme crisis que todo ello provoca.

      Rep‡rese, por otra parte, en c—mo, mediante un proceso de actualizaci—n propio de la tradici—n oral moderna, los protagonistas pasan, en nuestra versi—n del romance, de reyes y caballeros a simples particulares: ÒUn padre ten’a tres hijas, / m‡s hermosas que la playa...Ó (vv.1-2). En otras sugerentes versiones del romance puede apreciarse la alternancia, dentro del mismo discurso narrativo, de versos ÒactualizadosÓ y de versos que siguen remitiendo a un mundo de representaciones feudales:

 

Un padre ten’a tres hijas

m‡s hermosas que la plata,

y estando un d’a en la mesa,

se enamor— de Lisarda

......................................

Se pasaron siete d’as

asomada a una ventana,

y vio a su hermano juegar,

juegar al juego de ca–as

......................................

–Qu’tate de ah’, Delgadita,

qu’tate, fiera malvada,

que no quisistes hacer

lo que el rey padre mandaba...[4].

 

     En esta versi—n se constata, adem‡s, un fen—meno de variaci—n relativamente comœn en el romancero hisp‡nico: la diversidad de variantes onom‡sticas referidas a la protagonista: Delgadina / Delgadita / Lisarda.

      En una versi—n venezolana del romance de Delgadina en forma de cuento tradicional publicada por Luis Arturo Dom’nguez en 1976, la protagonista de la historia aparece bajo el nombre de Vidalina[5].

En cuanto a las posibles relaciones entre la tradici—n peninsular y la tradici—n sefard’ en la transmisi—n del romance, cabe observar que Librowicz se–ala la posible existencia de una narraci—n antigua de la que no s—lo derivar’an las  versiones orientales del romance, sino tambiŽn, probablemente, las versiones marroqu’es, a las que se pudieron a–adir con posterioridad elementos de la tradici—n moderna peninsular[6]. Esta influencia tard’a de elementos importados de Espa–a sobre el romancero sefard’ de la zona del Estrecho es un fen—meno que debi— darse desde el ÒreencuentroÓ de espa–oles y norteafricanos a partir de las guerras e invasiones coloniales de finales del XIX y comienzos del XX. Se trata de lo que Paloma D’az-Mas describi— como Òla progresiva invasi—n del repertorio romanc’stico sefard’ de Marruecos por temas y modalidades provenientes de la pen’nsula, y sobre todo de Andaluc’a...Ó[7]. Esta influencia se concret—, tambiŽn, en la adopci—n de nuevos temas procedentes del romancero vulgar (de ciego), y en la asimilaci—n de t—picos y referencias cristianas, como las invocaciones a la Virgen (ÒNi lo quiera Dios del cielo, / ni la Virgen SoberanaÓ[8]), a Cristo y a los santos.

Cabe la posibilidad de que la invocaci—n Dios del cielo sea una marca jud’a que est‡ presente en muchas versiones peninsulares del romance, incluida la versi—n que recojo en este art’culo (ÒNo lo querr‡ Dios del cielo, / ni la Virgen SoberanaÓ, vv.11-12). Hay que tener en cuenta que la forma Dios del cielo elude todo el contenido trinitario que se derivar’a del uso de la forma Dios padre. Estar’amos, en ese caso, ante el conocido proceso, caracter’stico del romancero sefard’, de Òdescristianizaci—nÓ, concepto que fue acu–ado por Paul BŽnichou:

 

Resulta muy claramente que lo œnico que ha sido eliminado es lo que parec’a implicar de parte del recitador una adhesi—n a las creencias o a la devoci—n cristiana; en cambio, no estorbaba en ningœn modo la alusi—n puramente objetiva a cosas y costumbres cristianas[9].

 

Dentro de este proceso comœn de expurgaci—n, se entiende por quŽ el recitador jud’o de la versi—n de T‡nger-Tetu‡n recopilada en el Florilegio de romances sefard’es de la Di‡spora omite conscientemente[10] el elemento cristiano m‡s marcado y llamativo, como es el milagro final, que en la versi—n que he recogido se concreta en la imagen de la Virgen velando el cuerpo de Delgadina y en la imagen de la fuente prodigiosa que mana a sus pies.

Volvamos a uno de los motivos nucleares para la interpretaci—n sem‡ntica de la versi—n del romance registrada por m’: Delgadina se mantiene firme en su virtud frente a los deseos il’citos del padre, y muere en un estado completo de pureza, pues, a diferencia de otras versiones peninsulares, en ningœn momento da muestras de acceder a los prop—sitos de su padre. No obstante, se podr’a pensar que esta variaci—n es un fen—meno aislado dentro del panorama del romancero hisp‡nico. Mas, he podido constatar, a travŽs de la lectura de diferentes textos, c—mo la voluntad fŽrrea de Delgadina imponiŽndose por encima de cualquier condicionante material, constituye un motivo que est‡ presente en toda la tradici—n sefard’ oriental del romance. El siguiente fragmento, extractado de una versi—n sefard’ de tradici—n turca del romance, ilustra lo explicado:

 

Padre miyo, mi querido,   dexme, dexme un poco d«agua,

que den sed y non de hambre,   al Dio voy a dar mi alma.

Altos, altos, cavalleros,   traide un poco de agua.

Hasta que l«agua truxeron,   Delgadilla dio la alma[11].

 

Segœn Rina Benmayor, al producirse la salvaci—n moral de Delgadina mediante su virtud y no merced a una intervenci—n sobrenatural manifiesta en la tradici—n peninsular, aunque en mi versi—n no cumple una funci—n de salvaci—n respecto del incesto, el conflicto es conducido hacia un plano ’ntimo y familiar: el mayor castigo para el padre no son las penas del infierno (como se aprecia en muchas otras versiones peninsulares), sino la muerte de la hija.

TambiŽn he podido comprobar, ya fuera del ‡mbito del romancero hisp‡nico, otro ejemplo de resistencia ejemplar frente al incesto similar al de Delgadina, en el cuento indio de Sona y Rupa, reproducido y comentado por JosŽ Manuel Pedrosa en su art’culo ÒMirra en su ‡rbol, Delgadina en su torre, la mujer del pez en su pozo: el simbolismo arriba / abajo en los relatos de incestoÓ[12]. En el cuento hindœ, las v’ctimas del incesto no son encerradas a la fuerza, sino que ellas mismas se encierran en un eje vertical ascendente (un ‡rbol de s‡ndalo), que es el equivalente oriental del cuarto oscuro sin ventanas de la versi—n por m’ recogida, desde el cual Delgadina pide de beber a travŽs de las ventanas que Dios le va abriendo. Tanto en el cuento indio como en el romance de Delgadina, JosŽ Manuel Pedrosa advierte paralelismos tem‡ticos y formul’sticos atribuibles a la funcionalidad de un universal narrativo antiguo que el autor resume de la siguiente manera:

 

Un conflicto familiar (por ejemplo, una relaci—n incestuosa exigida por un var—n poderoso a una joven indefensa de su familia) lleva a la v’ctima femenina a ser recluida o a recluirse en un espacio elevado, vertical, ascendente, que le conduce a la muerte antes que a satisfacer las malignas exigencias del agresor. En ese escenario de huida hacia arriba se establece un di‡logo, en f—rmulas repetitivas, entre la joven y sus parientes, que le piden que ceda y baje. Pero la negociaci—n dialogada no resuelve el conflicto, al que s—lo pone fin la muerte de la v’ctima en su elevado confinamiento[13].

 

De este modo, la reclusi—n de la v’ctima en un axis mundi, aparte de significar la salvaci—n de Žsta respecto del pariente incestuoso, garantiza un orden social necesario para la armon’a de toda comunidad.

Merece la pena prestar atenci—n al pasaje en el que el padre manda a sus criados encerrar a Delgadina Òen un cuarto muy oscuro / que no tenga ni ventanasÓ (vv. 15-16):

 

Y no dadla de comer

m‡s que sardinas saladas,

y no dadla de beber

m‡s que zumo de retama.Ó (vv. 17-20)

 

La idea obsesiva del padre est‡ apoyada en las repeticiones de tipo paralel’stico y anaf—rico, tan caracter’sticas de la poes’a de tradici—n oral. La voz retama es un arabismo que, segœn explica Federico Corriente en su Diccionario de Arabismos y voces afines en Iberorromance,[14] procede del vocablo andalus’ rat‡ma, y Žste, a su vez, del cl‡sico rat‡mah: lo que se ha producido es una contaminaci—n por contacto con el prefijo romance {re+}. Sebasti‡n de Covarrubias, haciendo hincapiŽ en el amargor que caracteriza a la retama, dice de ella lo siguiente: ÒEs una especie de esparto, que en lat’n se llama genista, y en vulgar, ginesta. Tiene muchos provechos en medicina, los cuales podr‡s leer en Diosc—rides, lib. 4, cap. 159. Nuestro poeta Garcilaso le dio ep’teto de amarga, diciendo: Amargo al gusto m‡s que la retamaÓ[15].

Si destaco esta palabra es porque, en la gran mayor’a de las dem‡s versiones del romance consultadas, s—lo se insiste en el sabor salado de la comida y de la bebida que se le proporciona a Delgadina durante su encierro: Òall’ la da de comer / carne de vaca salada, / all’ la da de beber / agua de siete pescadasÓ[16]. En cambio, la palabra retama aporta, en la versi—n recogida por m’ y en alguna otra similar, un nuevo sema [amargo] que refuerza el contenido dram‡tico de los cuatro versos paralel’sticos. Dicha variante portadora de este rasgo sem‡ntico la he podido encontrar tambiŽn en las versiones del romance recopiladas por Diego Catal‡n en La flor de la mara–uela[17].

El tema y los motivos del romance de Delgadina se estructuran a lo largo de todo un sistema de repeticiones: Delgadina va pidiendo por amor de Dios a su madre, a su hermana y a su padre, segœn pasan los d’as de su encierro, un vaso de agua; y todos se lo niegan sucesivamente. Su madre y su hermana no se lo dan por temor al castigo del padre, mientras que el padre pone una condici—n: ÒTe lo darŽ, Delgadina,/ si eres mi enamoradaÓ (vv. 61-62). Un procedimiento de repetici—n muy frecuente en el romancero heredado de la Žpica lo constituyen las f—rmulas (repeticiones exactas de frases) o las frases formularias (repeticiones de frases con variantes).

Como ejemplos de f—rmulas, vŽanse los versos 29-34 y 45-50; y, como ejemplos de frases formularias, los versos 21-28, 37-44 y 53-60. Las repeticiones, bien sean de car‡cter anaf—rico, paralel’stico o formul’stico, cumplen una funci—n poŽtica muy importante, pues contribuyen a retrasar con una clara intencionalidad expresiva el cl’max de la acci—n. La versi—n que he recogido del romance presenta, en este largo pasaje iterativo, una caracter’stica que lo diferencia de otras versiones: cuando Delgadina pide ayuda a su madre y a su hermana, Žstas nunca le dan una mala contestaci—n. Ambas se quedan con gran deseo de ayudarla, aunque no pueden por la prohibici—n del padre. En otras versiones, como la recogida por Mercedes D’az Roig en El Romancero Viejo, sus hermanas y hermanos no dudan en recurrir a insultos: ÒQu’tate, perra maldita,/ qu’tate de esa ventanaÓ[18].

En conclusi—n, la versi—n del romance de Delgadina que he registrado de la tradici—n de la Vega de Santa Mar’a (çvila) no puede ser llamada original, ya que en la tradici—n oral siempre actœa un equilibrio de fuerzas (conservaci—n y renovaci—n)[19] que hacen que no exista la memoria absoluta ni la originalidad total; pero s’ que recoge aquellas variaciones que han contribuido a dotar a la historia de un car‡cter m‡s Òrom‡nticoÓ e idealista.

La variaci—n m‡s importante de las que marcan sustancialmente la interpretaci—n del romance se puede encontrar entre los versos 61-66, en los que se aprecia c—mo Delgadina, sin acceder al deseo incestuoso de su padre, acepta con resignaci—n cristiana su suerte:

 

Te lo darŽ, Delgadina,

si eres mi enamorada.

Ya se mete Delgadina

muy triste y desconsolada.

Y a eso de un mes y medio,

ya doblaban las campanas...

 

 

 

 

Bibliograf’a

 

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Librowicz, Oro Anahory: Florilegio de romances sefard’es de la Di‡spora. C‡tedra-Seminario MenŽndez Pidal. Madrid, 1980.

 

Pedrosa, JosŽ Manuel: ÒMirra en su ‡rbol, Delgadina en su torre, la mujer del pez en su pozo: el simbolismo arriba/ abajo en los relatos de incestoÓ, Revista de Folklore 312 (2006) pp. 183-194.



[1] VŽase al respecto lo que dice Mercedes D’az Roig: El Romancero viejo. C‡tedra. Letras Hisp‡nicas. Madrid, 1989, p.281. Un detallado elenco de estudios sobre el romance ha sido desgranado en las notas bibliogr‡ficas del art’culo de JosŽ Manuel Pedrosa: ÒMirra en su ‡rbol, Delgadina en su torre, la mujer del pez en su pozo: el simbolismo arriba/ abajo en los relatos de incestoÓ, Revista de Folklore 312 (2006) pp. 183-194.

[2] Oro Anahory Librowicz:  Florilegio de romances sefard’es de la Di‡spora. C‡tedra-Seminario MenŽndez Pidal. Madrid,1980, p.72.

[3] J. Antonio Cid, Flor de Salazar, Ana Valenciano: Voces nuevas del Romancero castellano-leonŽs (AIER). Seminario MenŽndez Pidal. Gredos. Madrid, 1982, pp.221-222.

[4] Agust’n Clemente Pliego: El Romancero de Castellar de Santiago. Instituto de Estudios Manchegos, CSIC, Ciudad Real, 1985.

[5] Luis Arturo Dom’nguez: Documentos para el estudio del folclore literario de Venezuela. Instituto Panamericano de Geograf’a e Historia, Caracas, 1976.

[6]  Oro Anahory Librowicz: Florilegio de romances sefard’es de la Di‡spora. C‡tedra-Seminario MenŽndez Pidal. Madrid, 1980, p.73.

[7] Paloma D’az-Mas: ÒLa tradici—n sefard’: estado actual de la investigaci—nÓ, La eterna agon’a del Romancero. Homenaje a Paul BŽnichou. Fundaci—n Machado, 2001.

[8] Oro Anahory Librowicz: Florilegio de romances sefard’es de la Di‡spora. C‡tedra-Seminario MenŽndez Pidal. Madrid, 1980, p. 72.

[9] Samuel G. Armistead y  Joseph  H. Silverman: ÒEl substrato cristiano del romancero sefard’Ó, En torno al romancero sefard’. Seminario MenŽndez Pidal. Madrid, 1982, p.127.

[10] Op cit. pp. 139-140.

[11] Rina Benmayor. Romances judeo-espa–oles de Oriente. C‡tedra-Seminario MenŽndez Pidal. Editorial Gredos. Madrid, 1979, p.139.

[12] JosŽ Manuel Pedrosa: ÒMirra en su ‡rbol, Delgadina en su torre, la mujer del pez en su pozo: el simbolismo arriba/ abajo en los relatos de incestoÓ, Revista de Folklore 312 (2006) pp. 183-194.

[13] Op. cit. pp. 13-14.

[14] Gredos, Madrid, 2003, p. 425.

[15] Tesoro de la lengua castellana o espa–ola. Edici—n de Felipe Maldonado. Editorial Castalia. Madrid, 1994, p. 863.

[16] J. Antonio Cid, Flor de Salazar, Ana Valenciano: Voces nuevas del Romancero castellano-leonŽs (AIER). Seminario MenŽndez Pidal. Gredos, Madrid, 1982, p. 221.

[17] Diego Catal‡n MenŽndez Pidal: La flor de la mara–uela. Romancero General de las Islas Canarias. C‡tedra-Seminario MenŽndez Pidal. Madrid, 1986, I.

[18] Mercedes D’az Roig: El Romancero Viejo. C‡tedra. Letras Hisp‡nicas. Madrid, 1989, p. 281.

[19] Op. cit. p. 33.