Pedrosa, José Manuel. Sobre: Rafael Beltrán, Rondalles populars valencianes: antologia, catàleg i estudi dins la tradició del folklore universal. Valencia: Publicaciones Universitat de València, 2007. Culturas Populares. Revista Electrónica 5 (julio-diciembre 2007).

http://www.culturaspopulares.org/textos5/notas/pedrosa4.htm

 

ISSN: 1886-5623

 

 

 

Rafael Beltrán, Rondalles populars valencianes: antologia, catàleg i estudi dins la tradició del folklore universal. Valencia: Publicaciones Universitat de València, 2007; 764 pp.

 

 

L

a tradición cuentística de las provincias de Valencia, Castellón y Alicante era, antes de la publicación de este libro, un coto prácticamente vedado para la mayor parte de los lectores en general, y para los estudiosos del cuento en particular. Las compilaciones y los estudios que había en circulación no destacaban por su abundancia, y sí eran, por el contrario, sumamente irregulares en lo que respecta a la tradición geográfica que cubrían, además de, por lo general, poco escrupulosos y escasamente refinados en los criterios y en los métodos de recolección y de edición de sus materiales. Había un predominio evidente de compilaciones estrictamente locales, unas cuantas de ellas comarcales, realizadas, en un puñado de pueblos, por folcloristas de vocaciones y afanes tan meritorios como a menudo deficientes en el manejo de los instrumentos de la filología y en el análisis académico. Alejados, por lo general, de la técnica de la transcripción rigurosa y respetuosa para con el discurso oral de los narradores, e inclinados, bastantes veces, a reescrituras que a veces pecaban de ampulosas, otras de infantilizadas, algunas de pseudorrománticas, y que por lo general no eran demasiado afortunadas, ni desde el punto de vista siquiera de la manipulación literaria. Aunque haya que destacar alguna que otra excepción, como las de las obras de Enric Valor y de Josep Bataller Calderón, esforzadísimos folcloristas y, al mismo tiempo, escritores finos y cuidadosos a la hora de reescribir los cuentos. O como la de determinados folcloristas de las últimas hornadas (Beltrán, Guardiola, Monjo, Pérez, Limorti y Quintana, Roig Vila, Rico y otros), que transcriben y editan sus textos con muy marcada o con absoluta sensibilidad filológica.

La aparición de este libro monumental, que es, por un lado, una antología muy extensa y exhaustiva, por otro un muy elaborado catálogo y, además, un modelo de rigor metodológico en los comentarios y en las glosas críticas, viene a colmar, pues, una laguna que antes tenía condenada a la tradición cuentística de la región valenciana a estar en la cola del panorama de las antologías generales y de los estudios académicos sobre narrativa tradicional española, y que ahora la ha sacado de allí y la ha puesto, sin lugar a dudas, en un puesto de destacadísima cabecera.

Es muy difícil encontrar un libro tan completo y tan complejo, tan sistemático y de organización tan bien resuelta, y además tan bellamente editado, como estos Rondalles populars valencianes. Su autor-editor, Rafael Beltrán, perfecto conocedor de toda la bibliografía panhispánica (y en gran medida también de la apabullante bibliografía internacional) anterior, ha construido un sistema de introducción y de presentación del género, de edición de los cuentos, y de catalogación y comentario, de claridad transparente, de manejabilidad extraordinaria. El lector que se acerque a este libro podrá hacerlo, de ese modo, desde la actitud del neófito absoluto, o desde la perspectiva del especialista más exigente. Y, desde cualquier de ellas (y desde todas las que pueda haber entre medias), encontrará sobradas ocasiones de aprender y de disfrutar no solo de estos cuentos, sino también de la manera de presentarlos y de comentarlos.

Los modelos más claros e inmediatos de Rafael Beltrán han sido, obviamente, el catálogo universal de cuentos de Hans-Jörg Uther, The types of International Folktales. A Classification and Bibliography, Based on the System of Antti Aarne and Stith Thompson (2004), más los cuatro volúmenes del Catálogo tipológico del cuento folclórico español de Julio Camarena Laucirica y Maxime Chevalier, que vieron la luz entre 1995 y 2003. Pero el libro de Beltrán, al incorporar lo que no incluían esas otras grandísimas obras de referencia (una introducción muy detallada y pedagógica sobre el género y sobre los subgéneros de los cuentos, y unos comentarios sintéticos pero rigurosos y atinados sobre cada uno de los tipos representados) abre su obra a un público más amplio y más diverso, aunque no por ello forzosamente menos exigente. La muy exhaustiva bibliografía final, y el detalladísimo “Índex clasificatori segons la catalogació internacional” que cierra el libro dan la pauta de la cualidad esencial que rige este libro: afán de exhaustividad, de sistematicidad, de claridad. Eso sí, podría haber sido incorporado uno o varios mapas (de la región, de las provincias, de las comarcas), y también un índice de lugares de recolección y otro de recolectores-editores, que hubieran ayudado grandemente a los lectores, en especial a los de fuera de la región valenciana, a orientarse en la tupida geografía que recorre la colección. 

Estos Rondalles populars valencianes, como es fatal e inevitable que suceda en una compilación de cuentos folclóricos realizada en los inicios del siglo XXI, refleja un estado de la tradición oral sin duda muy empobrecido y muy disminuido en comparación con el que debió existir y hubiera sido posible reunir y atestiguar hace tan solo unas pocas décadas. La guerra civil y la posguerra marcaron, como todo el mundo sabe, un antes y un después en la transmisión de la literatura oral en España, y lo que ha podido ser registrado después de ese período histórico son, seguro, restos muy precarios de lo que ha tenido proporciones de naufragio dramático. Si en la región valenciana hubiera sido acometida una labor de la minuciosidad y exigencia que tuvo la que Aurelio Macedonio Espinosa (hijo) realizó en varias provincias de Castilla justo en vísperas de la guerra civil, hace tres o cuatro generaciones (sus frutos vieron la luz en los indispensables Cuentos populares de Castilla y León, 1987-1988), este libro hubiera sido, sin duda, bien diferente: presentaría muchísimos más tipos (sobre todo maravillosos, acaso los más frágiles, vulnerables y menos representados en ese libro) que han debido extinguirse o quedar completamente arrinconados en los últimos tiempos, y en versiones, seguramente, más extensas, más detalladas, mucho mejor enraizadas en un entorno tradicional que entonces estaba exultantemente vivo.

Pero desde hace unas cuantas décadas, todos los vientos (también el de la invasión de un tipo de inclemente cultura de masas uniformizadora, globalizadora) han soplado en contra de la tradición oral patrimonial, la cimentada sobre la voz viva, dinámica, siempre cambiante, en vez de sobre la encriptada, enlatada, fija. Esa es otra de las razones que explican que este libro albergue narraciones de calidades literarias y etnográficas muy irregulares, que van desde lo muy original, incluso excelso, de un buen puñado de textos, hasta lo vulgarizado, alicaído, fragmentario de otros. Entre los que (de acuerdo con mis preferencias personales) destacan están los preciosos relatos etiológicos (núms. 92, 93, 97) o el extensísimo, soberbio, núm. 210 (El cura y las perdices), o el raro y originalísimo núm. 213, L’àvia estalviadora, al que Beltrán añade un comentario (como de vez en cuando hace) que alcanza la categoría de preciso y esclarecedor artículo. En el otro extremo estarían versiones como las de El nan saltador (núm. 64) y El enano Saltarín (núm. 65), de extracción no tradicional, sino en última instancia libresca (aunque tenuemente oralizada, como atinadamente comenta Beltrán), o el núm 216 (En mi huerto te criaste), ejemplo de versión de extensión y coherencia que no puede compararse con las de otras variantes, mucho más desarrolladas e inteligibles, recogidas en áreas muy diversas de la tradición panhispánica.

            Algunos de los relatos editados invaden, evidentemente, el territorio de la leyenda (por ejemplo, el núm. 245, El barranc de la falaguera). Algún otro es, en realidad, un trabalenguas, como el núm. 234, Una madre Godable. Ello abre horizontes muy sugerentes a lo que debería ser la continuación lógica, orgánica, ideal de esta obra: otro volumen que recogiese las leyendas tradicionales, género que, en nuestro país, no ha tenido la fortuna crítica que, aunque en tiempos muy tardíos, ha acabado sonriendo al cuento; y género (el de la leyenda) en el que está casi todo por hacer, que tiene un insuperable interés histórico, sociológico, antropológico, y que alienta, todavía hoy, seguramente más robustamente en la tradicional oral patrimonial que el cuento, ya que se conforma sobre relatos más cortos y memor(iz)ables, más vigorosamente vinculados a referentes geográficos, históricos, identitarios.

            Cabe decir, como colofón, que estos Rondalles populars valencianes reflejan de manera muy natural y significativa situaciones lingüísticas (las contigüidades, a veces las mezclas, del catalán y del castellano) y socioculturales (abundan los cuentos que remiten a precisas topografías locales, tanto geográficas como mentales), clases y oficios, relaciones de género, tensiones y risas, filias y fobias, que proporcionan al lector un vasto y muy vivo panorama de la cultura tradicional levantina, y que lo convierten en obra capital para entender no ya la literatura, sino la cultura, el imaginario, la identidad de las gentes de la región valenciana; y para hacerlo, además, dentro del paradigma internacional que reivindica (y con el que cumple airosamente) desde el título, “dins la tradició del folklore universal”.

 

José Manuel Pedrosa

Universidad de Alcalá (Madrid)