Hern‡ndez, Graciela B. ÒUna colecci—n de relatos populares registrados en Bah’a Blanca (Argentina), narrados por mujeres de origen mapuche y chilenoÓ. Culturas Populares. Revista Electr—nica 4 (enero-junio 2007).

http://www.culturaspopulares.org/textos4/articulos/hernandezg2.htm

 

ISSN: 1886-5623

 

 

Una colecci—n de relatos populares

registrados en Bah’a Blanca (Argentina),

narrados por mujeres de origen mapuche y chileno

 

Graciela B. Hern‡ndez

CONICET / Universidad Nacional del Sur

(Bah’a Blanca, Argentina)

Resumen

Presentamos una colecci—n inŽdita de relatos recopilados en sectores populares urbanos en la ciudad de Bah’a Blanca (Argentina). Dos de ellos fueron transmitidos por una mujer que los recuerda como parte de su herencia cultural mapuche; se trata de una nueva versi—n de las disputas del zorro y el le—n. El otro cuento se–ala las caracter’sticas de los gorriones que no pueden vivir en cautiverio. Los dos relatos restantes fueron narrados por una joven que record— momentos de su pasado. En primer lugar, un hecho destacado de su vida, cuando viaj— a Chile a visitar a su familia. En segundo lugar una leyenda urbana que se contaba en Bah’a Blanca cuando ella entraba en la adolescencia. Esta leyenda recrea el motivo de la joven muerta que concurre a lugar nocturno.

Palabras clave: Narrativa oral, mapuche, Chile, Argentina, migraciones, cuentos, leyenda urbana.

 

Abstract

This paper presents a collection of tales recorded among popular urban sectors of the city of Bah’a Blanca (Argentina). Two of them were told by a Mapuche woman that remembered them as part of her cultural inheritance: one is a new version of the disputes of the fox and the lion, while the other is about why sparrows canÕt live in captivity. The other tales were told by a young woman who remembered moments of her past: an anecdote of her visit to her family in Chile, and an urban legend that she used to hear in Bah’a Blanca when she was a teenager. The last legend recreates the motif of the dead young woman that comes back to a certain place during the night.

Keywords: Oral narrative, Mapuche, Chile, Argentina, Migrations, Folk Tale, Urban Legend.

 

 

L

os cuentos que componen esta colecci—n fueron recopilados en distintos momentos, durante la realizaci—n de una experiencia pedag—gica denominada ÒTalleres de HistoriaÓ. Esta actividad tuvo lugar en establecimientos de alfabetizaci—n y de educaci—n de adultos, y su objetivo central fue documentar el pasado desde las voces de los narradores protagonistas, otorg‡ndole un lugar especial a las experiencias personales. En este contexto las alumnas/os de estos talleres suelen recordar los cuentos que se narraban en su ‡mbito familiar, o enunciar hechos del pasado con una estructura narrativa muy cercana al cuento, como veremos en el relato que titulamos El hermano mellizo  del muerto.

Cuentos, leyendas, experiencias de vida, junto con recetas de cocina e historia de las instituciones del barrio conforman un cuadernillo que se entrega a todos los participantes para que ellos lo devuelvan escrito. De las recopilaciones realizadas seleccionamos las historias que compartiremos en esta edici—n.

Estos espacios de intercambio de experiencias de vida se realizan en escuelas de barrios perifŽricos de la ciudad de Bah’a Blanca, y los estudiantes son en su mayor’a inmigrantes de origen rural. Muchos han migrado desde Chile, y otros desde distintas provincias de la Patagonia argentina. M‡s all‡ de las adscripciones identitarias nacionales, muchos se identifican como mapuches.

Los mapuche son un pueblo originario que se encuentra tanto en la zona centro-sur de Chile como en la Argentina. Adem‡s, su cultura se extendi— m‡s all‡ de los l’mites Žtnicos, y tiene una destacada presencia entre los campesinos no ind’genas. Es as’ como nos encontramos con una clara mezcla cultural, en la que la narrativa de origen ind’gena aun est‡ vigente.

Una de las caracter’sticas m‡s destacadas del pueblo mapuche ha sido, y es, su capacidad de resistir y de encontrar nuevas estrategias para luchar. Es as’ que primero resistieron a los incas, luego a la conquista hisp‡nica, y ahora siguen con una lucha sostenida por la defensa de sus tierras y su cultura.

 

 

1. El zorro y el le—n

 

ÀUsted sabe por quŽ el zorro es el sobrino del le—n? Porque el le—n lo encontr— al zorro indefenso. Entonces le dijo:

–Yo te voy a bautizar para m’. Vas a ser mi sobrino.

El le—n era muy malo. El zorro obedec’a todo lo que dec’a el le—n. El le—n esperaba que cazara el zorro. Y se com’a lo mejor. El t’o com’a lo mejor. Al zorro le daba la tripa y todo eso.

El zorro estaba cansado. Un d’a empez— a cocinar, porque le cocinaba la comida al le—n. El zorro dec’a:

–QuŽ cansado me tiene el t’o. Yo vivo cazando, y Žl se come lo mejor.

El le—n hab’a empezado a cocinar las tripas, porque quer’a ponerse al lado del sobrino, porque el sobrino le dec’a que siempre com’a lo peor. Cocinaba las tripas con todas las cosas, as’ no m‡s.

El zorro dec’a:

–Ojal‡ se que reviente la tripa esa, y se ensucie toda la carne de mi t’o.

Porque cocinaba la carne para Žl, el le—n.

Dice que por ah’ se revent— una tripa, del mismo calor, se le ensuci— toda la carne al le—n. Entonces dicen que dice el le—n:

–Vos dijiste: Òojal‡ que se reviente esa tripaÓ.

No, t’o dijo el zorro.

El le—n dijo:

–Vos quer’as que reviente esa tripa. As’ que ahora te la comŽs.

Cuando el zorro fue a comer como no tiene manos ni nada–, ten’a que sacarlo con la boca. Entonces el le—n lo empuj—.

Por eso el zorro tiene toda la boca negra. Tiene la boca negra y quemada.

 

Narradora: Rosa Huinchinao. Mujer mapuche. 65 a–os en 2001.

 

Comentario

Los cuentos del zorro y el le—n, o del zorro y el tigre, tienen un amplio registro en la etnoliteratura mapuche. Como en la tradici—n europea, el animal m‡s peque–o pero m‡s astuto, el zorro, puede burlar a su t’o de mayor tama–o, tradicionalmente el tigre. En el caso americano, el tigre va a ser sustituido por el le—n, de mayor presencia en la zona. Claro que, se trata de de ÒversionesÓ locales de estos felinos: el tigre es el yaguaretŽ (Phantera onca); y el le—n es el animal llamado vulgarmente puma (Puma concolor).

En la narrativa mapuche, este felino es llamado malle, designaci—n que recibe el t’o paralelo, es decir, el hermano del padre, figura del sistema parental que puede ser burlada.

Estos cuentos siempre ponen el acento en los intentos del t’o de imponer su autoridad, y en las artima–as de su sobrino para burlarse.

En el cuento que estamos analizando, aparece un componente menos frecuente: la explicaci—n etiol—gica; en este caso, el zorro qued— con el hocico negro porque su t’o lo quem— con el fuego del asado.

Esta variante es inŽdita, y s—lo tiene un antecedente en otro relato que se refiere a los bigotes del animal: Žstos habr’an tenido origen en un intento del zorro por coserse la boca para cantar, y tal operaci—n habr’a sido hecha por la perdiz, convertida en maestra de canto.

 

 

2. ÀPor quŽ salta el gorri—n?

 

Bueno, yo siempre tengo prohibido matar un gorri—n.

El gorrioncito es, era, una persona, un preso. Estaba en c‡rcel. Pero como Žl era tan creyente en Dios, le ped’a a Dios que le diera la libertad, porque Žl no pod’a salir de ninguna manera. Le ped’a que, aunque sea, lo convirtiera en p‡jaro.

Entonces, tanto que rezaba el preso ese, un d’a dice que vino Dios y le dijo:

–Vos vas a salir. Yo te voy a sacar de ac‡.

Antes, a los presos les pon’an grillos, cadenas en los pies. ƒl estaba engrillado.

Entonces, Dios le dijo:

–Vos vas a salir por esa jaula, vas a salir convertido en p‡jaro.

Por eso salta, porque el grillo aœn lo lleva en las patitas, lleva el birrete de preso, y las rayitas que tiene es el uniforme que usaba.

Eso lo cuenta mi pap‡. Si usted pone un gorri—n en una jaula, el gorri—n no dura dos horas, porque se muri—, se muere de tristeza.

 

Narradora: Rosa Huinchinao. Mujer mapuche. 65 a–os en 2001.

 


Comentario

Se trata de la misma narradora del cuento anterior. Ella se siente mapuche, e insisti— siempre en que los mapuche aman la libertad y no pueden estar presos. Se trata de un cuento etiol—gico que explica el color del plumaje del gorri—n, sus movimientos y su comportamiento. El gorri—n es una especie introducida en la Argentina, pero que abunda por doquier.

La narradora se–al— con orgullo que este cuento era una de las ense–anzas que recibi— de su padre, a quien no alcanzamos a entrevistar por que ya estaba muy anciano y enfermo en el momento que conocimos a su hija.

 

 

3. El hermano mellizo del muerto

 

Cuando ya era chiquita, me fui a Chile. Ten’a trece a–os. Estuve un a–o en Chile, en Coronel.

Mi abuelo, en Coronel, alquilaba casas, y le alquilaba a un hombre que ten’a siete hijos, y la se–ora. Eran nueve. Cuando lleguŽ, conoc’ a esta gente. Y, al a–o, regresŽ al mismo Coronel.

Cuando regreso, el hombre este se ahorca, se quita la vida, en la escalera de la cocina. Porque las casas son de dos pisos.

Eran como las dos de la ma–ana. Y la vecina apareci— corriendo, y toc— la puerta, y nos dice llorando:

–ÁEl Yoma se ahorc—! ÁEl Yoma se ahorc—Ó.

Nosotros todos fuimos corriendo, as’ no m‡s, como est‡bamos, en calzoncillos, bombachas. Porque, cuando uno es chico, quiere saber.

Ah’ estaba, tirado, con el cuello todoÉ [gesto para se–alar el hecho]. Mi t’o lo hab’a bajado, y estaba con el cuello para atr‡s.

Quedamos impactados. ƒramos chicos, no sab’amos lo que era la muerte. Yo quedŽ tan impactadaÉ Y, como Žramos chicosÉ De repente, mi t’o nos grit—:

ÁVayan a ponerse ropa!

Nos dio como un infarto. Fuimos para arriba a vestirnos. Esa noche no durmi— nadie. Todos pensando en lo que hab’amos visto.

ÀEra en el campo?

–No, en la ciudad. Cuando lo est‡bamos velando, porque all‡ se vela a la persona y se hace tipo fiesta, se come. Como a las ocho de la noche, empezar’an a velarlo.

A eso de las diez de la noche, el mismo t’o que nos asust— Žl era el due–o de la casa donde est‡bamos viviendodice:

ÀPor quŽ no van abajo a la cocina, y le cargan carb—n para que no apague?

Abajo era en la casa nuestra, porque al vecino lo velaban al lado, en su casa. Nos dijo que carg‡ramos la estufa y, de paso, nos pusiŽramos un abrigo, porque hac’a fr’o.

Yo fui con mi prima. Ella, toda canchera, era grande. Ten’a como diecisiete a–os. Ella subi— a la pieza, y yo me quedŽ en la cocina. Le pon’a carb—n a la estufaÉ Y, de repenteÉ porque la casa de mi viejo era... El frente para ver a los inquilinos era todo de vidrio.

ÀAh’ viv’a tu pap‡?

No. Mi abuelo. Pero como mi abuelo me cri—, yo le digo Òmi viejoÓ.

Bueno, la casa de ellos era toda de vidrio, todo ventanal. Y una ventanita chiquita al costado. Yo estaba echando el carb—n y, de repente, veo un tipo caminando. Pero era el muertoÉ ÁEra el muerto! ÁY ven’a as’!

Yo, mirando que se me ven’a encima, me acuerdo, y me quedo helada. De repente, cruza yo lo miraba por la ventanita y sigui—. Yo, helada. El tipo con ropa, caminando como nada.

Lleg— mi prima y me toc—. Entonces le dije:

ÀNo sabŽs lo que me pas—? ÁVi al Yoma!

–ÁEst‡s loca! me dijo mi prima–. Est‡ muerto. Vos lo viste que est‡ muerto.

Vamos a verlo le dije yo.

Pero el tipo no estaba m‡s.

Volvimos al velorio. Fui a ver al muerto al caj—n, para sac‡rmelo de la cabeza. Y el tipo estaba en el caj—n.

Vengo para abajo, miro entre la gente, y el tipo estaba parado ah’. Todos conversando con Žl. Yo le preguntŽ a mi prima:

ÀNadie se da cuenta?

Mi prima me dijo:

ÀDe quŽ?

De que el Yoma est‡ hablando con todo el mundo le dije.

–ƒse no es el Yoma. Es el hermano gemelo del Yoma me dijo.

[Risas de todas].

Esa vuelta casi me muero. Entre que vi al muerto, y despuŽs al hermano gemelo...

 

Narradora: Br’gida Leal Torres. Nacida en Chile. 30 a–os en 2004.

 

Comentario

La narradora, brillante alumna de la escuela de adultos,  refiere este hecho como una experiencia personal, ocurrida en su infancia en Chile. Cuando registramos este relato, ya era conocido por todos los alumnos del grupo y por las maestras. Todos disfrutaban de la historia y la escuchaban como si fuera la primera vez que la o’an.

Durante el relato, puso especial interŽs en se–alar los aspectos de la cultura que sab’a nos llamaban la atenci—n, como la descripci—n de las viviendas caracter’sticas de Chile, el tipo de calefacci—n y, sobre todo, la modalidad festiva de los velorios.

 

 

4. La mancha de cafŽ

 

Se contaba mucho cuando yo era chica. Tendr’a doce o trece a–os, y a m’ me impact—.

Es de un muchacho que estaba en un baile. Estaba en el mostrador del baile, segœn narra la historia. Estaba en el mostrador del baile, y no quer’a bailar. Vio una chica con una vestimenta blanca, y le llam— la atenci—n la chica, porque la tez era blanca, la vestimenta blanca, en un baile donde se usa ropa informal. Todo blanco.

Bueno, estaban en el baile. Y, de repente, empiezan a charlar. Y la toca, medio como que le da la mano as’, y la siente fr’a a la chica. Entonces la chica le dice:

–Tengo fr’o.

Y Žl le dice:

ÀQuerŽs que vayamos a otro lugar?

Ellos estaban en un lugar, KamasutraÉ se llamaba as’ [una disco].

Bueno, fueron a un cafŽ, a tomar un cafŽ. El muchacho le dijo:

ÀQuerŽs tomar algo?

S’, un cafŽ le dijo.

Cuando va a tomar el cafŽ, se le vuelca en el vestido. Ya se estaba haciendo de d’a, y la chica le dijo que se quer’a ir. Tomaron un taxi, y la llev— a una direcci—n cercana al cementerio, cercana.

Yo me bajo ac‡ le dijo la chica.

–Bueno dijo el muchacho.

Y sigui— en el taxi.

ÁAh! El muchacho le dej— el saco. Se lo hab’a dado para que no tuviera fr’o.

Al otro d’a, el muchacho porque la chica le hab’a dado la direcci—n fue a la casa de la chica a buscar el saco. Lo atiende la madre. La madre qued— helada. Le dijo:

–No, se–or, no puede ser. Porque mi hija muri— hace un a–o.

ƒl dijo que no pod’a ser, que hab’a estado anoche con ella. Que, inclusive, se le hab’a ca’do un poco de cafŽ. Y ella se hab’a dejado su campera.

El muchacho insisti—, y fueron a ver a la tumba, para ver lo que pasaba.

Cuando abren, se dan cuenta que la tumba estaba corrida. Abrieron el caj—n, y vieron que la tumba estaba intacta, y que la chica ten’a la manchita de cafŽ y la campera del muchacho.

Narradora: Br’gida Leal Torres. 30 a–os en 2004.

 

 

Comentario

Se trata de una leyenda urbana, de las muchas, que, segœn ha demostrado JosŽ Manuel Pedrosa en el extenso estudio que a este tipo de leyenda ha dedicado en el pr—logo de su libro La autoestopista fantasma y otras leyendas urbanas espa–olas (Madrid: P‡ginas de Espuma, 2004), cuentan con una larga y multicultural tradici—n, a pesar de su ropaje de modernidad. Pedrosa demuestra, en concreto, que esta leyenda tiene viejos antecedentes en la China de hace varios milenios y que ha sido documentada en tradiciones orales de todo el mundo.

La leyenda se hizo popular en toda la Argentina, y en nuestra zona en concreto tuvo gran fama en la dŽcada de 1980. Era asociada a un local de baile que estuvo de moda en esa Žpoca. En la actualidad, ese lugar ha sido reformado y tiene otro nombre. Sin embargo, se sigue insistiendo en que fue all’ donde tuvo lugar el suceso narrado.