Lada Ferreras, Ulpiano. ÒEl proceso comunicativo de la narrativa oral literariaÓ. Culturas Populares. Revista Electr—nica 5 (julio-diciembre 2007).

http://www.culturaspopulares.org/textos5/articulos/lada.htm

 

ISSN: 1886-5623

Recibido: 01/02/08    Aceptado: 07/03/08

 

 

El proceso comunicativo de la narrativa oral literaria*

 

Ulpiano Lada Ferreras

Universidad de Alicante

 

Resumen

La semiolog’a de la narrativa oral literaria proporciona la metodolog’a adecuada para el estudio del proceso comunicativo que desencadena este peculiar gŽnero literario, que puede ser caracterizado sucintamente por el hecho de compartir rasgos propios de la narrativa, referidos al discurso, y elementos espec’ficos de la representaci—n teatral en su actualizaci—n.

Palabras clave: semiolog’a, narrativa oral, comunicaci—n, narrativa, teatro.

 

Abstract

The semiology of oral literary narrative provides us with the adequate methodology to study the communicative process generated in this particular literary genre, which shares both narrative traits, referring to discourse and theatrical elements, concerning performance.

Keywords: Semiology, oral narrative, communication, narrative, theatre.

 

0. Introducci—n

L

a narrativa oral literaria es un gŽnero literario espec’fico  que se caracteriza por compartir rasgos de la narrativa, junto con otros de la obra dram‡tica. El discurso de la narrativa oral literaria es el propio del texto narrativo, pero su actualizaci—n implica recursos propios del gŽnero dram‡tico, m‡s all‡ de los aspectos comunes que existen entre todos los gŽneros literarios.[1] Estamos, por tanto, frente a una peculiar forma literaria que a diferencia del teatro no emplea en su discurso el di‡logo de forma exclusiva, y que a diferencia del texto narrativo utiliza recursos espectaculares propios de una representaci—n.

Las relaciones entre la narrativa oral y la obra dram‡tica han sido apuntadas por diversos autores, aunque sin llegar a ofrecer una caracterizaci—n detallada que ponga adecuadamente de relieve los mœltiples aspectos que comparten.[2] TambiŽn se ha destacado la relaci—n existente entre el discurso ret—rico y la narrativa oral literaria, a partir de la actio, en la medida en que los recursos ret—ricos desplegados en esta operaci—n ret—rica, son a su vez de modo m‡s general propios de la comunicaci—n dram‡tica. La actio sirve para caracterizar perfectamente los procedimientos comunicativos de la narraci—n oral, por cuanto todos sus elementos est‡n presentes en la representaci—n ret—rica, as’ como todos los elementos de esta œltima se encuentran en la representaci—n teatral. Estos procesos comunicativos podr’an plasmarse gr‡ficamente en tres c’rculos concŽntricos, el exterior corresponder’a al teatro, el intermedio a la ret—rica y el interior y de menor di‡metro a la narrativa oral literaria.[3]

Considero que la semi—tica literaria proporciona la base te—rico-metodol—gica esencial para el m‡s adecuado estudio del fen—meno literario general, y, muy especialmente para el estudio de la narrativa oral literaria y de su peculiar proceso comunicativo, de manera paralela a como la profesora Carmen Bobes ha aplicado la semi—tica literaria, en concreto la semiolog’a dram‡tica, al estudio del teatro, que tomo como modelo aplicativo. Por tanto, la semi—tica narrativa oral me servir‡ de fundamento metodol—gico para el desarrollo de esta investigaci—n.

 

1. El gŽnero literario

El primer paso consistir‡ en establecer y precisar, con la mayor claridad posible, los l’mites de nuestro objeto de estudio, que podemos denominar convencionalmente como relato breve tradicional, dentro del amplio campo del folklore literario. As’, el relato breve tradicional, en cuanto especie del gŽnero narrativo oral literario, ocupa en la actualidad un espacio te—rico que puede ser delimitado claramente con fines operativos frente a otros tipos de literatura oral no narrativa —canciones l’ricas—, frente a manifestaciones de la narrativa oral no literaria —historia oral—, frente al mito, e incluso frente a otras especies de la narrativa literaria oral —canciones narrativas—. Igualmente, el relato breve tradicional, m‡s comœnmente denominado cuento —al que se adjetiva de tradicional, folkl—rico, oral o popular— se puede caracterizar pragm‡ticamente por su peculiar proceso de comunicaci—n que implica elementos propios de la narraci—n, referidos al discurso, y elementos propios de la representaci—n teatral en su forma de actualizaci—n, adem‡s de aquellas caracter’sticas que le son propias. Entre estas œltimas cabe citar la naturaleza oral que no s—lo caracteriza a este gŽnero literario, sino que adem‡s est‡ en su origen, pues surge como texto oral, frente a la narraci—n e incluso el teatro, que se originan como texto escrito. En el caso del teatro encontramos generalmente un di‡logo que est‡ destinado a ser escenificado, puesto que virtualmente incluye una representaci—n; el relato tradicional no incluye virtualmente una representaci—n porque es en s’ mismo representaci—n.

La narrativa oral s—lo puede desarrollarse en un tiempo rigurosamente presente, como el teatro —aunque el discurso adopte un tiempo pasado—, pero sin l’mites espaciales ni temporales, ni de construcci—n imaginaria, como sucede en la novela, al estar el mundo ficcional mediatizado por la figura textual del narrador, en este caso un narrador omnisciente, propio del relato no-focalizado o heterodiegŽtico.

 El relato oral inicia un proceso de comunicaci—n que es en su esencia representaci—n ante un pœblico y que s—lo de forma excepcional, circunstancialmente, puede llegar a convertirse en un texto escrito destinado a la lectura individual, por medio de la transcripci—n del discurso verbal, que asimismo puede contener virtualmente los elementos para su representaci—n, tanto en el discurso como en las especificaciones que a modo de acotaciones se incluyan en el texto escrito. Si en la l’rica y en la narrativa el proceso de comunicaci—n acaba en la lectura y en el drama se prolonga en la representaci—n, en la narrativa oral el proceso de comunicaci—n se constituye en la representaci—n. A diferencia de la obra dram‡tica, en que la lectura y la representaci—n son dos fases sucesivas de un proceso de comunicaci—n œnico, en la narrativa oral hay una œnica fase en donde se completa el proceso comunicativo, que es en la actualizaci—n del relato, si bien de forma independiente a este proceso comunicativo pueden llegar a plasmarse por escrito los aspectos verbales, y quiz‡s algunas indicaciones sobre la representaci—n. Aunque sobre este aspecto concreto conviene se–alar que en la mayor’a de colecciones de relatos tomados de la tradici—n oral no suelen aparecer indicaciones expl’citas referentes a los signos paraverbales, quinŽsicos o proxŽmicos, limitando el texto escrito al discurso lingŸ’stico y, en consecuencia, adquiere un papel muy destacado la cooperaci—n del receptor a travŽs de su imaginaci—n. Estos hechos condicionan notablemente no s—lo la creaci—n y recepci—n de la narrativa oral sino todo su proceso semi—tico.

La narrativa oral, en suma, adem‡s de las caracter’sticas propias derivadas de la oralidad, aœna elementos de la obra dram‡tica representada, como el lenguaje directo o la presencia efectiva del pœblico —actante envolvente—, mientras que otros son propios de la narraci—n, como la figura del narrador.

 

2. El Texto Narrativo Oral Literario

El Texto Narrativo Oral Literario es, por definici—n, un texto oral; como producto humano, es hist—rico-cultural, de car‡cter art’stico literario y forma parte de un proceso de comunicaci—n. El objeto de la semiolog’a de la literatura oral estar’a pues constituido por el Texto Oral. Al igual que en el Texto Dram‡tico, el Texto Oral tiene una doble vertiente, el Texto Literario y el Texto Espectacular, aunque con distintas caracter’sticas.[4] El Texto Literario est‡ constituido por el discurso narrativo, mientras que el Texto Espectacular est‡ formado por las didascalias implicadas en el discurso y por el paralenguaje, los indŽxicos, gestos, movimientos, etc., realizados en una representaci—n. Tanto uno como otro, indisolublemente unidos, est‡n destinados a la representaci—n; en Žsta existen diferentes procedimientos de creaci—n de sentido que pueden darse en simultaneidad, gracias a la utilizaci—n de signos verbales y no verbales en el proceso de comunicaci—n. La narrativa oral literaria, al igual que el teatro, es un gŽnero literario que se dirige a dos sentidos del pœblico en simultaneidad: la vista y el o’do.

No obstante, el estudio del relato tradicional suele centrarse de forma exclusiva en el texto escrito, que apenas contiene alguna indicaci—n sobre la forma en que se llev— a cabo la representaci—n. Al igual que el resto de los gŽneros literarios, su estudio se puede hacer desde diversos puntos de vista metodol—gicos; en cambio, apenas existen estudios que se ocupen de la representaci—n, debido a que normalmente el relato tradicional se estudia como un texto narrativo m‡s, que œnicamente presenta ciertas peculiaridades derivadas de su autor’a colectiva. Adem‡s se suele utilizar cualquiera de las versiones de un relato determinado como si se tratase de un texto fijado y estable. Las dificultades que presenta el estudio de la representaci—n son mayores que las de un texto escrito debido a su situaci—n en un espacio concreto —espacio de representaci—n—, en un tiempo presente, y que, en cualquier caso, no deja de ser una las posibles actualizaciones, dentro de las virtualidades de representaci—n que contiene la obra. Existir‡n tantas representaciones distintas como narradores —actores-narradores—; de hecho cada representaci—n es en s’ misma œnica, ya que no solamente pueden variar las circunstancias de cada puesta en escena de car‡cter espectacular, sino que adem‡s no debemos olvidar que el texto literario no est‡ fijado de antemano por la escritura y, en consecuencia, la organizaci—n del material discursivo no puede hacerse dos veces de la misma manera.

Al igual que ocurre en la obra dram‡tica, no se puede plantear la oposici—n texto escrito-representaci—n porque sus tŽrminos no son hom—logos: la representaci—n, tanto teatral como de la narrativa oral, es una fase din‡mica de un proceso de comunicaci—n, mientras que el texto escrito del teatro es un producto objetivado, no as’ el texto escrito de la narrativa oral que debemos tener presente que no precede a la representaci—n oral, sino que es posterior a Žsta; adem‡s su aparente estabilidad procede de la fijaci—n por escrito del discurso narrativo de una de las mœltiples versiones, en una concreta actualizaci—n. En consecuencia, el texto escrito —procedente de una narraci—n oral— no permanece igual en su forma, puesto que no existe una versi—n definitiva de un relato, sino tantas versiones como transcriptores se hayan ocupado de poner por escrito una actualizaci—n determinada llevada a cabo por un actor-narrador determinado.

La primac’a del texto literario sobre el espectacular en la narrativa oral literaria es paralela a la que se produce en la obra dram‡tica, que encuentra su justificaci—n, mantenida sin discusi—n hasta comienzos del siglo XIX, en Arist—teles cuando afirma que toda tragedia tiene espect‡culo como una de sus partes cualitativas, pero, aunque el espect‡culo sea cosa seductora, es muy ajena al arte y la menos propia de la poŽtica, ya que la fuerza de la tragedia existir’a sin representaci—n y sin actores; adem‡s la tragedia tiene para Arist—teles la ventaja de ser visible tanto en la lectura como en la representaci—n.

 

3. El signo narrativo oral

            El signo es una unidad de manifestaci—n, resultado de un proceso de semiosis por el que un sujeto establece o concreta una relaci—n entre el plano de la expresi—n y el plano del contenido. Y esto es v‡lido tanto para un signo ya codificado, por ejemplo, un signo lingŸ’stico, como para un formante de signo, es decir, un signo circunstancial, transitorio.[5]

Los signos lingŸ’sticos utilizados en el discurso tienen un alto grado de codificaci—n, pero tambiŽn se hace uso en la literatura oral de formantes de signo, y de signos no verbales. Los formantes de signo son aquellos signos que no se encuentran codificados de manera estable en un sistema y s—lo adquieren sentido al ser interpretados dentro de un determinado contexto; si Žste cambia lo hace tambiŽn su significaci—n. Aunque no se establece una relaci—n estable con el concepto denotado, generalmente existe una relaci—n meton’mica entre el formante de signo y el concepto al que denota. Los formantes de signo utilizados en la literatura oral son mucho m‡s limitados que los que se pueden emplear en la obra dram‡tica, y en su interpretaci—n suelen remitir, adem‡s de al contexto, al c—digo cultural cotidiano de los integrantes de la comunicaci—n, es decir, a los c—digos axiol—gicos, culturales, Žticos, estŽticos, etc., de una determinada comunidad, que es, en definitiva, lo que le proporciona la unidad de sentido.

El c—digo y las condiciones de emisi—n del momento se convierten en aspectos de importancia decisiva en manifestaciones teatrales que prescinden de la escritura textual —improvisaciones—, hasta el punto de que si el c—digo se debilita, la escritura se vuelve indispensable.[6] Algo semejante sucede en la narrativa oral, donde la debilitaci—n y modificaci—n del c—digo, y de las condiciones de emisi—n —como consecuencia de los cambios socio-culturales en un ‡mbito determinado—, conlleva, en consecuencia, una plasmaci—n por escrito del mensaje que asegure la permanencia de su contenido, aunque en una forma bien distinta.

El uso del proceso ostensivo en el teatro opone la obra dram‡tica a la narrativa, el mostrar frente al contar. En el escenario, los personajes, acciones, objetos, etc., pueden ser enunciados por la palabra y mostrados ostensivamente mediante ’ndices verbales y no verbales.[7] Los objetos que son mostrados durante una representaci—n se convierten en formantes de signos, que convergen junto a los otros signos visuales o acœsticos en una unidad de sentido.

La narrativa oral literaria tambiŽn hace uso del proceso ostensivo, propio del teatro, combinado con el narrativo, propio del relato. Al igual que en el teatro, donde las condiciones de enunciaci—n son a la vez imaginarias —f‡bula ficcional— y escŽnicas —’ndices se–aladores—, en la narrativa oral literaria el receptor puede recibir informaci—n del actor-narrador mediante el uso de la ostensi—n o por medio de la narraci—n de los acontecimientos. De hecho, debido al empleo del proceso ostensivo, ciertos pasajes de relatos orales vertidos al lenguaje escrito son totalmente incomprensibles si no se acompa–an de las explicaciones necesarias, a modo de acotaciones, puesto que el texto escrito no puede dar cuenta de la actualizaci—n de un texto oral, es decir, de una representaci—n, si no incluye tambiŽn los elementos espectaculares. Por ello, tanto en la narrativa oral como en el teatro, es m‡s abundante la presencia de ’ndices se–aladores que en otros gŽneros literarios.

Los signos dram‡ticos han sido objeto de diferentes propuestas de clasificaci—n que buscan establecer criterios estables para su ordenaci—n en c—digos circunstanciales, v‡lidos para una obra determinada. Por lo que respecta a la literatura oral, encontramos los siguientes tipos de signos: la palabra, los signos paraverbales, los signos quinŽsicos y los signos proxŽmicos. El resto de signos —decorado, accesorios, luz, etc.—  no tienen cabida en este tipo de comunicaci—n literaria.

En la narrativa oral literaria, por medio de la palabra se forma el discurso verbal, que en la literatura oral es un discurso narrativo; el narrador organiza todo el material lingŸ’stico, dispone de la voz, de los conocimientos del mundo narrado, establece el orden de los hechos y elige las palabras que considera m‡s adecuadas para contarnos la historia. TambiŽn puede ceder la palabra a los personajes cuando lo cree oportuno e incluso que establezcan entre ellos un di‡logo, que ser‡ siempre un di‡logo referido. A travŽs de los signos paraverbales la palabra adquiere valores que se superponen a los lingŸ’sticos y que nacen de la dicci—n y la entonaci—n. Los gestos, las expresiones corporales y los movimientos inciden sobre el sentido de las palabras, abriendo de este modo un nuevo campo de significaci—n que confirma o rechaza lo expresado por medio del lenguaje; entre los signos quinŽsicos tiene especial relevancia lo que se ha dado en llamar Çm’mica del rostroÈ, por la facilidad con que se pueden representar el pensamiento y los sentimientos con el rostro. Los signos lingŸ’sticos, los signos paraverbales y los signos quinŽsicos constituyen tres c—digos que forman la estructura triple b‡sica de la comunicaci—n por ser todos ellos un conjunto de sistemas de signos presentes en el ser humano.

De hecho, el elemento fundamental para la existencia del teatro es la presencia del actor, y, por tanto, adquieren un papel decisivo los sistemas de signos que le est‡n m‡s ’ntimamente vinculados —signos lingŸ’sticos, signos paraverbales, signos quinŽsicos—. El resto de elementos que pueden intervenir en una representaci—n dram‡tica pueden considerarse como meramente accesorios. La narrativa oral literaria, por tanto, comparte con el teatro los c—digos dram‡ticos b‡sicos y necesarios para que pueda hablarse de representaci—n teatral. Sin duda la obra dram‡tica puede utilizar muchos otros signos que la doten de mayores posibilidades escŽnicas, pero no por ello de mayor contenido teatral. Creo que, en muchos aspectos, la narrativa oral literaria puede ser asimilada con los principios que definen el teatro pobre de Jerzy Grotowski, por cuanto que, como sostiene este autor, el teatro puede existir sin maquillaje, vestuario especial, escenograf’a, escenario, iluminaci—n o efectos de sonido; pero en cambio no puede existir sin la relaci—n actor-espectador.[8] Otros autores opinan, igualmente, que la esencia del teatro est‡ en la relaci—n actor-espectador, como Erika Fischer-Lichte, quien sostiene que las condiciones m’nimas para que pueda hablarse de teatro ser’an: una persona A, que representa a X, mientras S es espectador;[9] o Peter Brook, para quien un hombre situado en un espacio mientras otro le observa es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral.[10]

En consecuencia, parece llegarse en la narrativa oral literaria a una depuraci—n en el empleo de signos, materializada en la sola presencia del actor-narrador, que favorece la creaci—n de un estrecho v’nculo comunicativo con el espectador, que lo convierte, por medio de su participaci—n, en sujeto de un autŽntico proceso de interacci—n.

 


4. El discurso narrativo oral

El discurso de la narrativa oral literaria se presenta como un discurso narrativo, en donde el narrador, como se ha visto en el apartado anterior, organiza todo el material lingŸ’stico, dispone de la voz, de los conocimientos del mundo narrado, establece el orden de los hechos y elige las palabras que considera m‡s adecuadas para contarnos la historia; pero adem‡s puede ceder la palabra a los personajes y hacer que Žstos establezcan un di‡logo entre ellos. Por tanto, narraci—n y di‡logo son las caracter’sticas de este tipo de discurso.

Los di‡logos que podemos identificar en la literatura narrativa oral tienen, al igual que otros aspectos que he ido individualizando, unas caracter’sticas espec’ficas que los diferencian tanto de los di‡logos del relato como de los di‡logos dram‡ticos, si bien su especificidad reside en el hecho de compartir rasgos de estas dos formas de discurso. El di‡logo narrativo oral, como el di‡logo literario narrativo, es un discurso referido, un discurso de los personajes presentado por el narrador, quien decide en quŽ momento resume, comenta, interpreta o cede la palabra a los personajes. El narrador interviene en el tono, las distancias, el tiempo, el espacio, etc. que utilizan o en que se desenvuelven los personajes. Existen, por tanto, dos discursos en la narrativa oral literaria: el mon—logo del narrador y los di‡logos de los personajes, lo que provoca a su vez una duplicidad de los mundos ficcionales, el mundo del narrador, con su propio cronotopo, y el mundo de los personajes que conlleva, igualmente, un tiempo y espacios propios.

El di‡logo narrativo oral, como el di‡logo literario dram‡tico, se manifiesta en presente, hace uso de procedimientos ostensivos, se desarrolla en presencia de los espectadores, es vivido por unos personajes representados por un actor que utiliza en simultaneidad la palabra con otros signos no verbales —paraverbales, quinŽsicos, proxŽmicos—. La naturaleza misma de la narrativa oral literaria implica un tipo de comunicaci—n que se diversifica en varios niveles: un actor-narrador representa para un pœblico una obra literaria oral que se compone de narraci—n representada y de di‡logos representados.

Respecto a los tipos de di‡logos m‡s comunes en la narrativa oral literaria, se pueden diferenciar dos grandes grupos: los di‡logos de inversi—n c—mica y los di‡logos informativos. Los primeros buscan un efecto c—mico, que normalmente se consigue al final del relato, o, cuando la narraci—n se compone de varias secuencias, al final de cada una de ellas; la finalidad de estos di‡logos es lœdica. Los di‡logos informativos, por su parte, pretenden ofrecer a los receptores una informaci—n por medio de un proceso de conocimiento en el que est‡n inmersos los personajes, y que finaliza con una ense–anza; tienen una clara finalidad did‡ctica. Ambos tipos de di‡logos se caracterizan, como es propio de la literatura de tradici—n oral, por su naturalidad y espontaneidad; en ellos no se encuentran, como es l—gico, gran variedad de matices, pero s’ ingeniosas construcciones que suelen conducir al efecto c—mico deseado. Es habitual, por otra parte, la presencia, tanto en los di‡logos de inversi—n c—mica como en los di‡logos informativos, de di‡logos reiterativos; en ellos se repite, por ejemplo, una misma estructura interrogativa, a la que corresponden unas respuestas casi idŽnticas. Normalmente la repetici—n se produce tres veces, lo cual debe ser puesto en relaci—n con las leyes Žpicas —ley de repetici—n, ley de tres— expuestas por Axel Olrik.[11]

La interacci—n no verbal que se establece entre el actor y el pœblico en los momentos previos y al comienzo de una representaci—n es denominada por Donald M. Kaplan di‡logo primario y se materializa en unas relaciones rec’procas de interŽs, entusiasmo, placer, juego, temor, agresividad, etc.[12] La profesora Carmen Bobes no limita esta relaci—n dial—gica primaria a los seres animados, sino que la extiende a cualquier sistema de signos que puedan estar en escena al comienzo de la representaci—n, y justifica el car‡cter agresivo del pœblico en esta relaci—n debido a la falta de un c—digo comœn entre el actor y el pœblico, lo cual implica una sensaci—n de inseguridad en el espectador que se ir‡ disipando a medida que se desarrolle la obra.[13] El di‡logo primario tambiŽn se establece entre el actor-narrador y el espectador en una representaci—n narrativa oral, pero con m‡s intensidad de la que puede existir en una representaci—n ÇprofesionalÈ de una obra de teatro, puesto que Žsta supone, hasta cierto punto, una relaci—n actor-pœblico ÇdespersonalizadaÈ. No en vano, Kaplan vincula la eficacia del di‡logo primario con los ‡mbitos escŽnicos envolventes, debido a que supone la intensificaci—n de algunos v’nculos entre los sujetos del proceso comunicativo, aspecto del que me ocuparŽ m‡s adelante.

Conviene distinguir con claridad el dialogismo, rasgo general del lenguaje en su uso en procesos de comunicaci—n, y el di‡logo, como forma concreta de intercambio lingŸ’stico en el que dos o m‡s sujetos alternan su actividad en la emisi—n y recepci—n de enunciados. El dialogismo es la condici—n general de la lengua para que sea posible el di‡logo en el habla. El di‡logo dram‡tico es lenguaje directo entre personajes y es la forma que utiliza este gŽnero literario, que es dial—gico en su conjunto.[14] La narrativa oral literaria establece relaciones dialogadas y dial—gicas en sus diferentes niveles de comunicaci—n. Los personajes representados por el actor-narrador pueden comunicarse por medio del di‡logo, o al menos, de manera dialogada. Existe, tambiŽn, un proceso dial—gico que se establece entre el emisor o la cadena de emisores y los espectadores. Pero en un paso m‡s, puede incluso establecerse una comunicaci—n dialogal durante la representaci—n entre el actor-narrador y el espectador —dentro del ‡mbito escŽnico envolvente—, en un verdadero proceso interactivo, que no se da en ningœn otro gŽnero literario.  

Algunos autores, a prop—sito del di‡logo dram‡tico, destacan la convenci—n por la cual el pœblico presente en la representaci—n, sin el cual Žsta no se llevar’a a cabo, debe comportarse como si no  estuviera presente y los actores actuar como si no existiese pœblico; as’, Alexandrescu se refiere a un tercer actante, que no interviene en el di‡logo, pero es fundamental para caracterizarlo frente a los di‡logos de otros gŽneros literarios, al que denomina actante englobante, mientras que Bajt’n lo llama tercero en el di‡logo o superdestinatario. Esta relaci—n entre pœblico y actores no es dialogal, porque no es interactiva, ya que el pœblico se limita a ser receptor de la obra.[15] La narrativa oral literaria requiere necesariamente de un pœblico en cada una de las actualizaciones, pero, a diferencia de la representaci—n dram‡tica, los receptores no deben permanecer pasivos; en este tipo de comunicaci—n la simultaneidad temporal y la contigŸidad espacial consiente que el pœblico receptor pueda expresar su placer o disgusto, as’ como pedir explicaciones sobre el desarrollo argumental al narrador, como veremos m‡s adelante.

 

5. Las categor’as del texto narrativo oral literario

            La narrativa oral literaria presenta una historia, hechos y relaciones que cambian: existen acciones vividas por unos personajes en un tiempo y un espacio determinados, todo ello relatado por un narrador. En su relato podemos distinguir el discurso, es decir la verbalizaci—n llevada a cabo por el narrador, el argumento, que dar’a cuenta del contenido del discurso, pero liber‡ndolo de sus palabras textuales, y la historia, que se corresponder’a con la ordenaci—n cronol—gica de los hechos narrados.[16] Es posible distinguir, en la narrativa oral, acciones, personajes, tiempo y espacio, categor’as que tienen unas formas de presentaci—n y distribuci—n —sintaxis—, un valor significativo propio en los l’mites de la obra —sem‡ntica— y pueden ser interpretadas en el ‡mbito de los sujetos que intervienen en el proceso comunicativo, autor y receptores —pragm‡tica—.[17]

 

5.1. Acciones

            Las acciones est‡n presentes en la narrativa oral de la misma forma que en la novela. Su identificaci—n se logra por medio de la segmentaci—n. La novela cuenta una  historia ficcional al igual que el relato oral literario, por lo que no existen motivos que impidan llevar a cabo el an‡lisis de ambos textos con el mismo mŽtodo para identificar las unidades de la narraci—n. La expresi—n del discurso por medio de un c—digo lingŸ’stico escrito o a travŽs de un c—digo lingŸ’stico oral, referido a la novela y al relato literario oral respectivamente, no invalidan el paralelismo que mantienen estos gŽneros literarios en lo relativo a la secuencia de acciones de una historia que se manifiesta en ambos casos. La narratolog’a se ocupa de determinar las unidades que desempe–an una funci—n en la trama, y luego precisar las relaciones que hay entre ellas  y la disposici—n en que se han situado. Las acciones por medio de un proceso de abstracci—n se conceptualizan en funciones, es decir, en esquemas despojados de sus rasgos individualizadores. Dentro de la metodolog’a narratol—gica es posible aplicar varios modelos: el modelo funcional de Propp, que se–ala como unidad m’nima la funci—n; el secuencial de Bremond, que parte de la secuencia elemental formada por tres funciones b‡sicas; el jerarquizado de Barthes, que clasifica las funciones en cardinales, o nudos de las acciones, y cat‡lisis, transici—n entre dos nudos; o las propuestas de Greimas y Todorov, entre otros.[18]

 


5.2. Personajes

            La construcci—n del personaje narrativo, se–ala la profesora Carmen Bobes, sigue dos principios, el de discrecionalidad y el de unidad, que obligan a la construcci—n de personajes coherentes. El personaje se presenta como un nombre, que es una etiqueta sem‡ntica en blanco, y se construye en el discurso por medio de datos discretos y discontinuos que proceden de tres fuentes: la informaci—n que proporciona el narrador, la informaci—n que ofrece el personaje por medio de sus palabras, sus acciones y sus relaciones y, en tercer lugar, la informaci—n que proporcionan sobre Žl los otros personajes. Algunos te—ricos niegan la existencia del personaje y s—lo admiten la dimensi—n funcional de actante, lo cual implica la negaci—n de las categor’as de tiempo y espacio, y en consecuencia el texto quedar’a reducido a un esquema de acci—n producto de un proceso de abstracci—n sin ningœn valor literario.[19] En la narrativa oral literaria se produce un desdoblamiento en el proceso comunicativo que guarda semejanzas con el proceso comunicativo del teatro y que afecta al personaje. Por un lado, los personajes que aparecen en el discurso tienen las mismas caracter’sticas que el personaje de un relato o de una novela, pero adem‡s de estos personajes contamos con la presencia del actor, m‡s concretamente del actor-narrador. De esta forma, podemos establecer las siguientes relaciones: el actor-narrador es la unidad b‡sica de la representaci—n, el personaje es la unidad b‡sica del discurso, mientras que el actante es la unidad b‡sica de la sintaxis de la obra.

 

5.3. Tiempo

            La narrativa oral, al emplear como forma discursiva la narraci—n, puede oponer la temporalidad entre la figuras de los personajes —enunciado— y la del narrador —enunciaci—n—, que remiten al ÇpasadoÈ y al ÇpresenteÈ respectivamente, y, de esta forma contrastar dos temporalidades. En el gŽnero dram‡tico el tiempo puede ser medido en tres niveles: el de las acciones en su secuencia —historia—, el de las palabras —discurso— que crean las acciones, y el de la representaci—n, que a–ade a las palabras los signos no verbales del Texto Espectacular que aparecen en escena, que pueden alargar o acortar el tiempo de la obra.[20] Si en el teatro es posible distinguir el tiempo de la historia, el tiempo del discurso y el tiempo de la representaci—n y establecer relaciones entre los distintos tiempos —la historia creada por el texto dram‡tico no se sigue punto por punto en la representaci—n, y Žsta no coincide, normalmente, con el tiempo cronol—gico de la historia, ni con el tiempo literario del discurso—, en la narrativa oral literaria el tiempo de la historia tampoco coincide con el tiempo del discurso ni el de la representaci—n, pero estos œltimos —tiempo del discurso y tiempo de la representaci—n— son idŽnticos, porque el relato de la narrativa oral se constituye en el propio discurso, que es simult‡neo a la representaci—n llevada a cabo por el actor-narrador; cada nueva actualizaci—n del mismo relato realizada por el mismo narrador —o por un narrador diferente— supone una construcci—n lingŸ’stica œnica y diferente a todas, consecuencia del concreto contexto comunicativo, y, por otra parte, de la verbalizaci—n tambiŽn œnica, ya que el narrador recrea un texto que conoce previamente, pero no memoriza un texto como en el teatro, como en manifestaciones tradicionales versificadas o como en otras manifestaciones narrativas no tradicionales. Por lo que respecta a la posible simultaneidad del tiempo presente de la representaci—n y del espectador, que es negada en el teatro en la medida en que el tiempo presente del espectador es un presente vivencial distinto del tiempo presente dram‡tico escenificado, en la narrativa oral es posible distinguir, por un lado, el tiempo presente del espectador del tiempo ficticio de la narraci—n y por otro identificar la simultaneidad entre el tiempo presente del espectador y el tiempo presente de la representaci—n, que es compartida con el actor-narrador y permite un autŽntico proceso interactivo entre ambos, manifestado en la posibilidad del narrador de variar  en todo momento su repertorio en funci—n de la reacci—n del pœblico, as’ como en la posibilidad del pœblico de interpelar directamente al narrador para solicitarle determinado tipo de relato o despejar todo tipo de ruido que pudiera estar presente en la comunicaci—n.

 

5.4. El espacio

El espacio presenta un claro car‡cter espec’fico en la narrativa oral literaria. En el relato y en el poema el espacio no tiene ningœn tipo de limitaci—n, pues se trata de espacios ficcionales que no han de materializarse en el escenario; mientras que en el teatro nos encontramos con una conjunci—n de espacios imaginarios creados en la primera fase de la comunicaci—n dram‡tica por la lectura de la obra dram‡tica —di‡logo y acotaciones—, que deben concretarse, en la segunda fase de la comunicaci—n —la representaci—n dram‡tica—, en espacios reales. En la representaci—n del Texto Oral se produce un desdoblamiento del espacio en dos niveles simult‡neos, no sucesivos —como sucede en las dos fases de comunicaci—n de la obra dram‡tica—; por un lado existe un espacio material en el que representa el actor-narrador —espacio escŽnico—, y a partir del discurso narrativo se crea un espacio narrado en el que se mueven el narrador textual y los personajes —espacio dram‡tico y espacio lœdico—. No cabr’a distinguir un espacio escenogr‡fico, entendido como el espacio que reproduce en el escenario, por medio de la decoraci—n, el espacio dram‡tico, puesto que, como he se–alado, entre los signos de la narrativa oral literaria no tiene cabida el decorado, cre‡ndose el espacio, como en el teatro pobre de Grotowsky, a partir del cuerpo del actor, con formantes paralingŸ’sticos, quinŽsicos y proxŽmicos. Por lo que respecta al ‡mbito escŽnico, es decir, el lugar f’sico donde se realiza la representaci—n y donde se lleva a cabo la espectaci—n —en el teatro se hablar’a de escenario y sala— se corresponde siempre con espacios hallados, es decir, las representaciones se hacen en espacios habilitados circunstancialmente para ellas,[21] quiz‡s vinculados en su origen al rito y posteriormente a la tradici—n, bien como lugar de ocio bien como lugar de trabajo. El ‡mbito escŽnico en donde se desarrolla la representaci—n de un Texto Oral es un ‡mbito envolvente, en U, que conserva reminiscencias del rito, propio del ‡mbito en O, y en consecuencia se trata de un tipo de ‡mbito escŽnico que busca el enfrentamiento y la intensidad de los ‡mbitos en T, pero al mismo tiempo consigue la integraci—n del espectador propia de los ‡mbitos envolventes.

 

6. Tipolog’a de las formas narrativas orales

            Un criterio clasificatorio de los relatos orales que, a mi modo de ver, permite una adecuada divisi—n del objeto de estudio es el de la comicidad, por el que se parte de una clasificaci—n binaria entre relatos c—micos frente a relatos no c—micos. La presencia o la ausencia de comicidad en un cuento implica unas determinadas caracter’sticas narrativas que coinciden en buena parte con la divisi—n tradicional de los relatos. Dentro de estos dos grandes grupos  es posible seguir realizando nuevas divisiones. En los cuentos no c—micos, a diferencia de lo que sucede con los c—micos, es posible establecer una nueva divisi—n binaria basada en la oposici—n entre relatos maravillosos y no maravillosos; entiendo por relatos maravillosos aquellos en los que aparece un objeto o un personaje m‡gico. Podemos precisar que la gran mayor’a de cuentos no c—micos-no maravillosos, se pueden catalogar, desde un punto de vista tem‡tico, como did‡cticos. Los relatos maravillosos tienen una estructura claramente diferenciada, ya se–alada por Propp en la Morfolog’a del cuento[22] y, en consecuencia, coinciden con las catalogaciones tradicionales. El resto de cuentos no humor’sticos se pueden agrupar, por oposici—n a los cuentos maravillosos —ausencia de objeto o personaje m‡gico—, de los que se diferencian claramente en la estructura narrativa; no obstante, como he se–alado, parece que todos comparten una finalidad did‡ctica, ausente en los relatos maravillosos.

            El grupo m‡s numeroso de cuentos tradicionales conservados es, sin duda, el de los c—micos. La narraci—n est‡ construida en funci—n del efecto c—mico, que normalmente se produce al final del relato; cuando el relato est‡ formado por varias secuencias la comicidad se produce al final de cada una de ellas. As’, la composici—n narrativa difiere claramente de la de los cuentos no humor’sticos-maravillosos, si bien en algunos casos el relato puede conservar una estructura semejante a la de los cuentos maravillosos, pero con un final c—mico; en estos casos suele aparecer un ayudante, pero no hay ni objeto ni ayudante m‡gico. Dentro de este grupo incluyo los que tradicionalmente la cr’tica agrupaba bajo los ep’grafes de cuentos de animales y gran parte de los cuentos de costumbres. No me parece adecuado distinguir los cuentos de animales de los chistes o anŽcdotas —cuentos de costumbres— ya que el desarrollo narrativo, con el efecto c—mico final, est‡ presente en ambos tipos. Por otra parte, a pesar de que los personajes de los cuentos de animales son, como su propio nombre indica, animales, no guardan ninguna relaci—n en la estructura narrativa con los cuentos maravillosos, ni existe objeto ni ayudante m‡gico; adem‡s, tampoco cabe hablar de cuento maravilloso, si siguiŽsemos otro criterio, por el hecho de que los animales hablen, puesto que estamos, realmente, ante una mera antropomorfizaci—n de los personajes.

Los cuentos c—micos podr’an a su vez ser divididos en varios grupos, teniendo en cuenta los mecanismos empleados en la comicidad; sin embargo no cabe presentar un cuadro sistem‡tico de oposiciones porque los elementos c—micos que aparecen en los relatos no son excluyentes. As’ pues, es posible diferenciar grupos mayoritarios de relatos en los que la comicidad se destaca por el uso de la astucia o el enga–o, o bien por la extremada simpleza, por el triunfo del dŽbil —con la ayuda en algunos casos de otro personaje, lo que recuerda el esquema narrativo propio de los cuentos maravillosos—, o por la presencia de elementos escatol—gicos o er—ticos. En consecuencia, se pueden encontrar narraciones en las que la comicidad procede de la astucia o el enga–o y que contenga, tambiŽn, elementos escatol—gicos, o cuentos er—ticos en donde se produce el triunfo del dŽbil, entre otras muchas posibles combinaciones.

El hecho de que la mayor’a de relatos sean de car‡cter c—mico parece revelar la existencia de una clara funci—n lœdico-humor’stica, que es bien aceptada por el auditorio y, en consecuencia, permite la pervivencia del gŽnero. Frente a esta situaci—n, los relatos no humor’sticos, que s—lo representan una peque–a parte de las narraciones, parecen haber perdido su funci—n, exclusivamente lœdica o en ocasiones lœdico-did‡ctica, dentro del actual contexto social, y al ser rechazados por los destinatarios desaparecen del repertorio del emisor. Esta idea parece corroborarse si tenemos en cuenta que muchos de los cuentos maravillosos —para nosotros no c—micos-maravillosos— viven actualmente en forma muy fragmentaria y son re-creados por el emisor en menor medida y con m‡s dificultad que los relatos humor’sticos. Adem‡s, como ya he apuntado, existen algunos cuentos c—micos que siguen la estructura de los no c—micos-maravillosos, pero sin la presencia del elemento m‡gico, junto con otras versiones de cuentos, menos frecuentes, que se pueden clasificar como c—micos, aœn manteniendo la estructura de los maravillosos y con la presencia del objeto o personaje m‡gico. Cabe, por tanto, hablar de una especializaci—n de la narrativa oral literaria en relatos de car‡cter c—mico, por razones de ’ndole pragm‡tica, como es la presi—n ejercida en los œltimos a–os por los cambios sociales —cambios de gran alcance experimentados en muy poco tiempo—, que repercuten, evidentemente, en los gustos y preferencias del pœblico receptor, produciendo, de esta manera, un claro efecto feedback. Los elementos maravillosos son desplazados del gusto del pœblico por los discursos de otros medios de comunicaci—n, que invaden incluso el ‡mbito infantil en donde parec’a que ten’an asegurada su pervivencia; de la misma forma los elementos did‡cticos son rechazados por los miembros de unas sociedades que, como consecuencia de los cambios sufridos en su seno, han visto c—mo se modificaba e incluso se subvert’a su escala tradicional de valores. Los relatos c—micos, en cambio, no s—lo mantienen su vitalidad en la tradici—n oral sino que incluso atraen hacia s’ a otros relatos que tradicionalmente pertenec’an a las formas no c—micas.[23]

 

7. El proceso comunicativo de la narrativa oral literaria

 Es posible caracterizar pragm‡ticamente la literatura narrativa oral por medio de su peculiar proceso de comunicaci—n que comporta elementos propios de la narraci—n, referidos al discurso, y elementos propios de la representaci—n teatral en la forma de actualizaci—n a la que se puede denominar, por tanto, representaci—n. La narrativa oral es un medio de comunicaci—n complejo que a–ade elementos nuevos al esquema comunicativo al tener muchos m‡s emisores que la literatura escrita o incluso que el teatro; estos emisores forman una cadena de transmisi—n que se prolonga en el tiempo, mediante un permanente e incesante proceso de transducci—n. El efecto feedback juega un papel m‡s importante que en cualquier otro proceso de comunicaci—n literaria, convirtiendo dicha comunicaci—n en autŽnticamente interactiva. Hablamos de m‡s de un emisor porque el receptor se convierte a su vez en el emisor de una nueva comunicaci—n.  La presencia del intermediario es un elemento esencial para que exista esta comunicaci—n, debido a que el Texto Oral forma una unidad indisoluble sin que se pueda en ningœn caso hablar de Texto Escrito y Texto Representado, como sucede en una obra dram‡tica, en donde cada uno de estos Textos culmina separadamente la funci—n comunicativa.

En la narrativa oral cobra una singular importancia la emisi—n del mensaje, ya que a diferencia de lo que ocurre en la poes’a o la novela el texto no est‡ fijado; incluso en una representaci—n teatral se lleva a cabo una adaptaci—n del texto proporcionado por el autor —de hecho es inevitable en mayor o menor medida—, pero en la oralidad narrativa la emisi—n se convierte en una recreaci—n, en donde el sujeto emisor tiene absoluta libertad para ordenar el material discursivo y el espectacular, as’ como para a–adir o suprimir aquello que considere oportuno. Adem‡s, est‡ impelido a actuar de este modo ante la ausencia de un texto m‡s o menos fijado, como es el caso de la poes’a oral que deja mucho menos margen a la actividad de recreaci—n. TambiŽn el teatro tiene un peque–o margen para la improvisaci—n, por medio del empleo de f—rmulas teatrales codificadas por personajes igualmente estereotipados, como sucede en la Commedia dellÕArte. El Texto Oral se compone, como ya he se–alado, de Texto Literario y Texto Espectacular, es decir, narraci—n y representaci—n, que nunca constituyen dos fases de un proceso, sino que se dan siempre en simultaneidad.

 

7.1. El proceso de transducci—n

Los procesos semi—sicos de expresi—n, comunicaci—n, interacci—n, significaci—n o interpretaci—n, lo son siempre por la presencia de un signo y se diferencian por el modo de intervenci—n de los tres elementos comunicativos del esquema semi—tico b‡sico. El predominio de algunos de los procesos sobre otros en el discurso literario da lugar a los gŽneros literarios.  La profesora Carmen Bobes explicita un sexto proceso semi—tico, descrito por Doležel, que ampl’a el esquema de los anteriores duplic‡ndolo. La transducci—n supone que el receptor de un primer proceso se convierte en emisor de un segundo proceso y ofrece como nuevo texto su lectura del primero. La transducci—n consta de al menos dos procesos de comunicaci—n enlazados por un sujeto, que actœa como elemento puente, pues est‡ en ambos para hacer de los dos procesos de comunicaci—n un œnico proceso de transducci—n. Hay un cambio de funci—n —receptor/emisor— de uno de los sujetos. Toda transducci—n se presenta como un proceso con dos vertientes: una de transmisi—n de un texto y otra de transformaci—n.[24]

Si en el teatro el proceso de transducci—n es necesario en el paso del texto dram‡tico escrito al texto dram‡tico representado —llevado a cabo por el director de escena—, en la narrativa oral la emisi—n de un relato es en s’ mismo transducci—n, porque el Texto Narrativo Oral se constituye en la propia verbalizaci—n del discurso, de ah’ que el tŽrmino para referirse al emisor —el actor-narrador— sea el de recreador, pues el receptor del Texto Oral pasa a ser emisor en un segundo proceso. El Texto Oral sufre alteraciones en el paso de un proceso a otro, las innovaciones repercuten tanto en el Texto Literario como en el Espectacular, y se componen de supresiones y adiciones. Sin el proceso de transducci—n no cabr’a tampoco hablar de comunicaci—n literaria oral.

 


7.2. El efecto feedback

            El efecto feedback consiste en la circularidad del proceso de comunicaci—n —del receptor hacia el emisor, una vez culminado el proceso lineal del emisor hacia el receptor—, convirtiendo, de este modo, el proceso comunicativo de la narraci—n oral en interactivo. En funci—n del pœblico el emisor seleccionar‡ de entre su repertorio aquellas narraciones que estime m‡s oportunas —relatos anticlericales, er—ticos, ejemplares, etc.— y a partir de las peticiones o reacciones de los receptores puede variar el tipo de narraci—n. De hecho, durante esta transmisi—n con transformaci—n el Texto Oral sufre un proceso de actualizaci—n lŽxica, sem‡ntica y pragm‡tica para adaptarla al contexto temporal y al gusto del pœblico, asegurando de este modo su vigencia comunicativa. Este grado de interacci—n no se alcanza en ninguna otra comunicaci—n literaria.  

            La presencia del pœblico es tambiŽn un factor que caracteriza este tipo de comunicaci—n. Si uno de los rasgos que individualizan el proceso comunicativo literario frente al lingŸ’stico es la comunicaci—n diferida, en la narraci—n oral la comunicaci—n es inmediata; el pœblico debe estar siempre presente para que se establezca dicha comunicaci—n, de otra forma no tendr’a sentido. La literatura oral es una comunicaci—n inmediata, in praesentia, y adem‡s bidireccional, por cuanto que el pœblico presente puede durante el desarrollo de la representaci—n dirigirse al emisor para aclarar cualquier problema derivado de la presencia de ruido en la comunicaci—n que impedir’a la precisa comprensi—n del mensaje, algo que no cabe en una representaci—n dram‡tica, por m‡s que sea una comunicaci—n inmediata e in praesentia. El pœblico –actante englobante– en un extremo del proceso comunicativo se convierte en un elemento decisivo que contribuye, junto con el narrador, a dar unidad de sentido a la obra narrativa oral, estableciŽndose una autŽntica relaci—n interactiva entre narrador y pœblico.

 

 

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* Este trabajo es resultado de una investigaci—n realizada en el ‡mbito del proyecto de investigaci—n de referencia HUM2007-60295/FILO, concedido por la Direcci—n General de Investigaci—n del Ministerio de Educaci—n y Ciencia

[1] M.» del C. Bobes Naves, Semiolog’aÉ, p‡gs. 7-8.

[2] U. Lada Ferreras, La narrativaÉ, p‡gs. 115-121.

[3] U. Lada Ferreras, ÇEl relatoÉÈ, p‡gs. 321-329.

[4] M.» del C. Bobes Naves, Semiolog’aÉ,  p‡g. 87.

[5] M.» del C. Bobes Naves, Semiolog’a..., p‡g. 117.

[6] A. Ubersfeld, La escuelaÉ, p‡g. 25.

[7] M.» del C. Bobes Naves, El di‡logo..., p‡gs. 131-132. 

[8] J. Grotowski, HaciaÉ, p‡gs. 9-13.

[9] E. Fischer-Lichte, Semi—ticaÉ, p‡g. 27.

[10] P. Brook, El espacio..., p‡g. 5

[11] A. Olrik, EpicÉ, p‡gs. 87-97.

[12] D. M. Kaplan, ÇLa arquitecturaÉÈ, p‡gs. 19-21.

[13] M.» del C. Bobes Naves, Semiolog’aÉ, p‡g. 184.

[14] M.» del C. Bobes Naves, Semiolog’aÉ, p‡gs. 186-189.

[15] M.» del C. Bobes Naves, Semiolog’aÉ, p‡g. 199.

[16] M.» del C. Bobes Naves, La novela, p‡g. 141.

[17] M.» del C. Bobes Naves, Semiolog’aÉ, p‡g. 286.

[18] U. Lada Ferreras, La narrativaÉ, p‡gs. 5-6.

[19] M.» del C. Bobes Naves, La novela, p‡gs. 144-165; M.» del C. Bobes Naves, Semiolog’aÉ, p‡gs. 325-362.

[20] M. del C. Bobes Naves, Semiolog’aÉ, p‡g. 369.

[21] M. del C. Bobes Naves, Semi—ticaÉ, p‡g. 230.

[22] V. Propp, Morfolog’aÉ, p‡g. 18.

[23] U. Lada Ferreras, Tipolog’aÉ, p‡gs. 275-283.

[24] M. del C. Bobes Naves, Semiolog’aÉ, p‡gs. 230-236.